| 24 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Ana García Obregón
Ana García Obregón

En memoria de quienes critican el regreso de Ana Obregón

Su rostro ha estado vinculado a los especiales de Nochevieja desde 1984 hasta 2004. En Nochevieja nos toca renovar la ilusión perdida en 2020, quién mejor que ella para hacerlo.

| Milagros Martín-Lunas Medios

 

 

"Espero dejar el luto, dejar las lágrimas y que la gente vea esa esperanza que es difícil encontrar en estos momentos". Ana Obregón fue la protagonista de la presentación de la temporada navideña de RTVE. No en vano, se trataba de su primera aparición pública desde que la corporación anunciara que este año las campanadas, por primera vez en la historia, serán en femenino plural. Anne Igartiburu y Ana Obregón despedirán a este nefasto 2020 que inicia su cuenta final.

Nada más conocer la noticia, los todólogos se volvieron locos. La enjuiciaron con verdadera inquina. Mientras a Carmen Lomana se le "abrían las carnes nada más pensarlo", Jaime Peñafiel se atrevía a señalar que no le parecía bien la exposición pública y, escudándose en una pérdida similar, acusó en su columna a Ana Obregón de rentabilizar "hasta la náusea la muerte del hijo". Hasta el sabelotodo de Risto Mejide metió una de sus puyas en el momento en el que se publicó la noticia. Sagaz como nadie, el publicista se aferró a la sorpresa de que fueran dos mujeres las que se encargaran de despedir el año y, tras analizar la noticia, se preguntó qué habría pasado si Mediaset hubiese anunciado este fichaje. "Si Mediaset hubiera fichado a Ana siete meses después de la pérdida de su hijo para dar las Campanadas, ¿cuáles habrían sido los titulares de esos mismos periodistas? ¿Morbo, lo fácil, telebasura? Ese es el país hipócrita en el que vivimos", sentenció el publicista.

Ana Obregón lleva toda la vida viviendo de la televisión aún cuando jamás lo necesitó

Desde que Ana Obregón anunciara que su vuelta al trabajo sería en La 1, la noche de fin de año y con las Campanadas, la tropa se ha vuelto loca. Me resulta inexplicable, incluso nauseabundo, como si tras la inmensa pérdida no tuviera derecho a volver al trabajo. Críticos y opinadores del mundo, desde mi humilde rincón, os recuerdo que la Obregón lleva toda la vida viviendo de la televisión aún cuando jamás lo necesitó. Presentadora de programas como ¿Qué apostamos?, protagonista de series, películas y de preludios veraniegos, su rostro ha estado vinculado a los especiales de Nochevieja desde 1984 hasta 2004, años en los que ha presentado las campanadas o, en su defecto, los programas de Nochevieja.

Debutó de la mano del maestro Joaquín Prat, lo hizo en 1984 envuelta en transparencias y protegida por una espectacular capa roja. Ven, todo está inventado. Ni las capas de Seseña son exclusiva de Ramontxu, ni las transparencias ni las extravagancias son prerrogativa de la Pedroche. Ana Obregón ha sido pionera de mil cosas y eso no se lo quita nadie.

Por eso no me explico de dónde sale tanta crítica. No hay nada peor en esta vida que sobrevivir a un hijo. Probablemente no sea objetiva, puesto que me siento muy identificada con ella. Madre más allá de los 40, sin pareja actual conocida y volcada en cuerpo y alma a su hijo. Desde el fatídico instante en el que se enteró de la enfermedad de Alex, su único hijo, Ana Obregón decidió dejarlo todo para consagrarse a su recuperación. No pudo ser. ¿Quiénes sois vosotros para prejuzgar cómo y dónde reaparecer tras una desgracia como ésta?

Ana García Obregón y Aless Lequio

En un par de días, inevitablemente, en la Puerta del Sol sonarán las 12 campanadas que anuncian el nuevo año aunque abajo no haya nadie para recibirlo. Ni pitos, ni gritos. ¡Menuda paradoja! No les parece bastante esfuerzo el ponerse delante de la cámara, ante tanto silencio y sacar la mejor sonrisa (si es que esto es posible) para despedir el año que le robó el verdadero amor, para decir adiós al año que ha rotado entre el desastre, la pérdida y el desconcierto. Por una vez deberíamos tirar de empatía, dejar de prejuzgar y criticar a quien lo único que pretende es seguir caminando a pesar de haber perdido la razón de vivir, el motor de su vida. Deberíamos apoyar a quien se niega a ser una muerta viviente, a quien ha decidido agarrar el pendón de la fortaleza y convertirse en la abanderada y el ejemplo de todas aquellas personas a las que este 2020 les ha robado el alma. Lo hará sin ruido, sin confeti y sin vuvuzelas, con el recuerdo de su hijo en el corazón y con una fuerza que se me antoja inexplicable.

El próximo 31 de diciembre, temerosos, daremos la bienvenida a un año nuevo, rodeados de incertidumbre con la única evidencia de estar vivos. Nadie nos garantiza que el año que entra vaya a ser mejor que el que se va, soñamos con que así sea, pero no lo sabemos. Sólo lo deseamos. El jueves, como cantaba Mecano, los españolitos "enormes, bajitos haremos, por una vez, algo a la vez", nos tomaremos las 12 uvas de la suerte fantaseando con la idea de recuperar el mundo que perdimos.

Andamos los medios preocupados por el vestido o lo que sea que se ponga la Pedroche, por el modelón (supuestamente encarnado) de Igartitburu o por el color del diseño de Alejandro de Miguel que lucirá Ana Obregón. La actriz ha confesado sigue de luto, pero su vestido no será negro, va a ser un luto en otra cultura y no hay más pistas. Si alguien sabe como crear expectativas esa es la Obregón, vistiendo la muerte podríamos confeccionar un arco iris según el país en el que nos centráramos. Sin duda, este año a la Pedroche le ha salido una rival dura de roer.

Confieso que a pesar de la empatía y la indulgencia que me produce la vuelta de Ana Obregón a la Puerta del Sol, este tipo de intrigas periodísticas me incomodan. Creo que nos debería importar un bledo el modelo de las presentadoras o por lo menos deberíamos otorgar al atuendo masculino el mismo misterio. 

Creía que habíamos aprendido algo, creía que el año que perdimos los abrazos y los besos de aquellos a los que amamos seríamos capaces de valorar las cosas verdaderamente importantes. Qué más da si el vestidazo es rojo, blanco o negro; a quién le importa si la Pedroche sale disfrazada de C3P0 (como el año pasado) o enfundada en un minúsculo traje de ninfa del bosque del que se asoman todas sus turgencias. No perdamos el norte. Como confiesa nuestra Anita la fantástica: "Nos toca renovar la ilusión. A pesar del dolor, del sufrimiento, de las perdidas y la pandemia. Por ellos, por los que ya no están y lucharon hasta el final. Por los que siguen luchando".