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Confirmación de Téllez
Confirmación de Téllez

10ª de San Isidro: No todos los días se puede comer jamón del bueno

La 10ª de San Isidro contó con la voluntad de agradar de los toreros, que no tuvieron en el juego de los toros de Jandilla oportunidades para el lucimiento

| Miguel Angel Moncholi Ocio

Corrían los años ochenta. Aquella tarde en Sevilla, volvía a hacer el paseíllo el faraón de Camas. Personaje único donde los haya, Curro Romero había estado inmenso dos días antes, salvo por la huida manera que tenía de usar la espada.

Cuidaba con esmero la capilla de La Maestranza María, quien me consentía en pasar y quedarme en un rincón del sacro habítaculo, para así poder pulsar las sensaciones de los toreros. Tras el rezo íntimo a la Macarena, Curro aguardaba allí dentro la llegada de la hora del paseíllo. Siempre le agradecí que tuviera la deferencia de dejarme estar e incluso atenderme.

Aquella tarde sólo le hice una pregunta. “Maestro, ojala podamos verle otra vez tal y como estuvo usted anteayer con el capote”. A lo que Curro, parsimonioso como casi todo en él, me contestó: “Ojú, ¿usted cree que todos los días se puede comer jamón del bueno?”

Con divisa negra en recuerdo de su antiguo ganadero

Lucían divisa negra los toros de Jandilla y el remendón de Vegahermosa. Con este gesto venían a sumarse al recuerdo de días anteriores al que fuera criador de sus antepasados recientes, el ganadero recientemente fallecido Fernando Domecq Solís.

No lucieron por el contrario con su juego. Con matices, mansos, complicados, broncos, en una palabra, deslucidos. Por eso, no pudo ser la décima de San Isidro la corrida de gozo y toreo como lo fue la del día anterior.

Pero, no por este motivo dejó de haber matices y disposición por parte de los diestros, que lo intentaron desde los inicios con voluntad y ganas de agradar a un público, convencido de que es posible comer todos los días jamón del bueno.

Sebastián Castella, lección de maestría y de paciencia

Sin ir más lejos, Sebastián Castella, sumó en su haber una faena cuya virtud estuvo en ir haciendo poco a poco al segundo, -exigente por descompuesto-, con el que el francés logró en los finales una tanda ligada por ambos pitones, con cambios de mano y sin moverse ni un milímetro sobre el ruedo, que tuvo mucho mérito y obtuvo la respuesta de los tendidos.

El maestro Andrés Vázquez siempre me decía que admiraba al torero que dejaba marcado el número de las zapatillas sobre la arena del ruedo. Como así ocurrió también en el cuarto, en esos pases cambiados desde el mismo centro del platillo, citando de largo y aguantando la embestida del que más parecía un obús, -por su llegada bronca y complicada a media altura-, que un toro para el lucimiento.

Destacó Castella en el cuarto en un redondo con la mano izquierda, alargando con dominio el recorrido del Jandilla, gracias a toques sutiles, hasta rematar con el obligado que apenas se le echó en cuenta. No así, por cualquier defecto de colocación, que era afeada como si de un delito se tratase.

Cruzarse sí, pero solo cuando lo exige el toro

No hay forma de erradicar el viejo tópico de que hay cruzarse con todo los toros. Erradicar de la mente de aquellos que lo exigen sin conocimiento de que depende del toro. Y de que cruzarse es a fin de cuentas una ventaja. Y de que es una forma de echar al toro para fuera.

No es el caso de Emilio de Justo, a quien se le venera en Las Ventas y si se coloca en el mismo sitio que el francés, no pierda nadie cuenta, que se le consentirá sin más. Algo que es razonable, -no el que se eche en cara a unos toreros sí y a otros no lo del cruzarse-, sino porque esa es la colocación, la de irse al pitón contrario, dependiendo del tipo de toro que se tenga delante. Es el caso del tercero, sin clase y bajo de casta, o del quinto de Vegahermosa, aún peor si cabe que los titulares, por complicado y descastado. Lo cierto es que Emilio de Justo no ha bajado enteros.

El toricantano da la cara y le debe servir

Había abierto la tarde Angel Téllez para confirmar la alternativa. Y lo único que pudo confirmar fueron las ganas y voluntad que traía el toricantano. Es razonable que, como todo novato,  evidenciara cierta inmadurez, pero no es menos cierto que el toledano lo intentó, tanto en el toro de la ceremonia, como en el sexto.

Comenzó Téllez de rodillas la faena de muleta al último de la tarde y se reiteró en la demostración de ganas y disposición. Disposición que tuvieron los tres diestros ante unos toros, que no permitieron por su falta de clase, que luciera la terna más allá de las ganas y voluntad puestas de manifesto. Lo cual, al menos, no es poco. Con la diferencia de que a Castella y a De Justo no tiene por qué afectarles, pero sí a Ángel Téllez, que necesitaba dejarse ver para poder consolidarse y obtener contratos.

 

10ª de San isidro. Toros de Jandilla y Vegahermosa (el 5º) deslucidos por falta de casta y complicados. Sebastián Castella: Ovación y Silencio. Emilio de Justo: Slencio y Silencio. Ángel Téllez: Silencio y Silencio.

 

Lo mejor:

La actitud de la terna, por sus ganas y voluntad de intentarlo, pese al mal juego de los toros.

Lo peor:

La falta de equidad y en general desconocimiento, de quienes afean, a unos sí y a otros no, la falta de colocación. A veces con razón y otras sin ella llevados por el topicazo, siempre con falta de respeto a quien está delante de la cara del toro.

 

Cartel para hoy de la 11ª de San Isidro