| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Sedición: lo que Sánchez condena en Estados Unidos pero favorece en España

No se puede entender como Sánchez se escandaliza y denuncia el asalto a la democracia norteamericana y pretende indultar a los sediciosos que han puesto en peligro la democracia española.

| Fernando de Rosa Opinión

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"Estados Unidos está bajo un ataque sin precedentes que roza la sedición. No es disidencia, es caos", estas palabras del presidente electo americano Biden describen perfectamente lo ocurrido en el Capitolio, sede del poder legislativo de Norteamérica. Las imágenes que vimos en televisión parecen algo inaudito, nunca visto en una democracia consolidada, según las expresiones escandalizadas de los líderes de la izquierda populista.

Los españoles ya vimos imágenes similares en 2016 cuando se lanzaron las consignas de rodear el Congreso por parte de los actuales líderes de Podemos que no aceptaron el triunfo de Mariano Rajoy; también las vimos en la toma de posesión del actual Presidente de la Junta de Andalucía, en la que el PSOE fletó autobuses para protestar por la investidura del líder del PP andaluz en 2019. En ambos casos no se llegó a asaltar las sedes parlamentarias debido a la eficacia de las fuerzas de seguridad. Pero donde vimos como se alentaba a las masas contra el orden establecido convirtiéndose en “un ataque sin precedentes, un acto de sedición y caos”, fue en el asalto al Parlament de Cataluña y a la Conselleria de Economía de la Generalitat, por seguidores de los actuales socios de Sánchez.

 

Todos los ciudadanos españoles tenemos memoria y sabemos que la sedición no es únicamente una figura del Código Penal, sino una conducta que está dirigida a destruir la democracia y la convivencia pacífica. Por eso, no se puede entender como Sánchez se escandaliza y denuncia el asalto a la democracia norteamericana y pretende indultar a los sediciosos que han puesto en peligro la democracia española, afirmando que todos tenemos la culpa de lo ocurrido en Cataluña.

No podemos imaginarnos a Biden diciendo que todos los americanos son culpables de lo ocurrido en el Capitolio. Por eso no tiene explicación democrática los mensajes de indulto lanzados por Pablo Iglesias, Sánchez y el ministro Campo, que además, es el notario mayor del Reino. Es pura hipocresía que ha quedado evidenciada este seis de enero pasado.

Los populismos son malos, tanto si vienen de un extremo político, como del contrario, pero lo peor es aceptar o rechazar  los ataques populistas según el color político de quien los promueve, y de eso entienden mucho los extremistas de la política española de uno u otro lado. Los que promueven actos que intentan deslegitimar la democracia no deben llamarse populistas sino sediciosos.

Nunca una palabra ha escondido tanto peligro. El lenguaje no puede utilizarse  para blanquear la realidad. Hablar de populismo parece que rebaja el peligro de las conductas que describen, por lo que hay que explicar  los hechos tal como son: presionar a una institución constitucional, tanto si es el parlamento o el poder judicial, son actos sediciosos y antidemocráticos.

Nunca disentir ha de ser la antesala del desorden. La democracia ha de funcionar siempre y no solamente como instrumento para conquistar el poder.

Defender actos golpistas son manifestaciones sediciosas, justificar la entrada en el Capitolio, el Congreso de los Diputados o el Parlament de Cataluña, es un discurso sedicioso. Atacar a los jueces por el contenido de sus sentencias es una actitud sediciosa, porque como dice Biden : "Los líderes han de cumplir con su juramento y defender la Constitución", frase que deben recordar todos aquellos que promueven el caos como alternativa a la política moderada. Nunca disentir ha de ser la antesala del desorden. La democracia ha de funcionar siempre y no solamente como instrumento para conquistar el poder.

En España sabemos cómo son las conductas sediciosas porque las hemos visto por televisión y hay una sentencia del Tribunal Supremo que las describe con claridad, por eso no se puede indultar a aquellos que han  atacado la democracia causando “caos y desorden”  y menos, modificar el Código Penal para blanquear a los socios de gobierno por simple tacticismo político.