El prolífico novelista, ensayista y urbanista también se manifestó en una de sus obras comprensivo con la prostitución, a cuyas ejercientes consideraba "hermanitas de la caridad".
Este domingo las letras españolas están de luto. Ha fallecido, a los 80 años, el novelista, ensayista y urbanista Luis Racionero, uno de los intelectuales más laureados, independientes y heterodoxos y hasta polémico del último medio medio siglo.
Nacido en La Seu d'Urgell en 1940, Luis Racionero se formó en Ingeniería y en Cienciasen Barcelona y, posteriormente, se fue a la Universidad de Berkeley (California) para estudiar Urbanismo. Después realizó diversos proyectos urbanísticos y ejerció como docente en la Escuela de Arquitectura de Barcelona y en la Facultad de Económicas.
Escribió tanto ensayos como ficción, en catalán y castellano, y entre sus obras destaca: Cercamón (1982); La forja de l'exili de (1985); Raimon o el seny fantàstic (1985); Els àngels quàntics (1986); La cárcel de amor (1996), por la que obtuvo el Premio Azorín, y La sonrisa de la Gioconda (1999), Premio de Novela Fernando Lara.
Entre 2001 y 2004 fue director de la Biblioteca Nacional, bajo el Gobierno de José María Aznar.
En los últimos tiempos mantenía una colaboración semanal como articulista en La Vanguardia.
Su heterodoxia y su falta de miedo a generar polémica le llevó, en 2010 a publicar Sobrevivir a un gran amor, seis veces (RBA), un ensayo sobre la condición femenina jalonada con sus memorias sentimentales y que resultó bastante controvertido por alguna de las afirmaciones que vertía en sus páginas. Por ejemplo, que "las mujeres mandan" sobre los hombres gracias a su "cerebro intuitivo, mucho más resolutivo que el racional masculino", y a que el deseo sexual de ellos es "cien veces superior" al de ellas.
Además, en dicho ensayo, Racionero rompía una lanza a favor de la prostitución. A las meretrices las consideraba "hermanitas de la caridad" porque ""imagínese a un señor al que su esposa le hace el boicot de la carne, pobre... Si unas señoras se quieren dedicar y su actividad no colisiona con la ley, no seamos más puritanos que los suecos, que entre el clima, la comida que tienen y el haber prohibido la prostitución, se suicidan más que nadie".