| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Y los padres de los niños muertos lloraron otra vez en el Congreso

Los mismos que dibujan a diario una España liberticida, represora, violenta y maltratadora han cometido el error, ahora, de caricaturizar a los padres que simbolizan el dolor de todo el país

| Antonio R. Naranjo Opinión

 Hemos visto en el Congreso llorar de nuevo a padres de niños asesinados, por unos políticos que llamaban venganza a su intento de que nadie más sufra lo que ellos y les acusaban, directamente o desde sus corifeos, de acudir allí manipulados, como si les hubiera llevado a punta de pistola Zoido a hacer de atrezzo del Gobierno del PP y del grupo Ciudadanos.

Es el clímax de la degradación de quienes acusan a diario a la España más tolerante, ingenua y bobalicona de su historia de liberticida, de represora o de maltratar a jubilados y mujeres; de quienes llaman 'presos políticos' a meros golpistas con la misma ligereza con que sugieren que a la tal Ana Julia la odiamos por mujer, por negra y por extranjera.

Llevan tanto tiempo del lado de los peores pero sintiéndose los mejores, con el eco estruendoso de una televisión acrítica y blanqueadora de jumentos y la complicidad boba de las redes sociales, que han cometido un error atacando la prisión permanente revisable con una  caricatura falsa de lo que es y  otra cruel de los padres que la pedían: todo es pepero o naranja para ellos, y por ser pepero o naranja es a continuación necesariamente fascista e inhumano.

Perder el miedo

Pero esto ha de valer, si PP y Cs pierden el miedo y se percatan de una vez de que más allá de sus tensiones estrictamente electorales han pasado de empatar hace dos años con el PSOE y Podemos a sacarles cinco puntos; para quitarles la careta y aceptar de una vez el pulso ideológico, cultural e intelectual que se libra en España, en un versión adaptada a nuestras peculiaridades de la que padece toda Europa: han tratado un asunto tan delicado como tratan todos los problemas de una sociedad compleja. Pero esta vez lo ha visto todo el mundo.

 

Los mismos que humillan a estos padres hacen una caricatura diaria de una España tolerante presentada como represora y violenta

 

Son los mismos que aplauden a Lanza, Alfon, Otegi o Bódalo, les graban documentales y serigrafían con sus rostros camisetas reservadas antes para mártires. Los que se ríen con Otegi o Puigdemont y les comparan con Mandela. Los que insultan a la Policía después de agredirla. Los que linchan en Twitter.

Los que queman banderas, retratos y sentimientos mientras denuncian una inexistente represión. Los que se sienten molestos con las víctimas de ETA, como si fueran un estorbo para la paz y no un recordatorio de lo perversas que son algunas ideas, pero adecentan a Bildu y a los muchachos de Alsasua. Los que vejaban a jubilados por votar 'mal' hasta ayer y ahora les intentan movilizar para aprovecharse de ellos. Los que se acuerdan antes de Stalin, Fidel o Chávez que de Buesa, Ordóñez o Blanco. Los que rechazan el Pacto Antiyihadista y se preguntan si no tendremos la culpa de que nos maten.

¿Reacción?

Son también los que incentivan el guerracivilismo, rescatando odios en nombre de dignos cadáveres y tristes cunetas que les importan un pimiento; los que confunden el ideal republicano con su versión maniquea y aldeana; los que llaman libertad de expresión a la amenaza, el insulto y la calumnia; los que hacen listas negras de periodistas, los que, en fin, marcan la agenda de España porque la televisión, que es donde se condiciona a la opinión pública, compra por miedo o comodidad o lo que sea su discurso, incluso para replicarlo aunque generalmente para dignificarlo.

Es de esperar no obstante que ahora, con un PSOE entregado absurdamente a esa chusma en deshonor de su propia historia, la gente abra de una vez los ojos: han insultado a unos pobres padres que sólo querían defender a nuestros niños, poniendo a los suyos como cruel prueba de la maldad y la reincidencia. Han llegado muy lejos y  ojalá, de una vez, haya una reacción. Que nos comen.