| 08 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El Rey Juan Carlos, en Sanxenxo
El Rey Juan Carlos, en Sanxenxo

Lo escandaloso es el Gobierno, no que Juan Carlos I vuelva a su país

La presencia en España del Rey Emérito debería ser normal, pero el Gobierno infla una polémica artificial para tapar sus propios problemas y errores.

| ESdiario Editorial

 

La sesión de control al Gobierno en el Congreso de esta semana ha escenificado, con una dureza inusitada, la soledad de Pedro Sánchez y su dependencia de socios y aliados que solo tienen dos registros: o logran imponer lo que exigen, o dejan abandonado a su suerte al presidente con menos diputados propios de la democracia.

Sea con el Sáhara, con Pegasus o con el intento frustrado de abolir la prostitución; Podemos, PNV, ERC o Bildu no pierden la oportunidad de zarandear a un Gobierno dividido, sin fuerzas suficientes y convertido en una especie de Don Tancredo que cambia de posiciones cada cinco minutos para mantener la apariencia de estabilidad parlamentaria.

 

En el caso del Sáhara, Sánchez se enfrenta a un desafío con pocos precedentes: ejecutar su plan personal de ceder a Marruecos la hegemonía en la antigua colonia española sin el respaldo del Congreso, donde se ha aprobado una proposición no de ley que rebaja los compromisos ya anunciados por Sánchez al Rey Mohamed VI.

Solo para el Gobierno es un escándalo que el Rey Juan Carlos venga a España: para el resto, lo escandaloso es lo que hace Sánchez y con qué compañías lo hace

Y lo mismo ha ocurrido con la llamada “Ley del sí es sí”, impulsada por Irene Montero en su cruzada para intervenir en las relaciones íntimas al imponer el “consentimiento expreso” sin aclarar cómo se va a tener que pedir y cómo se va a tener que conceder. El PSOE se ha visto obligado a aceptar esa Ley, y a renunciar a su enmienda contra la prostitución, para evitar otra fractura con Podemos.

El Rey Juan Carlos, otra cortina de humo

Finalmente, la entrega al independentismo le ha llevado incluso a utilizar su terminología: llamar “piolines” a los policías y guardias civiles movilizados a Cataluña en 2017 para frenar una golpe contra la Constitución supone comprar el lenguaje despectivo contra ellos del nacionalismo, que les persiguió en esos meses como nunca.

En conclusión, Sánchez queda retratado como un presidente con dos opciones única: o convocar Elecciones Generales o sobrevivir expuesto a los bandazos e imposiciones de unos socios que no le dan tregua. Mientras, para desviar la atención de sus múltiples problemas y errores, nada mejor que convertir la visita del Rey Juan Carlos a su país en un escándalo que solo perciben Sánchez y sus socios: para el resto, lo escandaloso es que, un Gobierno tan nefasto y opaco, se permita denigrar así al anterior Jefe de Estado