| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno del miércoles.
Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno del miércoles.

El equilibrismo político de Pedro Sánchez hace mella en la bancada del PSOE

Los socialistas acusan el desgaste de vivir en un constante sinvivir parlamentario, como lo fue la carambola de Vox la semana pasada para salvar el decreto de los fondos europeos.

| Antonio Martín Beaumont España

 

Se escucha demasiadas veces al entorno de Pedro Sánchez decir que con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado a finales del año pasado "se resolvió el problema de la Legislatura". Sin embargo, cada día está más claro que en ningún caso quedó solucionada la gobernabilidad del país.

Máxime cuando el presidente camina convencido de que todos los demás tienen la obligación de sostener sus proyectos más decisivos. Se agarra permanentemente a que en el Congreso no existe una "alternativa aritmética" a él. Y es verdad, por ahora.

Y abusa de ese margen de maniobra ya sea tirando de la mayoría de la investidura -el conocido como bloque Frankenstein- ya sea, en "cuestiones de Estado" apelando a la responsabilidad de los llamados partidos constitucionalistas, muy especialmente el PP.

Para los guionistas de La Moncloa ni siquiera existe la necesidad de abrir negociaciones ni de dialogar: buscan que acabe imperando la claudicación.

Y que cada cual se retrate. Para los guionistas de La Moncloa ni siquiera existe la necesidad de abrir negociaciones ni de dialogar: buscan que acabe imperando la claudicación. Con esa estrategia como punta de lanza, llegó la semana pasada a la Cámara Baja uno de los decretos considerados "clave": el que canaliza el reparto de los fondos europeos.

Sólo en el tiempo de descuento, y ante un predecible descalabro, Sánchez ordenó a los suyos atarle los números. Las luces de los despachos cercanos al presidente se apagaron de madrugada. En la trastienda, llamadas a rebato, tanteos a los partidos-escolta (desde el PNV a Más País pasando por ERC o Cs), la búsqueda de Bildu para garantizarse un colchón de apoyos...  Corrieron como pollos sin cabeza.

En esa tesitura andaba Sánchez hasta la inexplicada abstención de Vox. "Llamada de Antonio Garamendi de por medio", cuentan desde la calle Génova, donde fue desatendida la petición del presidente de la CEOE de que respaldasen el decreto. "En 24 horas, de ser derogado, un Consejo de Ministros extraordinario hubiera podido armar uno nuevo", añaden las fuentes del PP.

Tal como dice con gracejo un ministro socialista "no hay Vox que por bien no venga": "Lo cierto es que los planetas se nos alinearon", añade.

 

 

La frase sale de un Gobierno aliviado con la carambola y que tiene a su jefe instalado en el alambre. Y ahí va a seguir hasta que caigan exhaustos, sus aliados. Desde luego, sorprende la dificultad de Sánchez de engrasar las relaciones. Es, como poco, llamativo.

El presidente del Gobierno "asumió en la primera ola de la pandemia, durante los sucesivos estados de alarma, que negociar tenía un coste porque lo que cerraba con un grupo parlamentario llevaba a otro a subir la apuesta, y viceversa", explica un alto cargo del gabinete.

Aunque su estabilidad tenga pies de barro y se niegue a verlo. Desesperados tiene a los dirigentes socialistas más veteranos. Porque, por mucho que muestre confianza ciega en sus posibilidades, para nada las tiene todas consigo.

Todo está demasiado abierto. Y la bancada del PSOE, a pesar del empeño en negar motivos para el desaliento, vive en un constante sinvivir. Con la que está cayendo en todos los órdenes, ya sea el sanitario, el social o el económico, se mueven políticamente "tirando del manual de supervivencia".

Ahora, el relato monclovita marca que, mientras en nombre de la cogobernanza las comunidades autónomas despliegan las restricciones, ellos esperen que el maná europeo y la estrategia de vacunación alcancen para una recuperación que les permita sacar cabeza y lleve a Sánchez en volandas hasta las elecciones generales 2023. Así es el plan.

En el camino, erre que erre, habrá más vueltas de tuerca ideológicas con la fanfarria desplegada. Y además, mucho marketing. Demasiada pose. Impostura en un país con cifras de caída económica
que no se conocían desde la Guerra Civil.