| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Urdangarín, el sinvergüenza que no ha podido minar la imagen del Rey

La condena del Supremo confirma las golferías de un yerno y cuñado de Reyes, pero también el aislamiento de la Corona con respecto a esos impresentables abusos.

| ESdiario Editorial

 

 

El Tribunal Supremo ha confirmado, con leves variaciones, la condena original a cinco años de prisión a Iñaki Urdangarín, cuñado y yerno de Reyes y esposo de una Infanta; por traficar con esa situación de privilegio familiar para hacer seudonegocios espurios con cargo al erario público.

La exquisita reacción de la Casa Real, acatando el fallo e incluso apoyándolo sutilmente, evidencia el aislamiento del condenado, y en consecuencia de su esposa, y libera ya a la Corona de cualquier daño derivado de unos hechos tan reprobables cometidos en su entorno y, obviamente, sirviéndose de su imagen e influencia.

La condena no afecta a la Casa Real y demuestra la solidez del Estado de Derecho: ni impunidad ni linchamientos

Pero también demuestra el funcionamiento del Estado de Derecho en España. Más allá de debates emocionales sobre si la condena es proporcional, avalados por el juez original del caso al considerarla benevolente; lo cierto es los tribunales españoles juzgan y condenan a familiares del Rey, presidentes autonómicos, exministros y cargos públicos de cualquier partido en general; en un claro ejemplo de independencia y separación de poderes incompatible con la idea falsa, pero muy divulgada, de una inexistente impunidad para los poderosos.

Acoso al Rey Juan Carlos

Los mismos que propagan esa idean se han servido de casos tan deleznables como el Noos, que retrata a los antiguos Duques de Palma como dos codiciosos en distinto grado, para algo más que impartir justicia, un fin loable que a todos concierne. Querían, además, convertir este escándalo en la tumba institucional de la Monarquía Parlamentaria, y el absurdo acoso al Rey Juan Carlos I, culminado con su abdicación, es la prueba de ello.

 

 

La habilidad de Felipe VI para entender el doble desafío de regenerarse y a la vez defenderse de esa persecución nada inocente, ha sido incuestionable y refuerza a una institución ciertamente añeja en sus orígenes pero perfectamente moderna en su utilidad, como evidencia el discurso real del año pasado con motivo del golpe democrático del nacionalismo en Cataluña.

 

Tan incompatible con la democracia es encontrar espacios de impunidad como extender la mancha individual a todo un colectivo por razones que tienen poco que ver con la búsqueda de auténtica Justicia y mucho más con el espurio interés político.

Minar al país

El acoso que desde determinadas trincheras ideológicas se ha mantenido durante años contra la Casa Real no ha sido un ejercicio improvisado ni inocente, sino una campaña perfectamente calibrada y dirigida a minar uno de los pilares de la Transición, despectivamente presentado como uno de los pilares del denostado 'Régimen del 78'.

Si populistas e independentistas estaban de acuerdo en eso, no podía ser bueno para el resto. Defender la estabilidad de la Corona, por muy lamentable que haya sido ver a sinvergüenzas actuando en su nombre o gracias a él, era y es la mejor manera de proteger la del propio país.