| 26 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Sánchez quiere el Estado de Alarma para controlar las críticas, no al COVID-19

El Gobierno prolonga artificialmente esta medida negociando lo que no debe con quien no debe, en un cambalache que nada tiene que ver con la contención del coronavirus.

| ESdiario Editorial

 

 

Con las calles y playas de toda España repletas de gente, pese al supuesto confinamiento por tramos horarios, Pedro Sánchez está sin embargo a punto de renovar la sexta prórroga del Estado de Alarma, que mantendría hasta el 21 de junio la excepcionalidad democrática en una España desbordada por la la pandemia y agotada por la gestión del Gobierno.

La mejor prueba de que esta nueva extensión es una herramienta política es que prosperará gracias al partido que rechazó la quinta. ERC se abstendrá, tras haberse opuesto hace dos semanas: entonces la situación sanitaria era peor que ahora, y sin embargo no consideró preciso auxiliar a Sánchez.

Ahora dejará que prospere, a cambio de resucitar la mesa de negociación con la Generalitat de Cataluña. Es decir, por razones políticas, y de la peor calaña, y no por causas sanitarias. Pero si su abstención retrata a ERC como lo que es, un partido que pone la estelada por delante de la salud; retrata también al Gobierno de Sánchez.

Porque ha politizado un recurso sanitario haciendo que se adapte a sus necesidades personales y a los intereses de su aliados: que algo así se negocie a cambio de pactar la reforma laboral con Bildu o la intromisión del PNV en Navarra, entre otros cambalaches sangrantes, resulta intolerable. 

 

 

Pero si en el caso de los aliados de Sánchez está muy claro por qué apoyan o no cada prórroga del Estado de Alarma, ¿cuál puede ser la razón del Gobierno del PSOE y de Podemos para querer extenderlo a toda costa? Si las cifras son mejores, como presumen a diario como si lo hubieran logrado ellos,  ¿por qué prolongar eternamente esto? 

Solo puede haber una razón. O dos tal vez. La más clara: ahora es más prioritario controlar a la gente que al virus. Al ciudadano anónimo y al Casado o Abascal de turno. Enfriar la indignación, la petición de explicaciones, la protesta y la exigencia de responsabilidades:

Y la segunda: proseguir con la hoja de ruta de la moción de censura y de la investidura. Con los mismos aliados, los mismos objetivos y una coartada indigna: la epidemia de coronavirus, que nos ha dejado maltrechos y arruinados y, a lo que se, también mudos. Lo primero por un virus siniestro; pero lo segundo vía decreto.