| 04 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez y Carolina Darias, arrollados por la sexta oleada.
Pedro Sánchez y Carolina Darias, arrollados por la sexta oleada.

El último posado de Sánchez no frena la ola de hartazgo general por su pasividad

La lucha contra la montaña rusa del virus reclama la concertación de las instituciones. Pero el presidente sólo pretende crear la imagen de que está implicado en primera persona.

| Antonio Martín Beaumont España


Con los españoles tocando con sus dedos las celebraciones de Navidad, Pedro Sánchez ha dejado al país en vilo por las medidas que adopte este miércoles la conferencia de presidentes autonómicos. Siempre que el objeto de la reunión sea tomar decisiones, claro, y no una mera foto. Otra más. Porque todo apunta a lo segundo.

Como lo de los dos Consejos de Ministros a la semana para vender dinamismo. Humo. Marear la perdiz para dar la impresión de que se está al pie del cañón. Un descarado posado político antes de la cena de Nochebuena.


La lucha contra la montaña rusa del virus reclama la concertación de las instituciones de cualquier nivel. Pero bien parece que el presidente del Gobierno sólo pretende, de cara la galería, crear la imagen de que está implicado en primera persona.

Que nadie vaya a pensar que está mano sobre mano en su complejo presidencial mirando los riesgos ciertos de ómicron. Más marketing. Y ello aunque siga empeñado en enfocar en las autonomías cualquier decisión restrictiva. Hace ya mucho que Sánchez se desentendió de ejercer labores de coordinación en la pandemia y descargó su responsabilidad sobre las espaldas de los presidentes autonómicos. El timo de la cogobernanza.

El presidente no desea ejercer “mando único” con España cabalgando sobre una sexta ola. Hace más de un año pasó, sin solución de continuidad, de la negligencia en la gestión a la pasividad. Sánchez sólo muestra ganas de comparecer en público para atribuirse injustamente las medallas del éxito en la vacunación.

Es perfectamente consciente, pese a las excesivas veces que ha comparecido congratulándose por haberla vencido, de que la solución a la epidemia jamás ha estado en el horizonte cercano, y de que la realidad nos obliga a convivir con el virus.

 

Sánchez, en la reunión de su Comité de Seguimiento del coronavirus aunque sigue sin tomar medidas.



Otra cosa son sus propias contradicciones que pilota montado en su Falcon. Lo volvió a ejemplificar el pasado fin de semana al reconocer un riesgo “cierto y grave” desde Barcelona, pero sin dejar de rodearse a continuación de 1.500 militantes en la clausura del congreso del PSC.

La lucha contra la montaña rusa del virus reclama la concertación de las instituciones. Pero el presidente del Gobierno sólo pretende, de cara la galería, crear la imagen de que está implicado en primera persona.

¿Qué moral se tiene para pedir a los españoles “responsabilidad” viendo algunos mandatarios políticos comportarse tan “alegremente”? Los socialistas asturianos hubiesen celebrado además su cónclave si no llega a ser hospitalizado por Covid su líder y presidente del Principado, Adrián Barbón. Tal ha sido la lejanía con las señales de alarma.


Pues bien, tras un mes echando balones fuera, fiándolo todo a la campaña de vacunación, a las mascarillas y a la prudencia de los españoles, ahora, con el sonido de la Lotería en voz de los niños de San Ildefonso tronando, La Moncloa ha regado aún más el clima de hartazón que vive España.

Qué pena. Sánchez debería entender de una vez que lo único que se le pide es servir al interés público desde la lealtad institucional. Menos pensar en lo que le sirve a él y más trabajar por lo que es bueno para los españoles.