| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez y Salvador Illa
Pedro Sánchez y Salvador Illa

El desastre de la vacunación deja en ridículo a España y a Europa

El presidente del Gobierno tiene la obligación inmediata de explicar por qué España vuelve a sufrir más que nadie y qué plan existe para compensar la paralización de las vacunas.

| ESdiario Editorial

 

Aunque el Gobierno no habla de ello y le hurta a la ciudadanía explicaciones en sede parlamentaria desde hace dos meses, lo cierto es que la campaña de vacunación está paralizada y sumida en un caos que añade más incertidumbres en un paisaje ya dramático, agravado por la dimisión del ministro de Sanidad en pleno apogeo de la tercera oleada.

Los datos adelantados por ESdiario son elocuentes: en el mejor de los casos, España solo tiene la mitad de las dosis necesarias para terminar el tratamiento del millón de personas que recibió la primera. Y no hay posibilidad de comenzar la vacunación de nuevos receptores: se han gastado ya la práctica totalidad del 1.3 millones de vacunas distribuidas, y con ello solo ha inmunizado por completo a 80.000 personas y parcialmente a un 1.1 de millones, el 2.6% de la población.

Esa situación exigiría una comparecencia inmediata del presidente del Gobierno en el Congreso, ofreciendo explicaciones, alternativas y plazos, completada por otra del ministro de Sanidad que además aclarara cómo es posible que, con el estado de alarma más restrictivo y duradero de Europa sobre el papel, se haya permitido la extensión de la tercera oleada más grave de Europa.

Es inaceptable que el presidente no ofrezca explicaciones hoy mismo, con urgencia, sobre el drama sanitario y las vacunas

Que en lugar de eso el presidente se esconda y el ministro dimita resume el antagonismo negligente entre la situación que padece la ciudadanía y la respuesta del Gobierno, empeñado en gestionar la realidad por el sonrojante método de negarla, escapar de ella o cubrirla de propaganda.

 

El parón del suministro de vacunas no es culpa de Sánchez, aunque si él patrimonializó su presentación ha de asumir también las adversidades, pero sí es su responsabilidad indelegable.

El presidente tiene la obligación inmediata de aclarar cómo están las reservas, cómo va afectar el increíble comportamiento de las farmacéuticas y la indolencia de Europa, por qué se han quedado otros países con las dosis reservadas, qué alternativas se manejan y cómo afecta todo ello al calendario anunciado por él mismo.

El virus no es achacable a ningún Gobierno. Pero su gestión y la subsiguiente dimensión de sus estragos, sí lo es. Y en el caso español, desde marzo, los ha ampliado de manera casi dolosa por esa mezcla de negación de lo obvio, falta galopante de prevención y omisión de las obligaciones más elementales.