| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El juez Marchena, con el exjuez y ministro del Interior Grande Marlaska
El juez Marchena, con el exjuez y ministro del Interior Grande Marlaska

El deplorable espectáculo del PP y el PSOE con una degradada justicia española

| EDITORIAL Editorial

 

 

La dignísima renuncia del juez Marchena a presidir el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo, tras revelar torpemente el portavoz del PP en el Senado la naturaleza del acuerdo judicial con el PSOE, pone un epílogo lamentable a la componenda que, en este ámbito, sellaron hace unos días los dos grandes partidos tradicionales.

Es imposible no pensar que la componenda judicial entre el PP y el PSOEbuscaba darle a cada uno lo que quería de la Justicia

La incredulidad que suscitó aquel pacto, por el cual el PSOE se reservaba la capacidad de nombrar a una mayoría de miembros del CGPJ y el PP a la mitad menos uno pero entre ellos al presidente, se ha terminado por justificar al conocerse la verdadera naturaleza del entendimiento: un burdo reparto de sillones con la idea de que así cada uno atienda mejor sus intereses, lo que pone en entredicho la independencia del poder judicial y de los magistrados que lo representan.

Porque ya es imposible no creer que los populares buscaban extraer o incluir en distintas salas y tribunales a jueces más proclives a la condescendencia con los casos de corrupción aún pendientes de resolución. Y los socialistas, a magistrados más benévolos con la evidente laxitud interesada del Gobierno hacia los políticos presos y el procés catalán en su conjunto.

Lo dijo, con inusitada torpeza pero meridiana claridad, Ignacio Cosidó en un mensaje a sus senadores que produce vergüenza. Y lo ratifica el PSOE, vía hechos consumados, al sacar una ventaja numérica en los órganos de Gobierno judicial que no se corresponde con su representatividad real en la sociedad española y sólo pudo lograr gracias al PP.

Un cambalache

Que ahora hayan roto el acuerdo tirándose los trastos a la cabeza no arregla el estropicio ni facilita, desde luego, un remedio a corto plazo: los sucesores de los elegidos, sean quienes sean, soportarán una mancilla de origen que les hará pasar por deudores de un cambalache político igual de claro que éste pero algo más discreto.

Y todo en beneficio del populismo y del soberanismo, que se frotan las manos ante la perspectiva de poder adjetivar cualquier resolución de la manera que consideren oportuna: de un plumazo, el PP y el PSOE han legitimado todas las acusaciones soberanistas hacia la acción judicial para frenar el nefando Golpe constitucional que se sostiene en Cataluña desde hace meses.

Ningún procedimiento de elección del CGPJ es mejor que el compromiso personal de los magistrados con lo que representan

No parece sencillo subsanar este dislate, que también nace de la demagogia judicial reinante en España y del comportamiento de no pocos jueces que, sin necesidad de obedecer consignas partidistas, hacen política en busca de un estrellato incompatible con su naturaleza. 

Dará igual si a los jueces los eligen sus compañeros, el Parlamento o un sistema mixto si, antes, no se restituye una independencia real que nace de un compromiso ético, jurídico e intelectual que puede operar bajo cualquier procedimiento de elección o con ninguno. Porque depende, ante todo, de la conciencia personal de cada magistrado ante la ciudadanía y del respeto del resto de instituciones hacia cada uno de los poderes del Estado de Derecho y democrático.