| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Juan Carlos Monedero, un hombre solitario.
Juan Carlos Monedero, un hombre solitario.

Pillamos in fraganti a Juan Carlos Monedero solo, descompuesto y sin novia

Es difícil encontrar a un hombre solitario un domingo de Rastro en Madrid pero ESdiario descubre al exfundador de Podemos en un lugar y en unas condiciones que sorprenden para él.

| Gisela Sebastián España

 

 

Aquellos que hayan visitado alguna vez, aunque solo sea una, el Rastro de Madrid saben que es imposible estar solo. La soledad es incompatible con lo que allí ocurre tanto en sus calles como en sus bares. Pero sucede. A Juan Carlos Monedero le pasa, "le plantan o se planta" en la barra de un bar durante horas. De pie, con una copa de vino y la única compañía de los libros y un rotulador (rojo, no nos engañemos). Marca y subraya los documentos con la misma tinta que, años atrás, pigmentaba el ideario de Podemos. Y lo hace en el bar donde hace una década compartía discurso con Iñigo Errejón y Pablo Iglesias.

Nos situamos en el bar restaurante Peñalaire, conocido por los vecinos de Embajadores como Los Corales por ser su antiguo nombre y haber reunido bajo su techo a toda la comunidad del barrio ávida de buena comida casera. Es un bar "con solera, de toda la vida, de nuestra vida" dicen sus vecinos "y por aquí han pasado todos, no faltaba ninguno, pero eso era antes...", añaden sus fieles comensales que en un pasado no muy lejano fueron testigos de reuniones infinitas de la antigua cúpula podemita en este restaurante. Ahora es otra historia.

Errejón, Monedro e Iglesias: El bueno, el feo y el malo

Los tiempos han cambiado, como las siglas y las amistades. Y en esta materia los ideólogos de Podemos tienen un grado, postgrado y triple salto mortal carpado. Porque las piruetas de "los chicos de Vistalegre" nos han dado mucho pan y circo. Y ahora ¿qué? A Iñigo Errejón lo vemos trabajando todas las semanas desde su escaño pero de la coleta y de las gafas ni rastro. El bueno, el feo y el malo, así les llamábamos algunos periodistas que utilizábamos la fantástica banda sonora de Ennio Morricone para ambientar las crónicas televisivas de los tres pistoleros morados.

Ahora, diez años después, hay silencio. A Monedero ya no le acompaña la tuna del 15M ni los estudiantes de la esperanza. Lo vemos de pie, en uno de sus bares antes convertido en su fortaleza, en la barra de la izquierda (no nos volvamos a engañar). Es un fanático de los higaditos de pollo, una de las tapas estrella del local. Los acompaña con Albariño, el hermano mayor de los vinos gallegos cuya fama se vió eclipsada el 25 de agosto de 2019 con un "viva el vino de Ribeiro" de Mariano Rajoy en la XXX Festa da Vendima de Leiro.

Libros y vinos, los amigos de Monedero

El camarada de Iglesias está para pocos vítores y durante tres horas se queda de pie, coloca cinco libros sobre la barra y lee. El bar está como cada domingo, lleno y casi impracticable, pero a Juan Carlos Monedero no le molesta el ruido, quizá incluso lo agradezca, pues ni su móvil suena ni los otros clientes del bar le dicen nada. Allí hay varios afiliados de Podemos, díscolos de Mas Madrid, incluso antiguos dirigentes de la CNT. La salsa parece perfecta, pero el huevo es difícil y se corta si echas mucho aceite. Nadie le saluda y nadie le acompaña. Pero los demás observan e incluso comentan la imagen del exlíder podemita solitario y casi enfermizo subrayando y poniendo notas en sus libros hasta que el bar echa el cierre.

Errejón y Monedero comparten bares pero sin tertulia

Es una imagen extraña, nos preguntamos si espera a alguien y resulta que no es la primera vez. En la calle Embajadores de Madrid es habitual verlo sin compañía cuesta arriba y abajo, parando en el Peñalaire, donde pude cruzarse con Íñigo Errejón que también frecuenta este restaurante pero, últimamente decide tomar las cañas con amigos unos números más arriba, en el Teatro Pavón. Pero los domingos todo es diferente, el barrio se transforma y la soledad ni se entiende ni se comparte en estas calles de Madrid que, desde el siglo XV se convierten en un mercado callejero único en el mundo.

 

Un domingo de Rastro en la capital es sinónimo de bullicio, charla, amistad, compras, vida, mucha vida. Tanta como la que acumulan las calles de uno de los barrios más hermosamente castizos de Madrid. Por su belleza y sus tradiciones es un reclamo para turistas pero, para los madrileños, un punto de encuentro habitual cada domingo. Incluso rostros muy conocidos de la cultura o la televisión se mezclan en el bullicioso y fantástico ambiente sin temor a ser descubiertos porque la esencia del mercado al aire libre más antiguo y popular de Madrid es ser un lugar de encuentro. Así lo entienden (y los hemos visto) presentadores como Arturo Valls, Javier Ruiz o Angels Barceló con su tertuliano Javier Aroca. Todos en compañía de amigos o familiares, atendiendo a algún ciudadano que les reconoce y saluda, lo normal vamos.

El solitario Monedero le da una lección de amistad a Ayuso

Rastro tiene su forma verbal en rastrear, acción que practican periodistas y clientes que siguen un camino señalado hasta hallar algún objeto deseado. De ahí el nombre de este mercado que, en su origen medieval se conocía como Plaza del Matadero donde la pista a seguir por los compradores hambrientos eran los caminos de sangre que los animales dejaban tras ser sacrificados para su venta. Ahora, el rastro colorado y las víctimas son otras. Lo que no ha cambiado es la multitud y el hambre.

Lo extraño es la soledad de Monedero entre tanta gente, en su bar de confianza a rebosar de clientes, en su zona de confort de antiguas tertulias, sin más compañía que cinco libros en la barra de un bar, una copa de vino blanco y un rotulador rojo. No nos engañemos, antes de acudir al local del centro de Madrid a las 14:15 h, el exlíder de Podemos graba un mensaje a las 11:45 h desde su casa para dar una lección de amistad a través de Twitter y decir que Isabel Díaz Ayuso"amigos no tiene, no sabe de lealtades y agradecimientos" y la compara con la Reina de Corazones. Cuando salió del bar a las 17:30 h de la tarde ya no sabemos si quizá en casa ya le esperaba alguien o se puso a hacer un solitario.