| 23 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El "invierno electoral" de Sánchez tensiona al PSOE como nunca desde su llegada

Page desata las hostilidades con su acusación al líder de tratar a los barones como "monaguillos". Vara le desautoriza. Lambán indignado por el sainete olímpico. Y Susana afila los cuchillos

| Javier Ruiz de Vergara España

“En el PSOE solo hay un jefe, los demás somos monaguillos”. Esta reveladora frase que pronunció este miércoles Emiliano García Page resume a la perfección la tensión maxima que atraviesa al PSOE de norte a sur y de este a oeste. "Yo no me siento monaguillo de nada ni de nadie", le ha replicado apenas venticuatro horas después Guillermo Fernández Vara.

Un lamento el del presidente manchego que, casualidades de la azarosa vida interna de los socialistas, llegaba a la misma hora en la que Pedro Sánchez despejaba los crecientes rumores sobre su futuro en el corto plazo. Piensa ser el candidato de nuevo en 2023. No parece contemplar la posibilidad de que a su partido le interese mucho más otra opción alternativa viendo el imparable desgaste del proyecto sanchista.

El desahogo de Page, que se une a algunos recientes puyazos del extremeño Vara y al enfado del aragonés Javier Lambán por el desprecio de Moncloa a su lucha por la candidatura olímpica conjunta y en igualdad de condiciones entre Aragón y Cataluña, coincide además con una convicción unánime en las baronías socialistas: que el alcance del cataclismo electoral que se va a producir el 19-J va a ser “histórico” y que la situación del país en invierno, antes inquietante, dibuja trazas de convertirse en “dramático”.

Porque si con la guerra en Ucrania ya pintaban bastos, la represalia de Argelia tras el bandazo de Sánchez con el Sáhara se torna en demoledora para el bolsillo de los españoles. Los mismos españoles, y esta es la clave de la tensión que recorre el otro PSOE ajeno a Moncloa y Ferraz, que están llamados a las urnas de las municipales y autonómicas en apenas unos meses.

 

Sánchez está en el "foco" de los dirigentes territoriales socialistas como nunca antes.

 

Los presidentes autonómicos saben de primera mano lo que les espera tras la primera temporada turística postpandemia -que se espera espectacular- cuando se apaguen las luces de agosto.

Muchos de sus posibles votantes de regreso al paro o a los ERTE, unas tarifas energéticas con la luz y el gas de nuevo disparados y los precios desbocados sin control otra vez, y el efecto desmoralizador que las elecciones andaluzas va a dejar en la tropa socialista. Por cierto que el susanismo defenestrado por Sánchez afila los cuchillos ante esa debacle sin precedentes que los sondeos endosan ya a Juan Espadas.

Y por si fuera poco, los barones saben también por sus viajes a Bruselas que la Unión Europea lleva semanas advirtiendo de que la barra libre está a punto de cerrarse. Y Moncloa tendrá que llevar definitivamente la reforma de los autónomos y de las pensiones y un plan, está vez creíble, de ajustes contra la deuda y el déficit.

Y Frankenstein se echa al monte

Y en meses preelectorales para “todos”, los Page y compañía son bien conscientes de que los socios del sanchismo van a ser más enemigos entre sí que nunca por sus respectivas primacías en sus caladeros electorales. Las batallas entre Podemos e IU, y entre Junts y Esquerra ya están lanzadas. La del PNV contra Bildu, a punto de hacerlo.

Y con este panorama, el PSOE periférico lleva meses reclamando a Sánchez un plan integral de relanzamiento del partido y un Comité Federal que al menos diagnostique la enfermedad y recete el tratamiento de choque.

Pero Sánchez ya ha demostrado que no tiene la menor intención de bajar a pie de obra. En terminología de Page, el Papa Sánchez no quiere mezclarse con sus “monaguillos”.