| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Puigdemont, este sábado en su comparecencia tras la aprobación del 155.
Puigdemont, este sábado en su comparecencia tras la aprobación del 155.

Puigdemont probará en el Senado de su propia medicina y sin trucos que valgan

Ya no es el Gobierno el que puede parar el 155, sino la Cámara Alta. Y ahí estamos: en la esperanza casi imposible de que a Puigdemont le entre un ataque del seny que nunca ha tenido.

| Carlos Dávila España

Más facilidades no se le pueden dar: si al orate Puigdemont le viene mal viajar el jueves a Madrid para comparecer ante el Senado, Pío García Escudero, filantrópico, le ha ofrecido el viernes, coincidiendo con el Pleno. Todo está por ver porque el núcleo de la cuestión es éste: ¿Proclamarán los sediciosos en Barcelona, en su Parlament, la independencia unilateral? Si lo hacen, el viaje no tiene sentido alguno.

Aquí, en el Senado, no le dan la palabra para que defienda la independencia, sino para contestar con alegaciones a la aplicación del 155. En fin; es un lío, no es de extrañar que el público en general esté hasta el gorro de estos secesionistas. Porque, fíjense, este domingo se sucedieron en Madrid y en la Ciudad Condal toda serie de reuniones y cruces telefónicos para intentar que el orate rebelde Puigdemont siga en sus trece, rete definitivamente a España, se envuelva en la bandera más sediciosa y proclame indefectiblemente la independencia.

No solo está siendo Miquel Iceta, el secretario de los socialistas catalanes, el pivote sobre el que se asientan todas las conversaciones, no; desde el Gobierno de Madrid se mueven también mil presiones, la mayoría de las cuales se ejercen sobre los representantes más conspicuos de la sociedad civil catalana, la que en otros tiempos se denominó la “burguesía” del Principado, una burguesía que, en opinión del exministro Josep Piqué, hace tiempo que ha dejado de existir.

Borrell se declara partidario de un pacto de los constitucionalistas del PSOE, de Ciudadanos y del PP, que pueda mantener un Gobierno tripartito en la Plaza de Sant Jaume

Fruto de este constante intercambio de opiniones son las declaraciones realizadas por la vicepresidenta que, de nuevo, ha abierto una rendijilla al regreso a la sensatez de los independentistas. Es cierto que, como se encargó Rajoy de dejarlo muy claro, ya no es el Gobierno el que puede clausurar el inicial puesta en marcha del 155 porque esa facultad corresponde por entero al Senado. Y ahí estamos: en la esperanza casi imposible de que a Puigdemont le entre un ataque del seny que nunca ha tenido.

La posibilidad, en todo caso, parece muy lejana. Sostenella y no enmendalla, ésa es la impresión que ahora mismo transmiten los rebeldes. Estos escucharán a los ocho senadores de la Comunidad e intentarán que les revelen cuál será el sentido de su voto en el Pleno del Senado. Existe mucha expectación sobre la opinión del expresidente de la Generalitat, el cordobés José Montilla, pero aquí sí podemos revelar las opiniones que sólo hace unos días en el Palacio Real y con motivo de la Fiesta Nacional expresaba ante un reducido grupo de personas.

La encrucijada ante el 155: el único senador del PSC y expresidente de la Generalitat, José Montilla.

 

Decía Montilla: “Estos” (o sea los secesionistas) no se van a mover de la independencia, convocarán elecciones cuando les venga mejor y es muy posible que Esquerra y la residual Convergencia vuelvan a presentarse juntos. “Y no se engañen ustedes -insistía- en ese escenario ganarían con mejor resultado que el que tienen ahora en el Parlamento”. ¿Puede deducirse que Montilla ya tiene desde hace algún tiempo decidido su voto?

De esta expresión literal desde luego no hay forma de adelantar su opinión; ahora bien, los que le conocen, y son bastantes, adelantan que un político que ha sido presidente de Cataluña no puede pronunciarse a favor de la intervención estatal de la Generalitat. De forma, que deduzcan ustedes.

Fruto del permanente cruce de opiniones son las declaraciones realizadas por la vicepresidenta que, de nuevo, ha abierto una rendijilla al regreso a la sensatez de los independentistas

Montilla se está moviendo al son que le marca Iceta, el cual en estos días sufre en sus propias carnes la explosión de muchos alcaldes del PSC que se han encocorado contra el 155, entre ellos el alcalde de Lérida, Ángel Ros, que para esta ocasión ha abandonado su moderación y su lejanía con las tesis independentistas para abonarse a la idea de que una intervención en Cataluña es absolutamente indeseable.

Ninguno de los socialistas citados es partidario de esa “triple alianza” que viene pregonando el exministro José Borrell, el cual se declara partidario de un pacto de los constitucionalistas del PSOE, de Ciudadanos y del PP, que pueda mantener un Gobierno tripartito en la Plaza de Sant Jaume.

Borrell no está dispuesto sin embargo a que se le siga presentando como el epígono de la reacción españolista en Cataluña, quizá por eso esta semana ha retomado su mochila alpina y se ha largado con el viento otoñal correspondiente a dar largos paseos por los montes pirenaicos, no sin antes advertir a quien quiera escucharle que “parece mentira que nadie se esté dando cuenta de que Cataluña vive la crisis más grave de su historia”.

En Madrid, Sánchez lidia con las piruetas de unos y de otros pero, según todas las fuentes, no guarda la menor esperanza de que los independentistas vuelvan tras sus desesperados pasos porque a éstos -ya lo dijo en su día el diputado Joan Tardá “el 155 nos viene que ni de coña”. Sánchez es consciente de que la militancia más activa contra la intervención, militancia presente en el Congreso de los socialistas madrileños, piensa que el acuerdo con el PP y Ciudadanos “significa para nosotros el abrazo del oso”.

Quedan horas para que de una vez por todas se despeje la última incógnita de la independencia y en estas condiciones quizá convendría recoger aquellas palabras proféticas del ministro de tantas cosas y con dos partidos diferentes, Francisco Fernández Ordóñez, que anticipaba hace muchos años estas dos consideraciones: primera, decía: “Todo el mundo piensa que el problema es el País Vasco, pues no, el problema será finalmente Cataluña” y, segunda: “Cuando los independentistas peguen el estirón no volverán atrás porque se han abonado a la tesis de que cuando se comete un error se comete hasta el final”. Nada más que añadir.