| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Una camiseta tricolor

El morado inunda la equipación de la Selección, cuando más se discute la simbología nacional. Una insólita decisión de la RFEF jaleada, con razón, por Iglesias. Que suene el Himno de Riego.

| Buendía Opinión

 

 

No hay que ser muy lince para ver algo raro en la nueva camiseta de la Selección Española, presentada por Adidas, firma de origen francés que se diría flamenca a tenor de su perspicacia política y cromática.

Decía García Márquez en sus 'Memorias de mis putas tristes' que somos lo que piensan de nosotros, y esa máxima despeja el dilema: no es de tiquismiquis ver en la prenda el color morado, ni tampoco intuir que lo sabía, o lo debía de saber, quien combinó el rojo con el azul, una suma que termina indefectiblemente en una paleta similar a la señera republicana.

No parecía el mejor momento para alimentar una confusión, por nimia que parezca, teniendo en cuenta que en España media España discute a España y que las viejas tiranteces nacionalpopulistas desgararran sus costuras por distintas razones pero idéntico objetivo: los secesionistas para lograr su inexistente Arcadia; los populistas para alcanzar su paraíso callejero; y ambos con una mitificada República como sistema de Gobierno.

 

 

A Adidas no le había costado nada tener en cuenta los matices. Y a la Real Federación Española de Fútbol menos. Sin necesidad de ponernos estupendos ni de exagerar la polémica, basta con leer a Pablo Iglesias para entender el calibre de la torpeza, la innecesaria metedura de pata y la ovina respuesta posterior: vea o no la RFEF la bandera republica ahí, la ven y la ondean quienes menos creen en la Espña constitucional. Y lo dicen entre la hilaridad y el placer intenso.

 

 

Pero conociendo a la Federación, el úico cambio probable que estará dispuesta a implementar no será con la elástica nacional, sino con el himno: que nadie se extrañe de que, en adelante, el que suene sea el de Riego. Son así de perspicaces.

Y el Barça también

La estampa coincide con otra ante la que tampoco nadie da respuesta, empezando por la Liga de Fútbol, incapaz de decir ni hacer nada no sea que se molesten quienes andan metiendo el dedo en el ojo a todo el mundo: la transformación del Barça, definitivamente, en el máximo altavoz del secesionismo.

Con el club lanzado en kamikaze defensa de los "presos políticos" y el Nou Camp transformado en un mitin, la Liga mira para otro lado como si la cosa no fuera con ella: sabido es que en España sólo se pide "no mezclar política con deporte" cuando la política no es nacionalista y cuando el club no es el FC Barcelona; pero presenciarlo tan nítidamente pone los pelos de punta.

Quizá nos lo merezcamos todo. O quizá seamos los españoles tan tontos como para ponernos siempre en el papel del agresor mientras nos preguntamos, en voz baja, si acaso habremos hecho algo para merecérnoslo.