El PP entierra el casadismo y se refuerza para plantarle cara a Sánchez

El PP parece haber encontrado una salida rápida a la devastadora crisis generada por su dirección al acusar, de manera virulenta y gratuita, a su gran activo electoral, la presidenta Isabel Díaz Ayuso: ese ataque incomprensible se ha saldado con la caída de Pablo Casado, que paga el mayor precio imaginable para un dirigente que parecía destinado, en algún momento, a llegar a La Moncloa.

Lo que ahora tendrá, al menos, será una despedida pacífica y digna, a cambio de facilitar la transición: seguirá presidiendo formalmente el PP hasta la celebración del Congreso Extraordinario, los días 2 y 3 de abril, aunque lo hará sin poderes reales y con el compromiso por escrito de no presentar su candidatura en el cónclave.

Mientras los populares eligen a su nuevo líder, con todo los pronunciamientos para que lo sea Alberto Núñez Feijóo,  Cuca Gamarra ejercerá de coordinadora general y Esteban González Pons de presidente del Congreso: se trata de dos figuras de referencia que, de algún modo, enlazan la tradición del PP con su presente para presentar un futuro a corto plazo de renovación.

Si para acabar con el sanchismo ha habido que enterrar primero el casadismo, quizá esta crisis no haya sido tan mala para el PP

Aunque los estragos generados por este conflicto han sido devastadores de entrada, dan a los populares una oportunidad de reforzarse antes de que arranque el intenso ciclo electoral de 2023, con el crucial prólogo de las Elecciones Andaluzas. Porque más allá del ruido creado, ha quedado claro que Casado no era un líder ilusionante para las bases y, por tanto, para los electores.

Con un nuevo candidato y tiempo para consolidarlo, parece verosímil un crecimiento de la marca que le permita disputar con garantías la pugna contra el PSOE y su líder, un Pedro Sánchez profundamente rechazado por una mayoría de los españoles que sobrevive, básicamente, gracias a sus pactos a cualquier precio y las adversidades de sus rivales.

La llegada de Feijóo clarificará definitivamente la estrategia del PP y lo centrará en su misión, que no es otra que ofrecer una alternativa al sanchismo. Si para eso ha tenido que enterrar primero al casadismo, puede que al final se cumpla esa máxima de que no hay mal que por bien no venga.