| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sänchez e Iglesias, un juego de máscaras
Sänchez e Iglesias, un juego de máscaras

Sánchez e Iglesias se reparten medios públicos y privados para neutralizarlos

Mientras el vicepresidente desafía y marca a los medios privados, el presidente se encarga de los públicos: dos estrategias con un único fin, compartido y perverso.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

No es de recibo ver a todo un vicepresidente del Gobierno oficializar sus amenazas a periodistas desde el atril del Palacio de la Moncloa. Conste que no me mueve ni una pizca de corporativismo, en una profesión egoísta como pocas.

Pero Pablo Iglesias ha cruzado una de esas llamadas líneas rojas que siempre se ha dicho jamás se cruzarían en España, aunque, por desgracia, últimamente nos encontramos con que casi todas han sido traspasadas. Y, además, lo ha hecho ante el silencio cómplice del Gobierno y del PSOE, uno de los grandes partidos considerados garantes del sistema.

Seamos totalmente conscientes: no quisieron o no se atrevieron a enmendar la plana a un Iglesias desbocado, soltando sapos y culebras contra el “cuarto poder”, ni la portavoz, María Jesús Montero; ni el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo; ni tampoco el secretario de Organización de los socialistas, José Luis Ábalos. Sí, sí, al lado del secretario general de Unidas Podemos estaba sentada la plana mayor del sanchismo. Quien calla, otorga.

Como ya se ha contado en ESdiario al hilo de estos últimos acontecimientos, hay un sector del Gobierno, los ministros socialistas, que brama contra la deriva de Pablo Iglesias y su ariete parlamentario, Pablo Echenique.

 

Lo hace, claro, en privado. O sea, no tiene las agallas suficientes para alzar la voz ante el poderoso líder morado porque, por deseo de Pedro Sánchez con sus pactos, le debe a él estar en el Consejo de Ministros.

La única que, como excepción, se ha atrevido en estas horas a reprocharle algo al número tres del Gobierno ha sido Margarita Robles, crecientemente perfilada como “verso suelto”. Nadie más ha alzado su voz  de manera audible ante el acoso a la prensa. Ni siquiera el presidente lo hizo este lunes cuando, preguntado al respecto en Lisboa, se limitó a echar balones fuera sobre su coaligado.

 

 

Por tanto, no deberíamos seguir llamándonos a engaño. En el “acuerdo del abrazo” entre Sánchez e Iglesias bien parece esconderse un reparto de papeles. Porque, a la misma hora que Iglesias “naturalizaba” que se insulte a los “disidentes”, Sánchez concedía a los ciudadanos italianos el privilegio de saber de primera mano por qué se niega a pactar con el PP. ¿Cabe mayor desprecio al periodismo español, precisamente con la que está cayendo, que confesar fuera lo que se niega a decir dentro de España

Claro que justo cuando Sánchez se confesaba ante el Corriere della Sera, su elegido en la televisión pública, Enric Hernández, seguía moviendo sus peones como si TVE estuviese unida con La Moncloa por un cordón umbilical.

Mientras el PSOE bloquea en el Congreso de los Diputados la renovación de la Corporación, en lo que más parece el deseo de convertir en eterna a la “provisional” Rosa María Mateo, Sánchez ha impuesto al nuevo jefe de Informativos de la “tele de todos”, un periodista próximo al PSC y con pasado en TV3. Otra declaración de intenciones. 

La estela del "Aló presidente"

Hace unos meses Pedro Sánchez ya hizo lo propio en la Agencia Efe, el otro gran pilar de los medios públicos, fulminando a su presidente, el periodista Fernando Garea. “Una agencia pública de noticias no es una agencia del Gobierno”, se revolvió el “purgado”. De nada le sirvió la queja, salvo para lavar su imagen personal. 

Todo apunta a que el “Gobierno progresista” ha decidido pisar el acelerador. Sánchez ha neutralizado la independencia de los medios públicos e Iglesias persigue a aquellos privados que le son incómodos.

A fin de cuentas, el gurú de La Moncloa, Iván Redondo, ha demostrado durante el estado de alarma lo placenteros que son los “Aló presidente” propagandísticos sin someter al presidente al escrutinio de la prensa libre. Al igual que sacaron a Franco de la tumba, toca ahora  desempolvar su No-Do.