| 23 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Luchar contra dragones en Cataluña

Una minoría dirigida por una mezcla de populismo y nacionalismo pretende imponerse a la inmensa mayoría de España y de la propia Cataluña. La reacción es una cuestión de libertad esencial.

 

 

En los espectáculos de masas es donde más se delata el control absoluto que los gobernantes pueden ejercer sobre un pueblo.

Los grandes monstruos del S.XX —comunismo, fascismo y nacionalismo— nos dejaron impactantes espectáculos de ingentes aglomeraciones de gente perfectamente uniformada, no solo en sus trajes, sino también en sus cerebros.

Hoy en Cataluña se han juntado nada menos que dos de aquellos tres proyectos de ingeniería social totalitaria que buscaba anular las voluntades de la gente hasta convertirles en rebaño de fácil manejo. ¿Qué podía salir mal?

Populismo y nacionalismo

Los anticapitalistas de la CUP, los republicanos de Esquerra y los neocomunistas de Podemos, se han unido con los nacionalistas conservadores de Convergencia. Aquí la corrupción no importa, las ideas tampoco… Hitler también pactó con Stalin, lo que importa es el poder.

Los segundos pretenden huir sin responsabilidad de décadas de latrocinio y los primeros instaurar el enésimo proyecto populista de confrontación social que la historia nos demuestra termina siempre en tragedia.

Está claro que son otros tiempos, aquí no existen los niveles de violencia que se desplegaron en aquellos totalitarismos del S.XX; pero sí se utilizan la coacción, el insulto, las multas, la segregación y el aislamiento como forma de imponer su credo.

El Club de los Viernes ha lanzado una campaña bajo el nombre de: Som 47 Milions/ Somos 47 millones

En el Camp Nou, decenas de miles de personas cantan en el minuto 17:14 in, inde, independència, mientras enarbolan banderas independentistas.

El miedo

Cuesta creer que en una población dividida al 50% en esta tema, a nadie se le ocurra llevar alguna bandera española (al menos debería haber las mismas).

Hay miedo, es una evidencia, el control social hará que te señalen en cuanto pongas un pie en el estadio.

Así que chinos y paquistaníes ondean una bandera que ellos creen que es la catalana y sonríen para la foto. La parafernalia del poder.

La manifestación en Barcelona tras el atentado terrorista, fue otra representación más de fuerza del independentismo, para nada una jornada de duelo. No respetan ni a los muertos, todo les sirve para hacer política.

También fue la fotografía de lo que sería una Cataluña fuera de España.

La grosera manipulación

Carteles contra una islamofobia inexistente para que la gente confunda el verdadero enemigo, banderas independentistas, las autoridades fuera de la primera fila para que España con su rey al frente no fueran protagonistas, sustituidos por funcionarios de todos los cuerpos catalanes para dar sensación de país y de pueblo; un señor con un cartel que habla de paz convenientemente colocado frente a un fotógrafo justo al paso de Felipe VI, que es el mismo señor que semanas atrás agasajó al ex miembro de la banda terrorista ETA en su visita a Cataluña, Arnaldo Otegi. La inmensa mayoría de la gente, la verdadera sociedad catalana, atrás al fondo, tapada por las banderas sin salir en ninguna foto, ellos no llevaban cartelería política, sólo lágrimas en sus ojos.

Todo ello vigilado por la guardia pretoriana de los voluntarios de la Asamblea Nacional Catalana que deciden qué mensajes y qué banderas son la voz del pueblo, y cuáles deben ser retirados con la protección de los Mossos debido al odio que los propios creadores de esa asamblea generaron. Cada vez más lejos de una Europa que no les reconoce, cada vez más cerca de Venezuela.

El control

 Cataluña está hoy en el 1984 de Orwell, en la Tercera Ola de Ron Jones. Todo es mentira en Cataluña.

 Triunfa el proyecto populista de fácil digestión para las masas, dirigido desde un poder central, al que se le ha dado demasiado poder.

 

 

Y son las gentes de Cataluña, el pueblo catalán, el que debe despertar y perder el miedo, reaccionar

Son cuatro décadas de adoctrinamiento —a través de la educación, los medios de propaganda y el control absoluto de la calle—, para que una minoría domine a una mayoría resignada, que acaba auto convenciéndose de que esa mentira que escuchan repetida  mil veces es en realidad verdad. Goebbels revivido.

La verdadera historia

Si el soldado romano Jorge de la bellísima región de Capadocia—que fue martirizado por negarse a perseguir cristianos, y más tarde santificado y nombrado Miles Christi (soldado de Cristo) como protector de los cruzados en Jerusalén—, levantase la cabeza y se viese a sí mismo como un Sant Jordi con barretina y un cartel en la mano contra la islamofobia tendría que enjuagar sus ojos.

Convirtieron una serie de condados —que Carlomagno conquistó adentrándose en Hispania para que hicieran de fuerte defensivo francés que frenara la expansión musulmana en los pirineos—, en origen de una historia inventada, y ni siquiera se pararon a pensar en el nombre que se le dio a ese conglomerado de pueblos sin lengua común ni administraciones conjuntas: Marca Hispánica.

Tan es así, que se nombran por separado y no como ente unitario en el Tratado de Corbeil que los hace feudatarios del Reino de Aragón.

La campaña del Club

Más tarde elevaron a la categoría de héroe al Conseller en Cap de Barcelona en 1714 Rafael Casanova, fabulando sobre una supuesta guerra de independencia que fue en realidad una guerra de sucesión, y disfrazándola de contienda de los catalanes contra el estado español representado por unos borbones que traían el modelo centralizado francés, pero no para Cataluña sino para todos los territorios de su corona.

Una guerra que no sólo no tuvo carácter local de independencia, sino que fue un conflicto internacional en el que participaron las grandes potencias hegemónicas del momento, tan internacional que en el tratado que puso fin a esa guerra, perdimos Gibraltar ante los ingleses.

El Club de los Viernes, grupo de activistas liberales al que tengo el orgullo de pertenecer, ha lanzado una campaña bajo el nombre de: Som 47 Milions/ Somos 47 millones para advertir de que cuando un gobierno abandona la legalidad, ya nada le impide cabalgar libre hacia el totalitarismo.

Por un Ermua catalán

Las visiones segregacionistas identitarias son experimentos que ya han causado mucho dolor en Europa, no los repitamos. El lugar de nacimiento no otorga derechos específicos ni diferenciales.  

Son las gentes de Cataluña las que están a punto de caer en la trampa, un solo error y ya no habrá vuelta atrás. Y son las gentes de Cataluña, el pueblo catalán, el que debe despertar y perder el miedo, reaccionar.

Cataluña necesita un Espíritu de Ermua, necesita vencer a sus demonios, luchar contra el dragón como lo hizo San Jorge. Necesita salir a la calle a gritar libertad, a decirle a sus políticos: quitad vuestras sucias manos de nuestras vidas. Gritar libertad.