| 05 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El laboratorio de Iglesias y Sánchez para cargarse a Rajoy

Castilla-La Mancha es la cobaya para un ensayo político de mayor enjundia: ahí prueban Iglesias y Sánchez sus ganas de alianza para desalojar al actual Gobierno de La Moncloa.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

Puede que, a esta hora del viernes, José García Molina, un desconocido profesor universitario de 47 años, sea ya consciente de que se ha convertido en una "cobaya" política. Su entrada en el gobierno de Castilla-La Mancha va a tener recorrido más allá de la administración autonómica, para convertirse en un laboratorio donde ensayar las afinidades posibles y futuras entre PSOE y Podemos.

De hecho, salvo la fracasada alianza entre los socialistas de Joaquín Almunia y los comunistas de Francisco Frutos, que a la postre dio la mayoría absoluta al PP de José María Aznar en las elecciones generales del año 2000, nunca antes "las izquierdas" se habían aproximado tanto en la reciente historia española.

¿Se atreverán a imponer transparencia?

Prueba de los recelos que en ambas partes suscita el ensayo de Toledo es que mientras Emiliano García-Page enfatizaba que su acuerdo no tiene que  ser extrapolable a otros escenarios de la política española, Pablo Iglesias se afanaba en felicitar a García Molina y a su número dos, Pablo Echenique, por esa prueba exportable al Congreso de los Diputados. El último CIS ha dejado un regusto dulce, tanto en Podemos como en el PSOE, para explorar la posibilidad de una nueva moción de censura en busca de terminar con Mariano Rajoy .

Con sus propias bases enormemente divididas sobre esta aventura sin precedentes para la formación morada, García Molina tiene en sus manos el futuro de Podemos como alternativa o como socio del nuevo PSOE de Pedro Sánchez. Ya se verá. El reiterado compromiso de los de Iglesias por la regeneración, la transparencia, la austeridad y el decidido combate a la "casta" va a tener su prueba de fuego en uno de los escenarios más obstinados. Sin duda.

 

En Castilla-La Mancha el clientelismo y la falta de ambición reformista han marcado la dilatada estancia socialista en el poder

Salvo el breve paréntesis protagonizado por María Dolores de Cospedal entre 2011 y 2015, los socialistas han gobernado Castilla-La Mancha durante casi cuatro décadas con José Bono, José María Barreda y el propio Page. Total, nada. En pocas regiones como ésta el clientelismo político, la confusión entre partido y gobierno y la falta de ambición reformista han marcado la dilatada estancia socialista en el poder.

 

Ahora llega la oportunidad de ver si el compromiso con la “nueva política” y por una forma diferente de administrar los recursos públicos está de verdad en el ADN de Podemos o sólo se trataba de un mero postureo: una excusa para aglutinar votantes indignados con la crisis económica y la corrupción.

El laboratorio

Por el momento, las cosas no empiezan bien. Los flamantes nuevos consejeros de Podemos, José Molina e Inmaculada Herranz, llegan a la Junta con una nutrida corte de asesores -más de cuarenta- demasiado cercanos a sus propias filas. Vamos: compañeros de partido y amigos.

Nada habría que objetar, por supuesto, si su elección estuviese fundada en los principios de mérito y capacidad. Pero los antecedentes conocidos no ayudan a ser demasiado optimistas al respecto. Naturalmente, habrá que estar muy atentos a los siguientes pasos de este laboratorio político. Y no sólo porque Page y García Molina se jueguen sus expectativas futuras, sino porque Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han puesto toda la materia en un tubo que ya veremos si, al final, no se demuestra demasiado delgado para tan enorme ensayo.