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Puigedmont y Junqueras, en diciembre de 2016
Puigedmont y Junqueras, en diciembre de 2016

Los dos engaños finales del soberanismo

Entre el victimismo y los insultos a España y la UE, el soberanismo exhibe su verdadera cara negándose a hacer listas únicas pero aceptando participar en Elecciones Autonómicas.

| Antonio R. Naranjo Opinión

 

 

Puigdemont nunca ha ganado unas Elecciones. Fue elegido por la CUP, que no quería ni en pintura a Artur Mas, ganador de aquellos comicios. El 21D tampoco es probable que este hijo de pasteleros de Girona llene las urnas de votos con su nombre.

Ahora, además de la CUP, ha sido la ERC de Oriol Junqueras quien se ha negado a ponerse detrás de una lista encabezada por el vecino temporal de Bruselas. El secesionismo es así: melodramático hacia fuera, intentando vender una imagen fascista de España y ya hasta de Europa, y cínico e interesado hacia dentro.

Dos contradicciones flagrantes lo evidencian en los últimos días para pasmo de quienes se habían creído el 'procés' y tal vez estén descubriendo ahora la verdad, por mucho que se intente tapar con imágenes y epítetos grandilocuentes, como los discursos de Puigdemont o las expediciones de alcaldes, soflamados siempre por la irreductible TV3.

A los ciudadanos les venden secesión y unidad mientras ellos sólo intentan salvarse de los jueces y destrozar al partido rival

De un lado, la sonrojante confesión, ya extendida entre todos los cabecillas, de que nunca proclamaron la independencia real, pese al boato que le pusieron a aquel célebre día de octubre en un Parlament semivacío: mientras arrastraban a las calles a un parte de la ciudadanía catalana, ellos pensaban en cómo esquivar las consecuencias jurídicas de su Golpe democrático y, a la vez, cómo satisfacer a sus seguidores. Se trataba de cuadrar el círculo y que para los independentistas hubiera habido DUI pero no para los jueces. Pura pose.

A por ellos, los nuestros

La segunda contradicción es igual de sangrante. Mientras se habla ya, con lenguaje batasuno, de "malos tratos" y "fascismo", en desatadas palabras de Puigdemont desde Bruselas y se presentaba la aplicación de la Constitución y del 155 como una especie de invasión de la republicana Francia por la Alemania nazi; todos corrían a presentarse a unas Elecciones Autonómicas convocadas por la legislación española y, además, lo hacían pensando en sus intereses particulares.

Los mismos, en fin, que hablan del "país" como una unidad indisoluble con una única alma soberanista; destrozan su propia unidad en un juego de cálculos y zancadillas que ha culminado con la desaparición de Junts pel Sí, aquel engendro que juntara a la vieja CiU con la incipiente ERC.

Ahora, cada uno irá por su sitio: Junqueras, señalado como ganador de los comicios prácticamente desde dos años antes de que se convocaran, no ha querido ponerse detrás del líder al que piden rendir pleitesía a los ciudadanos. Puigdemont no ha logrado convencer a nadie de que le alcen a la cabeza de una candidatura única. La CUP no sabe ni siquiera si se presentará, aunque las ganancias de estar en las instituciones tiran mucho.

 

 

Y hasta Podemos ha saltado por los aires, con una escisión entre quienes optan por el pacto entre Iglesias y Colau, con Xavier Doménech de referente, y quienes se marchan con Albano Dante Fachín, el líder secesionista de un partido que dice ser nacional pero se queja más del 155 que del Golpe democrático.

El truco de En Comú Podem

Y vende una falacia, presentada como tercera vía conciliadora: un supuesto referéndum pactado, simplemente inviable porque provoca una reforma constitucional que sólo se puede imponer con dos tercios del Congreso, una convocatoria de Generales y una consulta nacional a todos los españoles.

En la práctica, el soberanismo ha aceptado las reglas del juego democrático y ha saltado por los aires como bloque político. Pero para el exterior, en otra de sus memorables campañas de propaganda y sugestión, son la Resistencia frente al franquismo, monolítica y hermanada bajo una bandera estelada única que sólo engaña ya a los muy cafeteros del procés.

Mientras se prepara un pacto entre ERC, En Comú Podem y PSC o un humillado PdeCAT, en teoría incompatible con seguir 'luchando' por la secesión; el agotador teatro remite a la ínclita frase de Groucho Marx, como pensada para este caso: "He disfrutado mucho con esta obra, especialmente en el descanso".