| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pablo Iglesias y Yolanda Díaz
Pablo Iglesias y Yolanda Díaz

A Podemos se le atraganta el “jarabe democrático”

Qué poquito defendieron a Rocío de Meer cuando fue atacada con una piedra en los últimos días de campaña electoral en el País Vasco

| Sonia Reyes Edición Elche

En España todo va en aumento. Los rebrotes, la crispación política, las temperaturas y la naturalización del insulto. La ministra de Trabajo lo sufrió el pasado viernes en Toledo por un grupo de trabajadores taurinos y Juan Carlos Monedero en Cádiz cuando salía de un restaurante con un grupo de amigos. Ambos fueron increpados e insultados.

Las palabras pronunciadas hace días por Pablo Iglesias sobre su defensa de naturalizar el insulto a personajes públicos -políticos ó periodistas- fue un arma de doble filo. Es muy desagradable y anti democrático recurrir a la violencia, ya sea física o verbal y es especialmente injusto que lo haya tenido que sufrir en esta ocasión Yolanda Díaz -no por el hecho de ser mujer, sino porque ha sido una trabajadora infatigable tratando de encontrar consenso entre la patronal y los sindicatos-.

En Podemos ya están de uñas con los ataques a sus miembros -totalmente comprensible- pero qué poquito defendieron a Rocío de Meer cuando fue atacada con una piedra en los últimos días de campaña electoral en el País Vasco. El PSOE actúa de la misma forma y condena el grave ataque a la ministra.

El señor Echenique dijo que la sangre de la diputada de Vox era ketchup. Y es que un verdadero demócrata condena la violencia en cualquiera de sus expresiones.

Yolanda Diaz ha demostrado ser una señora, agradeciendo las muestras de apoyo recibidas y manifestando que “la violencia nunca es el camino”. Otros -sin embargo- muestran una sútil tolerancia a la misma -disfrazándola siempre con eufemismos- y sólo la detestan cuando la sufren en carne propia.

Pablo Iglesias tendría que hacer un ejercicio de autoconciencia y medir sus palabras. A la vista está que tienen consecuencias muy negativas y -aunque él se sienta víctima de terribles ataques- tiene una seguridad en su hogar que no la tiene Yolanda Díaz y mucho menos la mayoría de los españoles. El vicepresidente no puede hablar como si fuera un tertuliano, tal como le espetó hace unos días la periodista Sandra Golpe.

Es más que evidente que naturalizar el insulto no es el camino y al final a algunos se les termina atragantando el jarabe democrático.