| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Juan Carlos I, la primera víctima del populismo

A Juan Carlos I se le hizo salir por la puerta de atrás y se le ha marginado. Toca ya homenajearle, pues mantener ese ostracismo equivale a ayudar a los rivales del 'Régimen del 78'.

| Editorial Opinión

 

 

El Rey Juan Carlos cumple 80 años sumido en un evidente ostracismo que dura ya cuatro años. Entonces abdicó, en beneficio de su hijo Felipe de Borbón, hoy asentado en la Corona como referencia de una España estable, moderna y capaz de proyectar una saludable imagen al exterior; virtudes siempre necesarias pero hoy imprescindibles en tiempos en que el independentismo y el populismo ponen en solfa la democracia y el Estado de Derecho y amenazan la propia idea de Europa.

No rendir homenaje a Juan Carlos I equivale a aceptar la enmienda despectiva al 'Régimen del 78'

La salida del Rey que encabezó la Transición, tras recibir el respaldo de más del 90% de los españoles que votaron una Constitución organizada en torno a un sistema de Monarquía Parlamentaria (por mucho que la demagogia de algunos presente a la Corona como una herencia franquista sin respaldo popular) y frenó el Golpe de Estado en 1981; fue un acto de generosidad por su parte y de falta de ella, probablemente, por todos los demás.

Juan Carlos I fue sin duda la primera víctima del populismo, hoy igual de radical pero menos influyente; y el primer rehén de los complejos que éste generó en la práctica totalidad de la clase política, social y periodística: bastó con que los mismos irresponsables que denigran el llamado "Régimen del 78" caricaturizaran al hoy Rey Emérito o le responsabilizaran de los problemas del matrimonio de su hija para que todos olvidaran o no pusieran en primer lugar su papel decisivo en el progreso de la España que, con sus imperfecciones, ha dado en 40 años el mayor salto de entre los países occidentales.

Por la puerta trasera

Al Rey se le hizo salir por la puerta de atrás, en fin, y que él lo aceptara e incluso promoviera es otro servicio a su país que debe apuntársele entre sus méritos, muy superiores sin duda a sus fallos pero de un tiempo para acá menos glosados: no sorprende que los mismos que miraron a Venezuela, celebran a Lenin, se entienden con Bildu o apelan a una República guerracivilista escogieran a don Juan Carlos como objetivo prioritario, pues él simbolizaba todo lo que detestaban y querían cambiar; pero escandaliza la poca resistencia que el tejido institucional de España opuso para frenar esa venenosa estrategia.

 

El populismo le eligió como objetivo y el complejo del resto lo permitió. Es hora de compensar y reconocer su carrera

 

Pasado casi un lustro de su marcha, con su heredero consolidado y apreciado por los ciudadanos, es hora de compensar esa injusticia y homenajear a Juan Carlos I con la altura que su figura y trayectoria se merecen. La Monarquía Parlamentaria es para España lo que la República para Francia, y ambas tienen poco que ver con la propuesta seudorrepublicana de todos dirigentes políticos los que se confiesan republicanos pero en realidad son frentistas y sólo saben cavar trincheras.

Viva el Rey democrático

Don Juan Carlos construyó puentes, y no reconocerle con amplitud su excepcional papel es una lamentable manera de degradar también el esfuerzo que ha hecho España durante cuatro décadas para dar placer, únicamente, a quienes menos creen en la democracia consolidada por ese trabajo conjunto y más aspiran a resucitar una España pobre, de bandos y sectaria.

Decir ¡Viva el Rey! no es un grito decimonónico y antiguo, sino una manera de apostar por una España moderna, europea, conciliadora y hermanada en cuya construcción y consolidación el Rey ha sido determinante. Y debemos agradecérselo sin más dilaciones.