| 14 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El Gobierno perpetra un plan económico que no ayuda en realidad a nadie

Sánchez e Iglesias aprovechan una crisis sanitaria muy mal gestionada para intervenir la economía con una planificación ideológica contraproducente y peligrosa.

| ESdiario Editorial

 

 

El Gobierno presentó su tercer plan económico en quince días para problemas que ya se conocían y eran evidentes desde el primer momento, dejando en el ambiente la sensación de que la improvisación, y no la adecuación a nuevas circunstancias, marca su rumbo.

Como en las anteriores medidas, incide en errores de bulto germinales, al separar de manera irresponsable la viabilidad de las empresas de la asistencia a trabajadores y ciudadanos, cuando en realidad conforman un todo que ha de ser atendido desde esa premisa elemental.

Sánchez e Iglesias han dividido ese binomio inseparable con un lamentable objetivo político y una irresponsable visión económica: se trata de implantar el mensaje intervencionista de que todo el mundo depende de la magnanimidad del Estado y de que el futuro inmediato del sector empresarial no es relevante a efectos de garantizar esa cobertura.

Por eso más que un plan económico, el Ejecutivo tiene un plan de ingeniería social que pretende vincular a su supervivencia política la de los ciudadanos en apuros, expulsando de la ecuación al protagonista esencial de una economía próspera.

 

 

No se trata de discutir el catálogo de medidas de salvación a corto plazo en ámbitos como el alquiler o el subsidio de desempleo, que parecen razonables; sino el espíritu que rodea una propuesta que debiera ser coyuntural y atender a la vez todos los frentes para un tiempo reducido pero, en realidad, tiene vocación estructural y una mirada a largo plazo.

Porque si la discutible paralización económica de España dura a lo sumo un mes, y probablemente será menos, hubiese bastado con exonerar o aplazar en las empresas y autónomos su enorme carga de impuestos, tributos y cotizaciones y facilitarles de verdad los ERTES; todo ello para un periodo limitado en el tiempo, marzo y abril, que les permitiera reabrir lo más pronto posible en la mejor situación con el menor desgaste para todos.

Decisiones ideológicas improcedentes

Arrojar a su suerte a las empresas, con medidas demoradas en el tiempo que no serán utilizadas porque ya estarán en marcha o habrán cerrado, es una decisión ideológica destinada a vincular de manera insana la viabilidad personal de los ciudadanos a la generosidad de un Gobierno: una fórmula que jamás ha funcionado en ningún país a lo largo de la historia.

Si a la horrenda gestión económica se le añade la inaceptable terapia económica, respaldar a este Gobierno desde la oposición empieza a ser contraproducente para los intereses generales de un país que no se merece una doble pandemia sanitaria y política.