No se puede ser vicepresidente del Gobierno y pedir el fin de la Monarquía

Por mucho que Pedro Sánchez intente pasar por defensor de la Corona, lo que ha hecho y lo que tolera hasta ahora ponen en duda ese mensaje. Durante semanas ha presionado a la Zarzuela para que desalojara de ella a don Juan Carlos.

Y una vez logrado esto, pese a que el antiguo Jefe de Estado no está acusado formalmente de nada hasta el momento, no ha frenado el debate espoleado por sus aliados sobre el modelo de Estado que debe regir en España.

Pablo Iglesias y su partido, Podemos, defienden ya abiertamente la transformación de España en una República "plurinacional" que, además de enterrar la Monarquía Parlamentaria, le sirva al separatismo para imponer su agenda. Y no sería una novedad de no ser porque quien sostiene eso es, además, vicepresidente del Gobierno.

No se puede sostener desde el Ejecutivo un discurso de demolición del Estado de Derecho vigente que entierra la arquitectura institucional de España y la sustituye por una fórmula que se inspira en fórmulas fraticidas del pasado y atiende a expectativas rupturistas del presente.

Y si no se puede en cualquier contexto, mucho menos en uno de tragedia nacional derivada de la fúnebre combinación de ruina sanitaria y económica. Sánchez, en fin, no puede ser a la vez garante de la Monarquía Parlamentaria y socio y deudor de quienes quieren derribarla para imponer un modelo de trincheras y ruptura.

Que se hable ya más de esto que del hundimiento económico y de la amenaza sanitaria, de nuevo activada, quizá explique que se haya puesto en marcha tan peligroso debate. Pues es evidente que, a este Gobierno, le interesa más hablar del Rey que del coronavirus, el paro y la desolación que, mientras se discute sobre esto, arrasan a España.