| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El posado de Fernando Simón humilla a las víctimas y le retrata a él y a Sánchez

Entre errores, negligencias y falsedades, Fernando Simón ha sido la coartada del Gobierno para tapar su negligente gestión: posar ahora en El País humilla a las víctimas del virus.

| ESdiario Editorial

 

 

Fernando Simón es la cara de la pandemia, el científico que ha asumido y proyectado el lamentable relato político que el Gobierno de Pedro Sánchez, Salvador Illa y Pablo Iglesias pretenden implantar para tapar sus evidentes errores y negligencias en la prevención de los estragos del coronavirus, inmensamente mayores en España que en la práctica totalidad de los países del mundo.

Él fue quien, a sabiendas de las advertencias sanitarias de la OMS, la Unión Europea o su propio Ministerio; lanzó a la opinión pública mensajes lamentables en términos preventivos, llegando a anunciar “casos aislados” en enero o, ya en marzo, animando a participar en el 8M, foco expansivo del COVID-19 sin ningún género de dudas.

Pero además ha sido la persona que, ya con la epidemia disparada, ha ofrecido explicaciones contradictorias sobre el uso de la mascarilla, sobre la adquisición de material sanitario o, como remate nefando de todo ello, sobre las cifras reales de muertos en España, que aún hoy siguen escondiéndose a sabiendas de cuáles son: al menos 44.000.

Con ese bagaje, el Gobierno y sus múltiples apoyos mediáticos han pretendido presentarle como una mezcla de héroe infatigable y víctima de las críticas de la derecha, una estrategia lamentable que ignoraban los rotundos hechos y estaba destinada, no nos engañemos, a proteger al propio Sánchez.

 

 

Simón conoció en enero, febrero y marzo la necesidad de aplicar la distancia social, usar protección y aplazar eventos multitudinarios y, por razones relacionadas con la agenda ideológica del Gobierno, parapetó sus intenciones políticas con falaces argumentos científicos que contribuyeron decisivamente a retrasar la adopción de medidas y extendió el contagio.

Lejos de ser un héroe, por mucho que su verbo cálido y su apariencia doctoral engañen, ha sido y es la cortada de un Gobierno incompetente que ha hecho de la mentira su argumento central para naturalizar un estropicio sanitario y económico evitable: todos han sufrido la epidemia, sí; pero solo algunos con una envergadura como la de España.

Y ahora, en una pose sin duda humillante para las víctimas, los parados, los empresarios arruinados, los sanitarios y en general la ciudadanía; se atreve a aparecer en la portada de uno de los periódicos que más ha hecho por auxiliar a La Moncloa vestido de motero, como si fuera una estrella del rock.

El simbólico gesto refleja la catadura real del personaje y los valores que él y sus jefes atesoran: con más muerte y ruina que nadie en el mundo; a Sánchez solo le preocupa su imagen y su provenir. Y a su subordinado, por lo que se ve, también. Ambos con una falta de pudor y un descaro que, con este panorama, resultan insólitos.