| 11 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Sánchez, tres años bloqueando a España por su interés personal

| EDITORIAL Editorial

 

 

Pedro Sánchez se saltó el plácet de las urnas para asaltar la Presidencia apelando a una mayoría parlamentaria artificial, forzada, desunida y destructiva que, además, ha perdido con estrépito en el Congreso en el debate más relevante para cualquier Gobierno, el de los Presupuestos Generales.

La bofetada del independentismo es cualquier cosa menos una sorpresa, y responde al único impulso que le llevó a apoyar una moción de censura que Sánchez, consciente de cuál era la única manera de lograr aprobarla, nunca debió de presentar: hace ocho meses le regalaron a La Moncloa para tener un Gobierno más débil y dependiente al que presionar para lograr su objetivo.

Un dirigente responsable jamás hubiera aceptado ese regalo envenenado, pero el mismo Sánchez que días antes preconizaba el endurecimiento del 155 y del delito de rebelión, no tuvo escrúpulos y asaltó literalmente el poder negado dos veces en las urnas en apenas seis meses.

Las concesiones

Pese a que la moción de censura es una herramienta constructiva, que obliga a su impulsor a presentar un auténtico programa de Gobierno y a garantizar una estabilidad justificatoria de la enmienda a los propios votantes; Sánchez se limitó a garantizarse la aritmética ya iniciar una doble operación de marketing hacia fuera y de concesiones constantes a sus socios interesados que ahora se ha estrellado.

Es de desear que, como en anteriores citas electorales, las urnas le pongan en el sitio que le corresponde. Que no es, en ningún caso, La Moncloa.

Es el epílogo de un presidente nefasto que ha alterado la estabilidad institucional de España desde 2015, fecha de su primera derrota electoral, hasta hoy con una única misión alejada del interés general: ser presidente, a cualquier precio y con cualquiera. Le servía Cs, le han servido Podemos, ERC y hasta Bildu y le seguirá sirviendo cualquiera que le haga cuadrar sus calamitosas cuentas.

En este periodo,  Sánchez ha blanqueado al soberanismo que debió ayudar a aislar y ha frenado la recuperación económica de España, sumiéndola en una inestabilidad endémica en todos los frentes sin otra justificación que su egoísmo individual, utilizando la Moncloa y el poder institucional para tratar de compensar el escaso respaldo popular, con una espuria utilización de las instituciones: desde RTVE al CIS, todo con este presidente a subvertido la naturaleza de su función para transformarse en altavoz de una costosa precampaña electoral.

El engaño

España debe poder votar, y en el menor plazo posible. Pero sea cuando sea ese día, Sánchez llegará a las urnas intentando persuadir de nuevo a todos de que él es la víctima de una doble pinza intransigente de "las derechas" y el soberanismo.

Y es de desear que, como en anteriores citas electorales, su demagogia no cuele y las urnas le pongan en el sitio que le corresponde. Que no es, en ningún caso, La Moncloa.