| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Pepe Vegara, candidato del Partido Popular a la alcaldía de Orihuela
Pepe Vegara, candidato del Partido Popular a la alcaldía de Orihuela

Vegara, solo ante el peligro

Desde el momento mismo de su nombramiento como candidato a la Alcaldía de Orihuela, consideré que a Pepe Vegara le cuadraba a la perfección el título en español de este film del austriaco Z

| Juan de Oleza Edición Elche

Si hay un título mítico dentro del género de western es Solo ante el peligro (High Noon, en su versión original estadounidense; A la hora señalada, en Hispanoamérica). Dirigida por Fred Zinnemann y protagonizada por Gary Cooper, Grace Kelly, Lloyd Bridges, Katy Jurado y Thomas Mitchell, se convirtió en una película de éxito inmediato, con varios premios Oscar y con una fama acumulada a lo largo del tiempo, porque su excelente factura y sus ingredientes, suponen la esencia misma del género, según la crítica especializada.

La trama -cuya acción se desarrolla en tiempo real- gira en torno a un sheriff a punto de jubilarse que se debate entre su sentido del deber y el amor por su nueva esposa, y que debe enfrentarse solo a una banda de asesinos. Will Kane (Gary Cooper), sheriff durante muchos años de un pequeño pueblo llamado Hadleyville, se acaba de casar con Amy (Grace Kelly), una joven cuáquera. Él ha renunciado como sheriff y está realizando los preparativos para abrir un negocio en otra ciudad. Pero se difunde la noticia por el pueblo de que Frank Miller (Ian MacDonald), un criminal que Kane había detenido y llevado ante la justicia, llegará al pueblo en el tren del mediodía. Miller había sido condenado a prisión, pero su condena se le conmutó por razones que no se explican en la película. En la corte de justicia, Miller juró vengarse de Kane y de todo el que se entrometiera en su camino. Su banda de pistoleros, compuesta por tres forajidos, le espera en la estación. Los habitantes del pueblo se preocupan por Kane y le aconsejan que se vaya del pueblo.

Él y su esposa dejan el pueblo, aunque Kane sufre una crisis de conciencia, considerando que el deber está por encima de todo, y regresa. Recupera su insignia y trata de buscar a alguien que le ayude a enfrentarse a los bandidos, pero sus amigos se niegan a mezclarse en la pelea. Su ayudante, Harvey Pell (Lloyd Bridges), renuncia. Sólo su antigua amante, Helen Ramírez (Katy Jurado), le apoya, pero él considera que es muy poca la ayuda que le puede prestar. Enojada, ella vende su negocio y se prepara para irse del pueblo. Su esposa Amy le amenaza con partir en el tren del mediodía -con o sin él-, pero él no quiere darse por vencido.

Finalmente, Kane se enfrenta solo a los cuatro pistoleros. Abate a dos de los hombres de Miller y cae herido en el enfrentamiento. Tanto Helen Ramírez como Amy suben al tren, pero ésta desciende al escuchar el ruido de los disparos. Finalmente, Amy opta por la vida de su marido frente a sus creencias religiosas y mata al tercer pistolero, disparándole por la espalda. Miller la toma como rehén y exige a Kane que salga a la calle. Amy le clava las uñas en la cara a Miller, con lo cual se libera. Kane dispara a Miller y lo mata. Luego, cuando los habitantes del pueblo comienzan a salir de sus casas, Kane arroja su insignia de sheriff en un gesto que lo dice todo.

Hay muchas secuencias inolvidables en la hora y media de este metraje de intensa carga psicológica. Pero destaca, por su enorme síntesis esencial de la historia, ese plano donde aparece Cooper, ya desesperado, en medio del poblado mientras se acerca la hora de llegada del tren. El escenario es silencioso, polvoriento y desolador; el sol calienta y es su única compañía. Vemos su semblante sereno, pero el espectador puede palpar su indefensión, el peso de la traición y el modo de afrontar las irreversibles consecuencias de su situación, mientras mira a su alrededor. Y, en el plano siguiente, con un gran movimiento de cámara que se aleja, lo vemos ya solo ante el peligro.
Nunca –en mis largos años de escribidor- he ejercido la crítica cinematográfica y ni siquiera me considero un apasionado cinéfilo, por lo que he tenido que documentarme suficientemente para la ocasión. Pero es que les confieso que, desde el momento mismo de su nombramiento como candidato a la Alcaldía de Orihuela, consideré que a Pepe Vegara le cuadraba a la perfección el título en español de este film del austriaco Zinnemann. Porque lo cierto es que estaba tan solo que incluso tuvo que poner él mismo en su céntrica casa la sede del partido y, el día de la inauguración, apenas le acompañaron para recibir en la puerta a Carlos Mazón una veintena de fieles.

Llegó el alcaldable como mirlo blanco después de que, desde Alicante, se ocuparan de dejar el camino expedito mediante la defenestración del presidente local (Dámaso Aparicio), que había sido elegido democráticamente por la militancia, para constituir a continuación una gestora propicia a la obediencia, con un hombre siempre fiel (Víctor Valverde) al frente. Aterrizó Vegara, digo, con el partido convertido en un erial y con un Bascuñana resistiendo a ultranza frente a las indicaciones del aparato provincial, hasta el punto de que -octubre del pasado año- se atrevió a un desafío que recogían así los medios de comunicación: “El PP de Orihuela se da un baño de masas para evitar que Madrid imponga a su alcaldable. Según las fuentes cercanas al partido, lo que se pretende es dar un golpe sobre la mesa y lanzar una imagen de unión ante la dirección general del PP con el fin de evitar lo que muchos ya consideran inevitable: que Madrid imponga su candidato a la Alcaldía para 2023 de espaldas al grupo municipal, la dirección local del partido –que sigue con una gestora desde diciembre de 2021 y los militantes”. Otra variación sobre la misma partitura: “Bascuñana moviliza a las bases del PP para evitar que la cúpula lo ‘destierre’. El exalcalde de Orihuela y portavoz del PP en el Ayuntamiento, Emilio Bascuñana, ha tomado la iniciativa para evitar ‘in extremis’ que el PPCV de Carlos Mazón lo sustituya como candidato a la alcaldía. El líder popular oriolano ha convocado a las bases a un encuentro/almuerzo para plantar cara a los rumores de cambio que hay para liderar la lista del PP”.

Pero lo que se había convocado para el sábado 8 de octubre, a las 11:30 horas, con el fin de tratar de conseguir la continuidad de Bascuñana al frente del grupo, se convirtió en cuestión de horas -milagros de la política- en un acto, en el mismo lugar, donde Bascuñana se vio obligado a dar un paso atrás y presentar él mismo, como mejor supo y pudo, al nuevo candidato, de acuerdo con los designios de la cúpula provincial, y escenificar al mismo tiempo la forzada unidad del PP, “como única forma de tratar de recuperar Orihuela”. Con estos antecedentes, cobran ahora sentido las palabras con las que el alcaldable ‘popular’ abre su completo programa electoral: “No voy a mirar atrás. No voy a buscar culpables. No voy a hablar de vencedores ni de vencidos. No me encontraréis en enfrentamientos vacíos que sólo nos llevan a dejar de lado lo verdaderamente importante. Veréis que siempre cuando hablo me refiero a ORIHUELA…”.

De momento, Vegara ha tenido que tragarse ninguneos sin límites (todo para Elche, nada para Orihuela por parte de Carlos Mazón que ha comprometido inversiones sin tasa en la ciudad de la Dama y hasta le ha prometido a los ilicitanos la vuelta de la escultura ibérica si de él depende); como también ha ido repartiendo promesas sin recato en Ondara, Villena y otros lugares. Pero por aquí "o tempora, o mores...", ni arrimarse siquiera en el mitin de presentación de la candidatura en La Lonja, papelón que dejó al alcalde de Benidorm y presidente provincial. Ítem más: hasta Aznar se volvió desde Murcia sin pasar por esta Covadonga pepera de la Comunidad Valenciana, como la propia dirección nacional había anunciado y luego –queriendo alejarse de la salpicadura de un procedimiento judicial que ya llegará cuando llegue- quisieron desmentir desde el más torpe cinismo político. Lo dicho: un candidato que hasta ahora no ha contado con la más mínima cobertura de sus mayores (frente a la constante presencia de un Ximo Puig pródigo en inversiones), un alcaldable que viene realizando una campaña intensa en esperanza y con el único bagaje de su ilusión –“…¿y no es nadie la ilusión?”, que dijo Juan Ramón Jiménez a los jóvenes escritores oriolanos de Silbo- puesta en mejorar el futuro del municipio de Orihuela.

Volviendo al séptimo arte, si les gusta el tema, les recomiendo un librito de fácil lectura -“El hombre tranquilo” (2020), de Emilio Soler y Mario Martínez- sobre la célebre película de Jhon Ford protagonizada por John Wayne, cuyo texto concluye así: “Pero el intelectual inglés lo tenía claro: el problema de siempre en la política irlandesa consistía sencillamente en que era política inglesa. Se discutía la “cuestión irlandesa” pero jamás se contemplaba seriamente la “respuesta irlandesa”… Tomemos, pues, buena nota”. Pues eso mismo digo yo, que tomen nota con vistas al porvenir los gobernantes que salgan de las urnas el domingo. Porque la cuestión, la auténtica cuestión, no es si el PP ganará en Orihuela –algo que normalmente va de suyo- sino si la candidatura que encabeza Pepe Vegara logrará mayoría suficiente para gobernar. Y, en cualquier caso, lo logrado (poco o mucho) el próximo domingo por el hombre tranquilo que su partido dejó solo ante el peligro será mérito únicamente de él y de su reducido equipo. En exclusiva.

P. S.- Puede que a los del Plan Antiguo les suene algo aquello de la ‘Humillación de Canossa’, peregrinación de Canossa o penitencia de Canossa, denominaciones del mismo episodio histórico de enero de 1077, referido al viaje o peregrinación desde Espira al castillo de Canossa del emperador Enrique IV del Sacro Imperio Romano Germánico para solicitar al papa Gregorio VII su liberación de la excomunión, pronunciada por la querella de las investiduras, y la humillación a la que tuvo que someterse para obtenerla. Conseguir el perdón papal -con la mediación de la dueña de la fortaleza, Matilde de Canossa, y de Hugo, el abad de Cluny- llevó a Enrique IV a permanecer arrodillado tres días y tres noches a las puertas del castillo, mientras nevaba, vestido como un monje, con una túnica de lana y descalzo. La historia completa, con sus derivadas, es muy interesante. Tanto que –hoy que estamos en la cosa- daría para un buen guión de cine. Mutatis mutandis, en el caso que nos ocupa, no estaría de más que si el hombre tranquilo lograra finalmente su titánico objetivo, hiciera lo propio con quienes le han dejado abandonado y solo ante el peligro. La Esquina del Pavo sería, sin duda, un buen sitio para ello.