| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El secuestro de los rectores

Estoy convencido de que la mayoría -por no decir el resto- de nuestros universitarios asisten perplejos, aunque impávidos también, a esta extensión del golpismo al ámbito académico.

| José María Lozano Velasco Opinión

 

 

No sólo los ochocientos docentes catalanes que han firmado, a través del Foro de Profesores, en rotundo desacuerdo con los manifiestos de siete universidades a propósito de la ya famosa sentencia de sedición, están atónitos con tamaño disparate. Estoy convencido de que la mayoría -por no decir el resto- de nuestros universitarios españoles asisten perplejos, aunque impávidos también, a esta extensión del golpismo al ámbito académico.

El secuestro de los rectores de la Universidad de Barcelona, de la Autónoma de Barcelona, de la Pompeu Fabra, de la Universidad de Lleida, de la de Girona y de la Rovira i Virgili de Tarragona, ha permitido que sus respectivas universidades ensucien con medias verdades, mentiras y algunas atrocidades lingüísticas sus guantes blancos. Y su ancestral obligación de decir verdad y defenderla.

La doctora Figueras, rectora (permítaseme dudar del adjetivo de magnífica que el protocolo académico le atribuye) de la última de las universidades citadas, ha pasado por la humillación -y por la desfachatez- de negociar en la calle con estudiantes encapuchados. O, mejor, de claudicar en apenas unos minutos, entregándose a los vándalos. Claro que el personaje de ERC de tiempos de la segunda república que da nombre a la universidad tarraconense, una interesante síntesis de pagés, periodista y político que pareciera premonitoria, ya se afanó en celebrar, allá por el año 1917, el panfleto xenófobo Diferències entre catalans i castellans. Otro rector –creo que el de la Pompeu Fabra- se niega a responder a quien le pregunta en castellano. Y todos a una, parece que el de la Politécnica se apunta, han ofrecido medidas espurias e indecentes que faciliten la superación curricular asistiendo a las manifestaciones de los radicales independentistas (aunque por ahora es solo compatibilidad y no añade bonus).

Quizás atrapados -literalmente, porque los violentos impiden el acceso a las aulas- en el mítico síndrome de Estocolmo desde su silencio por las tesis doctorales tan famosas como falsarias (que van en aumento), alimentan el odio a España que ya se inculcó desde la educación infantil a su clientela local, con afirmaciones que, por decencia, ahorro aquí.

Dice el ministro Duque -esta vez en español y no en ruso- que es normal entre jóvenes … y calla el resto. Pues no, señor ministro no es normal y, desde luego, nada beneficioso. Pregúnteles, no ya a los estudiantes que llamamos constitucionalistas -esos sí que son normales, por cierto- que pelean sin éxito por su derecho a aprender.

 

Pregunten a la ya muy mermada cantidad de Erasmus, Promoe y otras fórmulas de movilidad estudiantil en Cataluña, cómo se les queda el cuerpo tras sufragar desplazamientos y otros gastos. Pregunten a los matriculados en Postgrados, Másteres y Doctorados, españoles y también de nacionalidades muy diversas, pagando tasas nada despreciables, qué les parecen estas vacaciones forzosas.

Ilustres (¿?) juristas animando a sus discípulos al desprecio y transgresión de la ley; evaluadores prevaricando y ofreciendo facilidades y atajos; autoridades complacientes y cómplices …

Pregunte, ministro, al atrevido profesor que ha optado por la clase peripatética que, naturalmente le han reventado (¡qué pintas!) quienes desconfío que conozcan el significado de ese adjetivo.

Hemos sabido, con cierta decepción, que nunca dijo Unamuno aquello del templo de la inteligencia en la Universidad de Salamanca; de haber sido así, desde luego estos rectores no merecen ejercer de sumos sacerdotes. También se decía que “quod natura non dat, Salmantica non prestae”.

Pareciera que en este caso, la naturaleza cerril de unos y la abdicación de la razón, de la historia, de la cultura, y hasta de la ciencia de otros, se han aliado en tamaño despropósito.

Ilustres (¿?) juristas animando a sus discípulos al desprecio y transgresión de la ley; evaluadores prevaricando y ofreciendo facilidades y atajos; autoridades complacientes y cómplices … Imagino a los galenos universitarios abandonando su juramento hipocrático, a los astrónomos afirmando que el nuevo planeta Hygiea es gigante, a los matemáticos anulando el sistema métrico decimal, a mis colegas renegando de la tríada vitruviana, … Y, claro, no me cabe en la cabeza.

¿Quién confiaría después en ellos como profesionales? Este desprecio absoluto de la razón, esta entrega visceral a la fantasía, a la falsedad y a la miseria intelectual, es más que el resultado de un secuestro, es un suicidio de los valores universitarios y la violación de su “alma mater”. Y los universitarios “normales”, profesores o estudiantes, no debiéramos consentirlo. So pena de nuestro propio y definitivo desprestigio.

 

José María Lozano Velasco es catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia y presidente de la Comisión de las Ciencias del Consell Valencià de Cultura.