| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El patriotismo civilizador

El independentismo es cosa de clases altas. Una verdad sustentada en datos oficiales que intenta crear una idea falsa de España, necesitada con urgencia de un patriotismo civilizador.

| Luis Marí-Beffa Opinión

Quizá le parezca una tontería, a estas alturas de la Historia, volver con la bostezante cantinela marxista de las clases. A mí no. Porque la cuestión es que existen. Y cualquiera que conozca a esos chavales con gorras de raperos de los barrios sabe que las clases de abajo quieren tener pasta y, además, por razones capitalistas. Es absurdo negarlo.

Y cualquiera que conozca a esos que no quieren pagar impuestos sabe que quieren tener MÁS pasta. Resulta ridículo no verlo. Por esa razón ahora sabemos que los votantes catalanes que están A FAVOR de la independencia vienen de familias de clase alta, o muy alta, en el caso de las CUP -¿podría un camarero, o un albañil, recibir a alguien de fuera al grito de "tourist go home"?-, y los que están EN CONTRA de la independencia optan por partidos generalistas.

Y los datos fueron obtenidos por el CEO -Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat-, es decir, ningún aparato de propaganda represor centralista. Y, lo más inquietante, es que este patrón se repite con Podemos. Si este asunto se ha enmarañado en la actualidad es, en mi opinión, porque ya no se refiere a votantes de clase alta o baja, sino que vienen de familias de esa clase y probablemente la crisis los haya movido de lugar dentro de la sociedad.

España es el único país que se avergüenza de su bandera, aunque con ella hemos reducido el analfabetismo

Según Emilio Lamo de Espinosa, sociólogo catedrático de la Complutense, en el mundo tenemos en la actualidad censadas aproximadamente 6.700 lenguas distintas y poco menos de 200 Estados, 193 pertenecientes a Naciones Unidas. Es decir, que la media de lenguas por Estado es 35 -nada menos- y la media de hablantes por lengua es de 900.000 personas -nada más-. El continente más normalizado, con una media de lenguas por país menor es, con enorme diferencia, Europa. 4,6 lenguas por Estado.

La lengua

Según Lamo de Espinosa, quizá esta sea la razón por la que Europa ha podido creer durante tanto tiempo en esa superstición de que una lengua puede, per se, configurar un Estado. Esta homogeneización contrasta con la tremenda dispersión en otros continentes como, por ejemplo, Oceanía, con una media de 50 lenguas por país. Y parece que el cielo no cae sobre sus cabezas ni la tierra se abre bajo sus pies.

En el planeta sólo hay hoy 25 Estados lingüísticamente homogéneos, menos del 15% con una población total que no llega al 10%. Para que se entienda mejor: vivir en un Estado lingüísticamente homogéneo tiene una probabilidad de 1 sobre 10. Es una rareza de tal calibre que, a estas alturas, debería estar superada.

Sin embargo, ahí están todas esas banderas, ondeando orgullosamente. Que el nacionalismo, venga de donde venga, es una de las ideologías más perversas y peligrosas tendríamos que saberlo todos después de que Europa fuera literalmente arrasada por dos Guerras Mundiales. Que el nacionalismo es una cosa de aldeanos -que tengan sus razones lícitas para defender su aldea, vale, pero que no por ello deje de ser lo que es-, un asunto absolutamente desviado de cualquier clase de modernidad, lo dicen las cifras oficiales. No yo.

Los mismos datos objetivos que, según el CEO como dije antes, arrojaban esta luz en octubre de este año.  Personas con ingresos familiares al mes menores de 900€:

34% SÍ a la independencia; 59% NO a la independencia; 9% No Sabe / No Contesta.
900-1.200 €: 29% SI; 66% NO; 5% NS/NC.
1.200-1.800 €: 38% SI; 51% NO; 11% NS/NC.
1.800-2.400 €: 53% SI; 40% NO; 7% NS/NC.
2.400-4.000 €: 55% SI; 37% NO; 8% NS/NC.
Más de 4.000 €: 54% SI; 39% NO; 7% NS/NC.

¿Aún es necesario seguir explicando que existe una clara relación entre rentas altas y nacionalismo independentista? Desgraciadamente, eso parece. Marx no entendería absolutamente nada de esta izquierda actual salida de nuestra universidad que, como un niño, señala todo como si fuera suyo y si no lo obtiene llora y patalea, al grito de "facha".

 

En el mundo tenemos censadas unas 6.700 lenguas distintas y poco menos de 200 Estados

 

No en vano, el nacionalismo banal de las sociedades contemporáneas pretende que la identificación entre lengua, cultura y comunidad política sea natural, según Michael Billing -que con Fascists ayudó a desentrañar el antisemitismo y el fascismo británicos-. Para ello, se utilizan rituales colectivos como el deporte o banderas para identificar las lenguas en las que se escriben los ingredientes de una caja de bombones. Eso es todo. El nacionalismo es siempre de una simpleza que asusta.

Socialdemocracia y liberalismo

Cualquier país medianamente serio no se puede permitir el lujo de renunciar a la socialdemocracia. Esto podrá escandalizar a los liberales de hoy, tan dogmatizados y, por lo tanto, peligrosos. Los que pensamos que una socialdemocracia, alejada de ese socialismo tan doctrinal como obsoleto que ya no se practica en ninguna democracia avanzada, puede perfectamente complementarse con la base del pensamiento liberal, para plantar cara al nacionalismo, aún estamos esperando.

No es necesario renunciar a una razonable regulación social o a una intervención parcial del Estado, para que se garantice una economía social de mercado completa y libre, que sea contraria a los monopolios económicos. Nadie quiere ya socializar la economía. Los paternalismos estatistas, a medio plazo, generan una economía ineficiente y, lo que es peor, aún más injusticia social y corrupción. Y pruebas de ello hay tantas en España... 

La función del Estado es la de garantizar la igualdad de oportunidades, pero siempre atizando el desarrollo personal y la libertad de los ciudadanos, no subvencionando sus voluntades. Y separación de poderes. Una reclamación que Locke lleva ya tres siglos gritando desde un desierto que, ahora, se convierte en una galaxia. Todo esto es lo que parece que no entra en la cabeza de los dogmáticos y los nacionalistas. Los dos grandes enemigos históricos del liberalismo. Pero no hay que culpar a los votantes. Sería un error. Hay que culpar a los políticos que han olvidado la teoría política, si es que alguna vez la conocieron.

En abril, la empresa IPSOS, dedicada a mercados potenciales e innovación, entre otras cosas, incluyó en una encuesta a nivel nacional el siguiente texto. "Te queremos preguntar por la situación que se vive en España. Sabemos que hay personas que no se sienten del todo cómodas cuando se habla de "España". Si es tu caso, por favor considera que en esta encuesta no damos ningún sesgo ideológico al concepto de España. Simplemente es la palabra más corta y fácil de entender que hemos encontrado para nombrar al país o estado en el que vivimos. Gracias por tu comprensión". Y acompañaba el texto de una carita sonriente. Esta clase de barbaridades siempre se dicen ahora con una carita sonriente, al parecer.

No sé si la intención de la parrafada era ironizar sobre nuestros complejos históricos -basados en la leyenda negra-, de criticar incesantemente España o, de algún modo, pedir disculpas por usar el término "España". En cualquier caso, el patriotismo tiene mala imagen, en especial entre esta anómala izquierda de ahora que hace una excepción cuando se trata de esas naciones ricas sometidas por el ogro castellano, en un ejercicio de auténtica esquizofrenia ideológica que, tarde o temprano, le pasará factura si sigue esa senda.

El nacionalismo banal pretende que la identificación entre lengua, cultura y comunidad política sea natural

Precisamente Manuel Azaña afirmó: “Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España". El nacionalismo -que surge de una cultura común- y el patriotismo -que nace con un espíritu civilizador- se suelen confundir. Pero no olvidemos que el nacionalismo ha provocado las mayores tragedias del siglo XX. Como dijo Rafael Narbona: "Alemania e Italia se convirtieron en naciones, apoyándose en el concepto de cultura, no en el de civilización. Auschwitz fue el final de ese trayecto".

¿Vergüenza?

España es el único país del mundo que se avergüenza de su bandera. Quizá por ello yo la llevo en el llavero. Bajo esta bandera democrática hemos conseguido el ideal republicano: reducir el analfabetismo hasta cifras residuales, una red de bibliotecas, educación y sanidad públicas.

Además, España es uno de los países más seguros del mundo, con una tasa de delitos 17 puntos por debajo de la UE. ¿Defectos? Muchísimos, tantos como los que pueda tener el ser humano. Y el resto de países, por cierto.

Esta es una excelente oportunidad para dar carpetazo a nuestra vieja historia de aldeanas rencillas y emprender, ahora que el nacionalismo franquista ha descendido a un nivel tan residual que en la práctica es como si estuviera muerto, un futuro común español en el que todos estemos incluidos. Perder esta oportunidad sería descender, por enésima vez, al oscurantista pozo del dogmatismo nacionalista que solo beneficia a ese 1% de arriba.

  

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