| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.
El presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán.

Iberdrola, Sánchez Galán y el asalto a las eléctricas que planea el Gobierno

El sector habla de "declaración de guerra" mientras observa con espanto cómo el Ejecutivo de Sánchez intenta canibalizar la "marca España" más que ayudar a las empresas a potenciarla.

| Antonio Martín Beaumont Empresa

 

La economía española vive horas vitales. En particular, todo nuestro tejido empresarial -desde las grandes firmas del Ibex hasta la última y más modesta pyme-, verdadero sistema sanguíneo de la actividad productiva. Muchas vidas dependen de los pasos que se den.

“Aquí se están jugando las cartas económicas para las próximas décadas”, me insistía días atrás un empresario de la vieja escuela, que vislumbra con tristeza la pérdida de confianza de los emprendedores en el Gobierno de Pedro Sánchez.

En esa partida, Bruselas ya ha activado oficialmente el rescate europeo para la era post COVID, a la espera de que todos los socios ratifiquen el acuerdo financiero en sus respectivos parlamentos. Un requisito previo que posibilitará que en los próximos meses los 140.000 millones de euros destinados a España comiencen su viaje hasta sus destinatarios finales.

Casi ningún experto niega que el éxito de esta operación sin precedentes en el continente europeo -todo un Plan Marshall del siglo XXI- radica en que sean los empresarios y los responsables de nuestras multinacionales más importantes los encargados de liderar e impulsar los grandes proyectos que deberían renovar en buena medida el país. Visto lo visto, mejor que sean los profesionales, y no los políticos, quienes se pongan al frente de este gran desafío.

Talento no nos falta, desde luego. España reúne algunas de las firmas más señeras en distintos ámbitos. Empresas que sin duda ejercen un liderazgo internacional precisamente en base a los retos que exige Europa: la digitalización, las energías renovables, la economía verde y, en definitiva, la creación de nuevos nichos de empleo. Podemos sentirnos muy orgullosos.

La delicada situación de Sánchez Galán

Iberdrola es una buena muestra. En el año de la pandemia, la empresa que dirige Ignacio Sánchez Galán ha continuado reafirmando su papel como motor de la reactivación y de la creación de puestos de trabajo en los numerosos países (11 además de España) donde tiene activos.

Un dato que sirve como botón de muestra: en el primer trimestre de 2021, el grupo incrementó sus inversiones hasta un récord histórico de 2.507 millones de euros, un aumento superior al 45%.

Iberdrola ha dado ejemplo con la reconversión de las nuevas fuentes de energía, que acaparan la mayor parte de los fondos bautizados como Next Generation. Sus inversiones en renovables crecieron un 29%, hasta los 1.047 millones de euros, que representan el 42% del total. Una apuesta en línea con la estrategia del grupo de aumentar y reforzar una infraestructura clave para la transición energética y la electrificación de la economía.

Las cifras hablan por sí solas

Puede que a los legos en esta materia estos números no les digan gran cosa, pero si contamos que Iberdrola genera con su apuesta casi 30.000 empleos directos y unos 400.000 por todo el mundo a través de sus proveedores se da buena cuenta de la magnitud humana de la compañía.

La empresa de Sánchez Galán ha registrado 6.000 nuevas incorporaciones a su plantilla en los últimos 12 meses, de las que 2.500 contrataciones han sido en el primer trimestre del presente ejercicio.

Pues bien, pese a cifras tan atractivas, nuestra energética verde pasa por horas delicadas. Porque, ante la descomunal singladura que vivimos, el Gobierno, a través de la ministra Teresa Ribera, se ha lanzado en plancha sobre las principales compañías eléctricas. Poco importa, según parece, que las intromisiones gubernamentales en grandes empresas privadas sea algo que en Europa se mira con excesivo recelo.

La vicepresidenta Teresa Ribera.

 

“Es toda una declaración de guerra”, me insiste un ejecutivo de Endesa, otra de las grandes compañías damnificadas por las últimas decisiones del Ministerio de Transición Ecológica. Hundir el valor en bolsa de estas sociedades, como se ha hecho, tras lanzarse a legislar para reducir sus beneficios “caídos del cielo”, según el Gobierno, para “velar por los intereses de los españoles” es todo un golpe en busca sobre todo de alejar el foco público de la presión fiscal que encarece el recibo de la luz.

 

Además, el Gobierno de Pedro Sánchez, siempre tan dispuesto al control, ha visto en el complicado momento personal del propio Ignacio Sánchez Galán, con su inminente imputación judicial, una oportunidad para imponer nuevas reglas.

La amenaza del corrosivo ex comisario José Manuel Villarejo sobre uno de los grandes líderes empresariales del país es un caramelo muy goloso para un Consejo de Ministros frecuentemente inclinado a la demagogia y con excesivas ganas de “meter la cuchara” en el Ibex 35.

La “expulsión” Abril- Martorell

Permítanme un inciso que viene al pelo. Leo con preocupación la información publicada este domingo en el diario ABC, firmada por Daniel Caballero y Jorge Aguilar, sobre cómo el equipo económico de Pedro Sánchez desea “meter con calzador” en la cúpula de 13 de las mayores empresas privadas españolas “consejeros independientes”… Me pongo a temblar.

Más todavía cuando lo uno a la reciente “expulsión” del presidente de Indra, Fernando Abril-Martorell, por no plegarse a los deseos de La Moncloa. Pocas bromas: en las elecciones en España es Indra la encargada de hacer el conteo de los datos provisionales que llegan de las mesas electorales.

 

En fin, volvamos a Iberdrola. Tan consciente ha sido su presidente, Ignacio Sánchez Galán, de la espada de Damocles que tiene sobre su nuca y que traspasaría a su compañía, que ha ordenado reorganizar el área de comunicación en un intento de contrarrestar los efectos que se vienen encima.

No es sencillo. La sociedad ha recibido un golpe innegable a su reputación, y además en un momento decisivo, cuando la gestión de los millonarios fondos europeos exige el más alto nivel de rigor y transparencia.

Ciertamente, en ese objetivo deseable, la colaboración entre nuestras grandes empresas y los medios de comunicación va a ser más necesaria que nunca. Los españoles deben conocer de primera mano en qué y para qué se gasta cada uno de los euros de ese rescate destinado a diseñar la Europa de nuestros hijos y nietos.

Es hora, por supuesto, de la didáctica, de que las mismas empresas contribuyan al diseño de un nuevo y ambicioso sistema educativo que abandone el cortoplacismo que la política, temporal por su propia naturaleza, lleva de mochila. Los jóvenes deben tener la mejor preparación para los empleos del futuro. Ningún tic ideológico debe hacernos perder de vista el objetivo.

Iberdrola -como otras empresas del Ibex que hacen crecer cada día la “marca España” en todo el mundo-, en especial por su dedicación al valor energético, tan determinante en los planes europeos, debe ser una buena escuela de negocio que impulse una formación especializada y facilite el aterrizaje de los jóvenes en un mercado laboral llamado a someterse a otra revolución industrial.

Es el momento de abandonar de una vez por todas el victimismo y el complejo que en demasiadas ocasiones nos acompaña. También de dejar de derrochar bríos en temas que, aun siendo importantes, son tan coyunturales que pierden sentido ante la encrucijada que tenemos delante. Ilusionar es el mejor camino. Y no olvidar que nuestras compañías señeras no son el “enemigo”, tal como cierta izquierda nos las presenta, sino grandes oportunidades que dan trabajo y abren las puertas del mundo a España y a los españoles.