| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Delgado, con semblante serio, este miércoles durante su comparecencia en el Congreso.
Delgado, con semblante serio, este miércoles durante su comparecencia en el Congreso.

Delgado se disfraza de víctima del chantaje de Villarejo y la "extrema derecha"

Las nulas explicaciones de la titular de Justicia en el Congreso sobre sus "amistades peligrosas" y sus constantes evasivas indignaron incluso a los socios de Pedro Sánchez.

| Miguel Blasco España

Dicen quienes la han tratado en privado en estos últimos días que la ministra Dolores Delgado está, literalmente, "muerta". Tan hundida tras las publicaciones de los audios del excomisario José Villarejo como para haber presentado su dimisión a Pedro Sánchez, forzado a rechazarla para evitar la voladura de su Gobierno. Pero, además, este miércoles Delgado recibió la puntilla a su carrera convertida ya en un zombi político.

Y ello una semana después de su reprobación en el Senado y solo 24 horas después de que el Pleno del Congreso pidiera el martes su dimisión, con la abstención de Unidos Podemos.

Ya este miércoles por la mañana, durante la sesión de control, fracasó rotundamente al presentarse como la "víctima inocente" de un chantaje al Estado. Y, después, en su comparecencia ante la Comisión de Justicia, fue incapaz -se negó, de hecho- de explicar sus confidencias con Villarejo.

Eso sí, a ella llegó con una clara táctica, la de la mejor defensa es un buen ataque. Y con un argumentario de manual. Así, clamó: "Yo soy la víctima". La víctima, a su juicio, del "chantaje al Estado" del excomisario y de la "extrema extrema derecha". Según explicó, esta extorsión tendría como objeto "impedir que avance la agenda del Gobierno".

Y en ese papel victimista y para eludir el meollo de su cita ante la comisión, que pretendía preguntarle por el contenido de las conversacion en sí, rechazó responder alegando que se trata de "grabaciones ilícitas". De esta forma, sus señorías se quedaron sin saber por qué la entonces fiscal no denunció -la aplaudió, incluso- la red de prostitución y extorsión montada por Villarejo, como él le relato en la famosa comida del restaurante Rianxo.

Pero, en el turno de réplica, Delgado fue literalmente vapuleada por los portavoces de PP y Cs y, en menor medida, por el resto de portavoces. "No creo que sea un chantaje y si lo es, es que está reconociendo que hay algo para chantajear", le espetó la popular María Jesús Moro.

"No se escude detrás de su trayectoria profesional para tapar los errores y esquivar las responsabilidades políticas porque necesitamos una ministra que no pueda ser chantajeada", apostilló el portavoz naranja, Ignacio Prendes.

 

"¡Dimisión, dimisión!": Una muy seria Delgado escuchaba los gritos de los escaños del PP durante la sesión de control al Gobierno este miércoles.

 

Y aún llegaron nuevos problemas para la ministra este miércoles. Primero desde la Audiencia Nacional, donde el juez Diego de Egea reconoció que los audios que afectan a la ministra no pertenecen a los que obran la causa de la Operación Tándem.

Es decir, ni el juez ni la Policía pueden garantizar que no se produzcan nuevas filtraciones de conversaciones inéditas de Villarejo. ¿Habrá más de Delgado y Garzón en la recámara?, se preguntan muchos desde el PSOE.

La segunda mala noticia le vino a Delgado desde la cárcel de Estremera. Y es que el mismo Villarejo al que la titular de Justicia trata ahora a la desesperada de presentar como un enemigo acérrimo -pese a la cordialidad y la complicidad que los audios demuestran- ha requerido en los últimos días los servicios de un notario, como reveló El Confidencial.

Solamente él y su mujer saben qué encierra este nuevo movimiento sobre el tablero del amo y señor de las cloacas del Estado en las últimas cuatro décadas. Pero, visto lo visto hasta ahora, nada bueno para Delgado y su padrino judicial, Baltasar Garzón.