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La acusada, con el círculo rojo, el día de su boda
La acusada, con el círculo rojo, el día de su boda

Los secretos de la Viuda Negra de Alicante

ESdiario accede a las pruebas fotográficas que revelan el montaje de una boda por conveniencia que acabó en asesinato.

| Alfonso Egea España

 

Conchi y su amante se sientan desde hoy en el banquillo de los acusados. Se enfrentan a más de 60 años de cárcel. Ésta es su historia.

Concepción Martín Velasco no ha cumplido todavía 50 años y cuatro parejas sentimentales ornamentan su biografía amorosa. Cuatro por encima de todas las demás que haya tenido, porque esas son las que definen a una mujer que se enfrenta a más de 30 años de cárcel por el crimen de su último marido. De esos cuatro hombres Conchi es oficialmente la viuda de tres y según el cuarto, el superviviente, también puede ser considerada la responsable de haber convertido su vida en una pesadilla.

Lo que se juzga desde hoy en la Audiencia Provincial de Alicante es la historia que se escondía tras este titular del año 2018: “Detenida por asesinar a su marido, con el que acababa de casarse”. Como para no fijarse en la noticia. Sin embargo la investigación policial demostró que una vez más el citado artículo estaba a años luz de poder resumir la verdadera historia de Conchi, Francisco y José Luis.

Junto a Conchi se sentará ante el tribunal Francisco Pérez Ortega, un hombre enjuto, de 60 años pero con apariencia de haber superado los 70, con feos antecedentes penales y condenas a sus espaldas. Cuando le pregunten él dirá que es el devoto cuidador de una mujer desvalida a la que se dedicaba en cuerpo y alma.

 

 

Sin embargo cuando las acusaciones lo presenten dirán que era el verdadero compañero conyugal de Conchi, y una testigo en concreto lo identificará como el matarife que la viuda se buscó para apuñalar 20 veces con un destornillador a José Luis Sánchez, el hombre que a sus 70 años tuvo la peor idea de su vida: casarse con Conchi el 4 de agosto de 2018 para echarle una mano con unos papeles. Ese día firmó sin saberlo su sentencia de muerte. 16 días después fue ejecutado. 

La del 20 de agosto de 2018 fue una noche calurosa en Alicante, pero lo suficientemente agradable como para salir a caminar por las inmediaciones de una ladera a las afueras del núcleo urbano. Encarnación se vistió con ropa de deporte y enfiló su camino habitual para hacer deporte.

Dos figuras oscuras

Eran las 10 de la noche y esta agente de policía con varios años de experiencia y algún que otro destino más o menos complicado paseaba a buen ritmo por la ladera que a través de una carretera sinuosa descendía hacia un aparcamiento público. 

Lo primero fue el grito. Encarnación asegura que apenas podía distinguirse qué sucedía varios metros por debajo del camino que ella seguía, pero lo que tuvo claro desde el primer momento es que una persona estaba gritando de forma desgarradora y cuando afinó la vista distinguió que esa persona estaba siendo acorralada por dos figuras oscuras.

 

 

Una de ellas estaba en permanente contacto con quien gritaba, la otra a escasos dos metros. Encarnación les gritó para que se detuvieran. La persona más alejada de quien parecía ser la víctima le hacía gestos en un intento de tranquilizarla para intentar conseguir que siguiera su camino. Encarnación lleva demasiados años en la Policía como para tragárselo. Aceleró el paso para intervenir. Ni placa ni pistola, solo Encarnación en mallas, y no hizo falta más. 

Cuando la agente llegó al parking se encontró a tres personas entre dos coches. Una de ellas agarraba a otra mientras la tercera asestaba una y otra vez lo que a ella entre la penumbra le parecían golpes y lo que en la sala de autopsias se demostró que fueron puñaladas ocasionadas con un destornillador.

Más de 30 lesiones contó el forense, casi 20 puñaladas que acabaron con la vida de José Luis, el marido recién casado con Conchi, la mujer que lo sujetaba por la espalda mientras Francisco, amante de Conchi y testigo del enlace matrimonial, lo cosía a puñaladas. 

Encarnación, la policía, intervino. Agarró a Francisco y a Conchi y los separó de su víctima. Los retuvo y los tuvo perfectamente custodiados hasta que llegaron sus compañeros del Cuerpo Nacional de Policía que sí estaban de servicio aquella noche. Conchi trataba de excusarse, según ella unos “negros” les habían atacado y ella y Francisco trataban de salvar a José Luis.

 

 

Mientras ella atropellaba mentiras, su novio asesino tiraba el destornillador y se guardaba un par de guantes de látex manchados de sangre dentro de su ropa interior. Todo fue localizado por los policías que poco a poco iban llegando a la escena del crimen. Nada se pudo hacer por José Luis, murió desangrado. ¿Cómo demonios y por qué habían llegado aquellas tres personas a semejante situación? 

ESdiario ha tenido acceso a una secuencia fotográfica que a quien no conozca los detalles del caso puede parecerle unas imágenes cualquiera. Sin embargo son el resumen fotográfico de por qué Conchi y Francisco decidieron matar al amigo que les había hecho un favor. El 4 de agosto Conchi y José Luis, la víctima, se casaron.

En la imagen también aparece Francisco, testigo legal del enlace. Llama la atención que José Luis acudiera a su propia boda vestido como quien va a comprar el pan. Llama más la atención cuando ves la indumentaria de Conchi y Francisco, que, pese al dudosísimo gusto que muestran para la etiqueta, se nota que habían puesto empeño en ir lo que a ellos les parecía muy elegantes. 

La falsa lesión

Y es que los verdaderos novios eran ellos. De hecho, este diario publica las únicas imágenes posibles de publicar de lo que fue una noche de bodas que decidieron inmortalizar. Fotos íntimas hechas por Francisco a Conchi y por Conchi a Francisco y en las que José Luis, el novio de palo, ni está ni se le espera.

Además hay otra foto muy llamativa, la que se hace siempre que se oye eso de “puede besar a la novia”. Francisco enrosca su boca en la de Conchi mientras José Luis se levanta y da la espalda a la escena como si con él no fuera la cosa. Y esa es la pura verdad, su labor ahí ya había acabado. 

Conchi llevaba años viviendo de una falsa lesión producida tras un accidente de tráfico. Se pasó media vida simulando que necesitaba una silla de ruedas porque no podía andar. De hecho en este reportaje también puede verse la instantánea de su llegada a los juzgados después de haber asesinado a su recién estrenado esposo.

 

 

Dos policías la llevan en volandas porque Conchi se negaba a dar un paso aduciendo que un grave accidente la mantenía condenada a estar para siempre en su silla de ruedas. Sin embargo, la noche del crimen, Encarnación, la policía fuera de servicio, la vio de pie, caminando, y sujetando a su marido mientras su novio lo apuñalaba

La trampa

La tesis de la acusación en el juicio que ahora arranca es que Conchi y Francisco le pidieron a José Luis que se casara con ella por asuntos legales y económicos que a ella le permitieran seguir viviendo de su falsa invalidez. Pasados los días los investigadores creen que enviudar podría ser una pedrea para Conchi si conseguía la pensión correspondiente. Dudan aún si esto era un plan preconcebido tiempo atrás o si fue una brillante idea que tuvieron después del enlace matrimonial. 

Con ese objetivo ambos acusados engañaron al falso marido para que acudiera a aquel aparcamiento. Le dijeron que Conchi quería verlo esa noche primero para esparcir las cenizas de una hija de Conchi fallecida, otra mentira, y luego para una cena “romántica”. José Luis picó, eran sus amigos, confió en ellos, y eso le costó la vida. Al menos su muerte detuvo a la mujer que se ha ganado a pulso que la conozcan como La Viuda Negra de Alicante.