| 14 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Los jardines de Orihuela

Si después de contar con dos asesoramientos técnicos contratados a expertos cualificados de la UMH, los jardines oriolanos siguen hechos unos zorros, alguien tiene que hacérselo mirar

Hace tres días circulaba por las redes un mensaje que decía: “¿Conoces algún pueblo de España donde no funcionen las fuentes públicas ni se escuche música el día de Navidad? No busques muy lejos: Date una vuelta por la Glorieta de Orihuela”. Casualmente acababa de pasar con mi mujer por allí y nos había llamado la atención lo desangelado de tan céntrico lugar en fecha tan señalada. Lejos aquellos tiempos navideños de nuestra infancia –o tempora, o mores- donde la ciudadanía paseaba con sus mejores galas por un suelo bastante deteriorado, mientras escuchaba los compases de la banda Unión Lírica Orcelitana. Bastante antes, en febrero de 1931, escribía Ramón Sijé sobre la Glorieta y los Andenes: “El pino alto y viejo. El pino de sus ramas lleva prendidas generaciones. El pino simbólico (…) El sol calienta. La gente pasea. Y la música lanza notas desafinadas de pasodoble”. Sigue caminando el malogrado escritor hacia los Andenes: “Uno. Dos. Siete. Doce. Doce árboles erguidos como carlistas furiosos en la tarde que cae. Banquitos de piedra. Caballerías fatigosas. El andén lento, recto. Al fondo, gris, la estación”.        

Podía haberse incluido también en el mensaje el deplorable estado en que se encuentran algunas otras zonas del parque más antiguo de Orihuela

                              

Vendrían luego sucesivas reformas, la más importante en época del alcalde Medina, donde tanto reformado de la reforma elevó la factura a cifras disparatadas y en la que se incluía una moderna fuente sonora a la entrada (Por cierto, no sé por qué tenemos que soportar los oriolanos tantos “reformados” con sus correspondientes revisiones de precios y aumentos presupuestarios; esta fuente y el desastre del reloj de la antigua Casa Consistorial, trasladado a la actual Plaza de la Centuria Romana, son dos ejemplos paradigmáticos). A la moderna fuente en cuestión se refería el mensaje que ha circulado estos días. Pero podía haberse incluido también el deplorable estado en que se encuentran algunas otras zonas del parque más antiguo de Orihuela.

O a los jardines. Porque quienes frecuentan paseo por Los Andenes tienen como cotidiano tema de conversación la manifiestamente mejorable situación de los mismos, completado desde la pandemia con la ocupación por mesas y sillas que dificultan un normal tránsito. Tampoco parece que el secarral de los parterres sea la mejor bienvenida a la ciudad para quienes llegan a Orihuela desde la estación intermodal. Ya puede Turismo hacer campañas en el AVE y ampliar oficinas en la estación si el visitante recibe esta primera impresión nada más llegar.

Mientras tanto, nos consolaremos con los versos de Pedro Salinas...

 

Una cosa está clara. Ningún concejal del ramo ha conseguido aprobar hasta la fecha, siquiera sea por la mínima, esta asignatura pendiente. Y mientras, nos enteramos que, de vez en cuando (la última en septiembre de 2020), desde la Concejalía de Infraestructuras, Servicios y Mantenimiento se firman acuerdos con la Universidad Miguel Hernández para la prestación de asistencia técnica en materia de gestión de jardinería en zonas verdes urbanas de titularidad municipal. Incluso, por si alguna duda había, el concejal Ángel Noguera, con idílica foto de la barraca de la EPSO como fondo, afirmaba que el objetivo de este convenio era “diseñar itinerarios urbanos a los que dotar de arbolado de alineación para lograr zonas de sombra, instalar una planta de compostaje en dependencias municipales para recuperar, tratar y aprovechar los restos de podas vegetales que producen los jardines municipales, establecer un protocolo de actuación sobre las palmeras en casco urbano, dejando el enclave de El Palmeral en el área de Medio Ambiente como hasta ahora, aunque coordinando medidas sobre todo en materia de prevención de plagas, y finalizar el diseño de un sistema de gestión eficiente de las zonas verdes urbanas en pedanías”. Ahí es nada.

 

La duración prevista para dicha asistencia técnica era de seis meses y suponía –en palabras del concejal- “la continuación del trabajo ya realizado en el mandato anterior” mediante el que –según Noguera- se realizó “un inventario de necesidades materiales y humanas para el servicio de parques y jardines en el casco urbano, así como se actualizaron las fichas de ubicación y descriptivas de zonas verdes urbanas a mantener en el casco principal de Orihuela, e igualmente se puso al día el catálogo de árboles monumentales y/o catalogados para su adecuación a normativa autonómica”. También anunciaba el concejal la preparación de un borrador de proyecto de ordenanza municipal para gestión de zonas verdes urbanas.

A través de esta última asistencia técnica contratada con la UMH se trataba de terminar con la recopilación de información sobre el servicio de parques y jardines municipales en el casco urbano y las pedanías oriolanas (la costa cuenta con un servicio propio mediante gestión indirecta en trámite de ser licitado de nuevo) iniciada a principio de 2019 y que se interrumpió por la DANA y la pandemia del COVID1, siendo el propósito del área de Infraestructuras culminar los documentos técnicos y normativos para una gestión eficiente de todas las zonas verdes urbanas a la mayor brevedad.

No sé qué piensan ustedes; pero parece que de poco ha servido tanta asistencia técnica a los servicios municipales correspondientes. Porque si después de contar con -al menos, que sepamos-, dos asesoramientos técnicos contratados a expertos cualificados de la Universidad Miguel Hernández, los jardines oriolanos siguen hechos unos zorros, alguien tiene que hacérselo mirar. Se pregunta mi mujer cómo en cualquier población cercana los jardines están cuidados y son dignos de elogio mientras que en Orihuela ofrecen un aspecto de dejadez y abandono. Le he dicho a Josefina que la próxima vez que coincidamos con Miguel Agulló, el oriolano presidente provincial del Colegio de Ingenieros Técnicos y Graduados Agrícolas, le plantee si tiene solución la cosa. Porque él - que lleva un carrerón como especialista en jardinería y paisajismo, dentro y fuera de España- seguro que algo sabe del asunto.

 

Mientras tanto, nos consolaremos con los versos de Pedro Salinas: “Lento se empapa el jardín de lo que antes era cielo [...] [...] Y aquella deriva lenta por los anchos firmamentos en suave puerto termina en la calma de unos pétalos [...]”. O estos otros tan profundos dedicados por nuestro Miguel Hernández a su hijo:

El sol, la rosa y el niño

flores de un día nacieron.

Los de cada día son

soles, flores, niños nuevos.

Mañana no seré yo:

otro será el verdadero.

Y no seré más allá

de quien quiera su recuerdo.

Flor de un día es lo más grande

al pie de lo más pequeño.

Flor de la luz el relámpago,

y flor del instante el tiempo.

Entre las flores te fuiste.

Entre las flores me quedo.