| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Pablo Iglesias junto a la candidata de los Comunes, Jéssica Albiach.
Pablo Iglesias junto a la candidata de los Comunes, Jéssica Albiach.

Podemos prefiere a "Nicolasito" Maduro sin estudios que a Leonor de España

Pablo Iglesias tiene a su alrededor un buen puñado de colaboradores formados en las más elitistas universidades, reconvertidos ahora en inquisidores contra la libertad de otros.

| Antonio Martín Beaumont España

 

 

Nicolás Maduro Guerra, el hijo del “jefe del Estado” de Venezuela, y según muchas quinielas favorito para “heredar” a su padre al frente del régimen instalado en Caracas, nunca fue el mejor alumno de su clase. Apenas se le conocen algunos estudios de música -toca la flauta- y, aunque se afirma que cursó estudios de Económicas en la Universidad Nacional de las Fuerzas Armadas, no existe certificado alguno que acredite su licenciatura.

Pese a tan escaso currículum formativo, el “heredero” venezolano ocupó su primer puesto en el gobierno como jefe del Cuerpo de Inspectores Especiales de la Presidencia de la República, un cargo que su progenitor se inventó especialmente para él. En 2014 lo nombró coordinador de la Escuela Nacional de Cine de Venezuela. Después, “Nicolasito”, como se le conoce popularmente, ha llegado a parlamentario de la Asamblea Constituyente. Tiene solo 30 años.

Mientras, en España, Podemos, formación que bebe de las fuentes -y de la financiación- del régimen de Maduro, ha puesto el grito en el cielo en estas últimas horas por que la heredera constitucional de la Jefatura del Estado va a completar su formación en el Atlantic College de Gales. Unos estudios que serán financiados por sus padres y que la propia Casa Real anunció con la máxima transparencia después de que Leonor superase las preceptivas y exigentes pruebas de admisión del centro académico.

 

Una vez adoptada la decisión en la trastienda de La Zarzuela, y sólo entonces, fue trasladada por Felipe VI al presidente del Gobierno, que se comprometió a “la máxima discreción”. Tanta fue, que hasta el núcleo duro de Pedro Sánchez desconocía la noticia. Colaboradores suyos de la máxima confianza, incluso interlocutores habituales de la Casa Real, se enteraron de la nueva a la vez que el resto del país. No hubo lugar en este caso a debate. Puro sentido común.

La ofensiva destructora de Podemos contra la Monarquía no conoce límites

El segundo socio del Gobierno de España, sin embargo, ha cruzado ya todas las líneas rojas en su deriva antisistema. A la ofensiva destructora contra la institución que garantiza la arquitectura de la democracia española, Podemos ha sumado, con su brutal ataque a la Princesa Leonor, otros signos de su deriva totalitaria: su absoluto desprecio por la libertad -en este caso, por el libre derecho de unos padres a decidir la educación de sus hijos- y su desdén aún más preocupante por la excelencia y el mérito de quien está llamada a regir el destino de casi 50 millones de españoles.

Si Pablo Iglesias es capaz de cuestionar el derecho de la próxima Reina de España a formarse, aprender otros idiomas y enriquecerse en el intercambio educativo con jóvenes de su edad de todo el mundo y de distintas clases sociales, es legítimo preguntarse a qué estaría dispuesto a llegar si sus competencias en el Consejo de Ministros alcanzasen algún día los ministerios relacionados con la Educación. Más aún cuando en la cuota morada de los ministros de Sánchez figura el responsable de Universidades, Manuel Castells. Afortunadamente -visto lo visto-, con escasas competencias.

La hipocresía de cierta izquierda española en este asunto está sobradamente demostrada. Durante décadas, destacados socialistas, mientras denigraban la educación privada o concertada, han matriculado a escondidas a sus vástagos en los más prestigiosos y costosos colegios europeos o norteamericanos. Iglesias tiene a su alrededor un buen puñado de colaboradores formados en las más elitistas universidades, reconvertidos ahora en inquisidores contra aquellos que reclaman el simple derecho a educar a sus hijos como mejor les parezca. La ideologizada Ley Celaá es una buena muestra de ello.

En su particular ley del embudo, Iglesias y sus pretorianos se han acostumbrado a no dar explicaciones sobre sus propias decisiones, como esa asistente del partido reconvertida en niñera, sufragada con fondos públicos y ascendida hasta el máximo nivel de la administración del Estado. Eso sí, desatan una nueva causa general contra la Monarquía por el mero hecho de que Don Felipe aspire a que, como ocurrió en su caso, la Princesa Leonor llegue a la Jefatura del Estado con la mejor formación y cualificación posible.

¿Acepta Sánchez que su socio diga dónde y cómo debe educarse la heredera?

Tal vez por esto se hace cada vez más urgente que Sánchez dé la cara de una vez. Si calla, será legítimo interpretar que admite que sea Podemos el que decida cómo y dónde debe educar en el futuro a sus dos hijas... y a las del resto de sus conciudadanos. Vista la deriva de Iglesias, es cuestión de tiempo.

Por cierto: sobre el vertiginoso ascenso del hijo de Maduro, los seguidores de Pablo Iglesias y Pablo Echenique no han dicho ni palabra.