| 23 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Cristina Cifuentes y el ministro del Interior, hace unos días, enla entrega de premios de la AVT
Cristina Cifuentes y el ministro del Interior, hace unos días, enla entrega de premios de la AVT

¿Qué está pasando en España?

La 'acusación' a Cifuentes, desmontada en sólo unas horas, denota un paisaje paralelo a la imprescindible lucha contra la corrupción mucho menos edificante. Y lleno de incógnitas y preguntas

| Antonio R. Naranjo Opinión

 

Nada más conocerse la detención de Ignacio González el pasado 19 de abril, Podemos saltó a la palestra con una petición cuando menos llamativa: impulsar una moción de censura contra Cristina Cifuentes, sin cuya denuncia sobre las extrañas operaciones en el Canal de Isabel II la 'Operación Lezo' no hubiera sido como la hemos conocido.

La pista sobre el expresidente de la Comunidad de Madrid es larga y los Cuerpos de Seguridad y el juez Eloy Velasco probablemente hubieran encontrado otros hilos de los que tirar, pero lo cierto es que la visita a la Fiscalía del número 2 del nuevo Gobierno regional, el veterano y discreto Ángel Garrido, fue decisiva para desatar una tormenta política en la región más próspera de España y terminar con la transición del PP madrileño, coronada dulcemente en el Congreso Regional con el aplauso unánime a Cifuentes por llegar y a Esperanza Aguirre por haber estado, de una manera abrupta.

Junto a la persecución de la corrupción, hay indignación por la concatenación de 'casualidades' que, en política, no existen

Sólo unas semanas después, en concreto el 16 de mayo, Podemos insistía nuevamente en la moción a través del propio Pablo Iglesias, padrino de su delegada en Madrid, Lorena Ruiz-Huerta, la mujer de ojos inmensos que probablemente acabará imponiéndose a Ramón Espinar e Íñigo Errejón como candidata a la Puerta del Sol.

Y lo hacía en un desayuno de ésos que cada día levantan el telón en Madrid para reunir en torno a una mesa y un micrófono a una notable selección de la fauna política y mediática de España.

Sólo unas horas después de que el líder de Podemos insistiera en algo reiteradamente rechazado por el PSOE y Ciudadanos, saltaba la bomba: la UCO relacionaba a la propia Cifuentes con un enrevesado sistema de adjudicaciones institucionales a cambio de 'donaciones' al partido de los receptores de la adjudicación, tal y como la emblemática unidad de la Guardia Civil recogía en un informe entregado al juez Velasco.

Lo cierto es que ni el informe era tan nuevo -su existencia era conocida o intuida desde hace semanas y el runrún sobre Cifuentes era notable en los cuestionables mentideros madrileños- ni, sobre todo, pasaba del terreno de la investigación de la Guardia Civil al de la instrucción judicial: desde marzo el juez Velasco era consciente de las sospechas de la UCO y no le dio importancia, pese a estar enfrascado en la búsqueda de pruebas que le permitan demostrar la financiación ilegal del PP madrileño durante años, como tampoco lo hicieron los fiscales.

'Desmentido' del propio juez

Tan es así que, cuando la noticia irrumpió a media tarde en todas las portadas y boletines, el mismísimo instructor de la Púnica se encargó de que se supiera que no había nada contra Cifuentes que la relacionara con algún caso de corrupción.

La propia presidenta tuvo que aclarar, a través de un prolijo comunicado donde se detallaba el proceso de adjudicación de la cafetería de la Asamblea al impresentable Arturo Fernández -por lo demás, un negocio ruinoso- y el papel que ella tuvo en todo ello -en una mesa adjudicataria con controles administrativos y presencia de todos los partidos- y en la inquietante Fundescam donde, según las sospechas policiales y denuncias periodísticas desde hace años, se recibían los 'obsequios' de quienes previamente habían sido beneficiados con un gran contrato de la Comunidad.

¿Por qué se unió, aunque sólo fuera unas horas, el nombre de Cifuentes al de la lista negra archiconocida?

Siendo tan sencillo reconstruir el procedimiento administrativo, la pluralidad de los participantes, la falta de correlación cronológica entre las adjudicaciones y el desempeño personal de Cifuentes en la Administración y en el propio PP y, sobre todo, siendo tan evidente la ausencia de consecuencias judiciales a los informes y conjeturas policiales, ¿por qué sin embargo durante unas horas el nombre de Cifuentes se unió públicamente a la larga lista negra de políticos populares que, por muy chorizos que sean, no dan para derribar lo mucho y bueno hecho en la Comunidad desde 2003? ¿O acaso ése era el objetivo, en un país que ha hecho de la nefasta pena de Telediario su versión moderna de los medievales autos de Fe?

Aquí es donde irrumpe y encaja la persistencia de Podemos con la moción de censura, en una versión reducida y de ensayo pero mimética a la anunciada, casi a la vez, contra Mariano Rajoy. ¿Se lanzó Podemos a la piscina para intentar retratar a sus rivales, autonómicos o nacionales, o por alguna razón desconocida intuía o conocía lo que iba a pasar?

Ayer el PP madrileño era un hervidero de indignación y preocupación, en el que reinaba una sensación que, a título privado, repetían todos los destacados dirigentes consultados para este artículo: no existen las casualidades en general y, menos aún, en la política en particular. Traducir esa máxima en algo concreto ya no es tan sencillo.

 

Mariano Rajoy, en el Congreso recientemente. ¿Es él el único objetivo en realidad?

¿Tiene algo que ver Podemos y si es así cómo logra estar tan 'informado' antes de que todo ocurra o es una simple coincidencia? ¿Obedece por contra a algún tipo de lucha policial o judicial en un momento en el que las disensiones, especialmente en el ámbito judicial, han alcanzado ya la categoría de titular en portada? ¿Los Cuerpos de Seguridad, brillantes en la lucha contra la corrupción, se permiten de un tiempo para acá interpretaciones o incluso conclusiones que escapan de su ámbito para entrar directamente en el del propio juez? ¿Y tienen algo que ver en todo esto las batallas, unas regionales pero casi todas nacionales, que se libran discretamente en el seno del PP, de las que distintos congresos autonómicos y provinciales son tal vez el único testimonio público de la disputa?

Sea cuando sea, si acaso es, ¿guarda siquiera una remota relación esto último con la retirada de Rajoy, a la que nadie en su sano juicio pondría una fecha y mucho menos si es cercana? ¿O es una perversa pero lógica estrategia para, como los buenos cazadores, soltar algún señuelo para que al final salten las mejores codornices?

Demasiadas conjeturas sobre el papel de Podemos o cómo afectan las disputas internas entre familias del PP

Son demasiadas conjeturas, sin duda, y resulta tan osado afirmar que Podemos está detrás o al lado de quienes han convertido la necesaria lucha contra la corrupción en una causa general contra el PP, con Rajoy como verdadero y casi único objetivo, como adjudicar a las peleas estratégicas entre distintas familias populares la causa de tanto seísmo.

Porque lo primero equivaldría a asumir la existencia de un diminuto pero eficaz miniestado paralelo en el que un partido, aliado con policías, jueces o inspectores tributarios remisos a aceptar la cadena de mando y convencidos de que el asalto a los cielos justifica una 'interpretación creativa' de los medios para lograrlo; convulsiona la democracia de manera artera sirviéndose de poderes en la sombra y aprovechándose, como excusa poderosa, de la existencia evidente de una charca con extensiones de lago.

Y lo segundo, por la misma razón, significaría que en la supuesta lucha por la corona, no está claro siquiera que a quien la lograra le estuviera esperando cuando llegue algún reino. Y si ambas hipótesis son más abono de cavilaciones y conspiraciones que materia de hechos y pruebas; la combinación de ambas en una tormenta perfecta en la que se reúnen antagonistas en todo menos en un objetivo coyunturalmente compartido, entraría directamente en el epígrafe conspiranoico de quienes siguen diciendo que el 11M fue cosa de ETA o que a JFK le mató el propio Gobierno americano.

Pero que al contarlo nadie se lleve las manos a la cabeza y que, de hecho, esa teoría forme parte del relato explicativo de estos tiempos de cólera, en el que todos en realidad parecen daños colaterales de una disputa que tiene en el presidente del Gobierno al verdadero y único objetivo, también dice bastantes cosas del clima y la atmósfera en que se desenvuelve la política española en estos momentos, una inmensa hoguera en la que se tiran preventivamente todos los cuerpos posibles, sean cadáveres de la corrupción o inocentes émulos de 'Las brujas de Salem'.

Como si esperar que el respeto a las garantías judiciales y al procedimiento fuera más un argumento para cómplices morales de los corruptos y no la única manera de ponerlos en su sitio sin deteriorar al mismo tiempo la propia democracia.

Una paradoja, inesperada, teniendo en cuenta que ya nadie niega la recuperación económica y que la estabilidad del país parecía, tras año y pico convulso como nunca, casi garantizada.

La pregunta, que tantos se han hecho, al final es mucho más sencilla, aunque nadie tenga la respuesta: ¿Qué demonios está pasando?