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Lucía Garrido y Manuel Alonso.
Lucía Garrido y Manuel Alonso.

Las cuatro muertes de Lucía Garrido

Transcurridos 12 años desde el misterioso asesinato de la mujer malagueña, su ex marido será juzgado por matar a tiros a dos hombres en la misma escena del crimen.

| Alfonso Egea España

 

Hay parejas que acaban mal, muy mal, y hay otras parejas que acaban en asesinato. Incluso esas se quedan a años luz de cómo acabó la pareja de Lucía Garrido y Manuel Alonso. Pocas parejas “normales” en apariencia tienen tras de sí tanta violencia, tantos cadáveres, tanta droga, tanta corrupción policial, tanto de todo lo que ninguna pareja debe tener.

30 de abril de 2008, un día más para todos, el último día de vida para Lucía. Hacía ya mucho que Manuel y Lucía no compartían cama, ni siquiera techo. El noviazgo se había deteriorado hacía tiempo y la separación ya era formal sentencia judicial mediante. Ambos habitaban una finca de 5.000 metros cuadrados a unos 20 kilómetros de Málaga.

Manuel era aficionado a la caza y regentaba una especie de reserva de animales exóticos por donde era fácil ver de vez en cuando a agentes del Seprona de la Guardia Civil que colaboraban con Manuel en la conservación y cuidado de los animales que o bien él cuidaba o que los agentes le entregaban para su protección después de requisarlos en alguna operación policial.

La finca de Manuel, Los Naranjos, era el centro de su vida, personal y profesional, pero el final de su relación con Lucía hizo que ese lugar se les escapara como agua entre los dedos. Lucía denunció varias veces a Manuel ante el juzgado de Violencia de Género, y fruto de una de esas denuncias el hombre tuvo que abandonar su finca.

Allí se quedarían a vivir en la vivienda familiar Lucía y su hija, que en aquel momento tenía dos años. Manuel solo podía acceder a la propiedad para cuidar de los animales. El resto del tiempo estaba obligado a estar alejado de su ex pareja y como mucho podía estar en una casa que había alquilado cerca de su finca.

Un "león" hambriento

Pero hay formas y formas de cumplir con la ley y Manuel comenzó a darle presuntamente mala vida a Lucía de otras formas. Le cortaba la luz o el agua, los electrodomésticos se estropeaban de manera recurrente y misteriosamente los animales más llamativos y peligrosos que tenía Manuel, los leones por ejemplo, rugían por las noches famélicos porque su dueños los dejaba en ayunas varios días. ¿Han escuchado alguna vez rugir a un león hambriento en mitad de la noche a escasos metros de sus casas? Lucía Garrido sí.

A Lucía le quedaban muy pocos apoyos entre sus amigos y su familia, y no porque ellos no quisieran, sino porque Manuel la había alejado de todos y de todo. Poco antes de morir Lucía apenas podía contar con su hermana Rosa, a la que le hizo prometer que si algo le sucedía a ella tendría que ocuparse de su hija como si fuera propia.

 

La hermana de Lucía, Rosa, que cuidó de su hija tras el asesinato.

 

La mañana de ese 30 de abril Lucía fue encontrada muerta en la finca de Los Naranjos. El cuerpo de la mujer flotaba boca abajo en la piscina de la casa. ¿Se había ahogado? Ni de lejos. La inspección ocular delató que en ese escenario había muchas cosas que no cuadraban.

A Lucía le habían atacado y le habían golpeado la cabeza por detrás con un adoquín suelto del propio borde de la piscina. La mujer salía de la casa, cerca de ella estaba el bolso con las llaves de su coche. No lejos de su cuerpo había otra llave, una llave que no debería estar allí. Suelta y sin llavero. La llave de la puerta de entrada de la finca.

Alguien había recibido información y medios para acechar y atacar a Lucía sin ser detectado. Con esa oportuna muerte Manuel había recuperado su finca. ¿Se podía sospechar de él? ¿No era desproporcionado creer que había encargado el asesinato de su ex para recuperar una finca de campo?

 

Si lo que realmente escondía el refugio de animales exóticos de Manuel era una guardería de droga en la que se guardaban millonarios cargamentos no, no era nada exagerado. Y eso era a lo que Manuel según los investigadores de la Guardia Civil se dedicaba exactamente.

Solo hubo que esperar un año para reforzar esta hipótesis que durante mucho tiempo parecía una teoría de la conspiración contra un pobre criador de animales a cuya finca iban incluso escolares para ver de cerca a los ejemplares más llamativos.

 

Croquis de los disparos elaborado por los investigadores.

 

Quien tuviera dudas de que Manuel usaba la finca para mucho más que para eso se le despejaron bastante en abril del 2009. A las diez y media de la noche del día 28 una patrulla de la Guardia Civil llegaba a la puerta de Los Naranjos alertados por la llamada de un vecino que había escuchado disparos.

Cuando los agentes detuvieron el coche Manuel Alonso salió a su encuentro. Les explicó que estaba tranquilamente en su casa cuando, alertado por sus perros, salió al porche de la vivienda y se encontró con dos desconocidos que estaban en el interior de su propiedad y le estaban amenazando con armas de fuego. Según Manuel hubo un intercambio de disparos. Los mató a los dos. Defensa propia. Caso cerrado.

Pocas preguntas se hicieron entonces los agentes intervinientes en esa actuación. ¿Qué posibilidades tenía Manuel de sobrevivir a un asalto por parte de dos tipos armados? ¿Qué buscaban los asaltantes en esa finca? ¿Cómo pudo matar a los dos sin sufrir el menor rasguño?

La hermana de Lucía cumplió con su promesa y cuidó de su sobrina como si fuera su hija, pero el cáncer se la acaba de llevar

Tres cadáveres, el de Lucía y los dos asaltantes, en la misma propiedad en menos de 12 meses. Asuntos Internos de la Guardia Civil y la Asociación Unificada de la Guardia Civil decidieron llegar al fondo del asunto. Lo hicieron por separado pero llegaron a similares conclusiones.

Manuel Alonso necesitaba deshacerse de Lucía para recuperar el control de su verdadero negocio lejos de miradas indiscretas, la droga, y por eso Lucía ya no está entre nosotros. Por la muerte de su ex mujer Manuel se sentó en el banquillo de los acusados. Junto a él miembros corruptos de la Guardia Civil que según las acusaciones ayudaban, asesoraban y protegían a Manuel porque ellos también participaban del negocio de la droga.

¿Defensa propia?

Fueron juzgados y absueltos pero ni siquiera ese juicio con jurado fue limpio. Fiscalía solicitó anularlo. Hubo serios indicios de que el jurado fue presionado. El juicio se repetirá por orden del Tribunal Superior de Justicia.

Y mientras ese juicio llega, el que deberá hacer Justicia a la muerte de Lucía, Manuel Alonso acaba de saber que será juzgado por la muerte de los hombres que entraron a su casa. La jueza ahora tiene más dudas que antes de lo que sucedió aquella noche. ¿Fue un crimen en defensa propia? Eso depende sobre todo de si los asaltantes iban armados y de si Manuel sabía que iban a entrar.

Las marcas de los disparos.

 

La sospecha ahora se basa en que algunos de esos guardias civiles corruptos amigos de Manuel pudieron echarle un cable aquella noche y que los dos hombres, dos colombianos residentes en Madrid, aquella noche no solo no fueran armados sino que fueran la avanzadilla de un grupo mayor que quería darle un vuelco a Manuel, un robo de droga entre narcos en su argot. Cuando la banda vio que Manuel despachó a sus dos primeros hombres pusieron pies en polvorosa. Ahora la jueza duda de que hasta fueran armados.

Dos juicios

Manuel tiene en su horizonte más cercano dos juicios pendientes por tres muertes violentas. Más de 12 años después la lucha de muchas personas buenas empieza a fructificar. Años de denuncias, de amenazas, de desilusiones, de dolor. Muchas personas podrán ver si la Justicia coloca a Manuel más cerca de donde presuntamente le corresponde, pero entre esas personas no estará Rosa Garrido.

La hermana de Lucía cumplió con su promesa y cuidó de se sobrina como si fuera su hija, pero el cáncer se la acaba de llevar sin ver el último episodio de una historia de violencia que arrancó con la muerte de su hermana. La suya ha sido la cuarta muerte de Lucía Garrido. Ojalá la última.