| 16 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Nos salvamos juntos o nos hundimos por separado

Es tiempo de recuperar el espíritu de Fuenteovejuna frente a la crisis del coronavirus, aunque el comportamiento de los políticos produzca a menudo bochorno.

| Milagros Martín-Lunas Opinión

 

 

Las crisis sacan lo mejor y lo peor de ser humano. Cuando la vida te lleva de bajada llega el momento de conocer a los verdaderos amigos. Yo lo sé bien. Por motivos profesionales llevo un tiempo de bajada, en esa caída he perdido mucha gente en el camino; he ganado otros, a veces los más insospechados. El ser humano te sorprende y donde menos te lo esperas surge el apoyo.

Hoy, cuando todavía no hemos llegado al punto álgido de contagio de esta enfermedad apellidada coronavirus, asisto estupefacta a la actuación patética de nuestros políticos. Los representantes del pueblo siguen tirando piedras, siguen con sus peleas, siguen aprovechando sus positivos para embestir contra los adversarios.

Siguen enrocados en lo suyo sin pensar en el pueblo, un pueblo que indudablemente superará la enfermedad, un pueblo que vive del sector servicios y que no tengo muy claro es si será capaz de soportar la crisis que va a dejar la estela del covid-19.

Si absurdo fue no tener los arrestos suficientes para suspender la manifestación del 8M, conociendo como conocían los datos, patético me resultó el comunicado de Vox arremetiendo contra el Gobierno echándole la culpa de sus contagios y pidiendo perdón por su candidez, por fiarse.

De la falta de solidaridad de Ortega Smith, tosiendo  dando la mano a todo aquel que se la ofrecía… Mejor os calláis, ¿no? Repugnante también el “Hermana, yo si te contagio” de Toni Cantó.

 

Entre tanta batalla, asisto asombrada a las declaraciones televisivas de José Luis Martínez-Almeida, no soy votante, pero ¡chapeau! Sin atacar y hablando con claridad. Un diez para su equipo de comunicación. No así el de su jefe de partido, Pablo Casado, que sigue dando estopa a través del plasma al tiempo que Pablo Montesinos aprovecha para llamarle presidente de manera subliminar.

Los políticos no son el centro del mundo, los políticos están al servicio de los ciudadanos y puede que una crisis como esta sirva para recapacitar, para desenmascararlos y para darnos cuenta de que probablemente estemos ante la peor clase política de la historia de la Transición.

Mientras escribo estas letras veo como Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía, se lava las manos como Pilatos. No tuvo los arrestos que hay que tener para decir a los andaluces que suspende la Semana Santa (de la Feria de Abril, ni hablamos), a pesar de que los datos auguran un repunte del contagio justo en esa época.

 

 

De momento se aferró a que la suspensión (ya anunciada) es competencia de las autoridades eclesiásticas y los ayuntamientos. Marín estaba esperando a que Pedro Sánchez declare el Estado de Emergencia para tomar decisiones. No lo digo yo, lo ha confesado él en directo en ‘Espejo Público’. Esto es lo que en la redacción toda la vida hemos bautizado como pasar el marrón. Me quito el muerto y que otro apechugue con la responsabilidad.

Al final, como siempre, las secuelas de esta pandemia y de la crisis económica que se nos viene encima las va a pagar el españolito medio al que cantaba Serrat dando voz al los versos de Machado. El pequeño y mediano empresario, los autónomos, las familias que sobrevivían haciendo equilibrios con la economía casera, el 42% de las familias monoparentales que hasta ahora vivían en riesgo de exclusión social según la última Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (mayoritariamente encabezadas por una mujer sola). La lista resulta interminable.

Pedro Sánchez ha prometido medidas para paliar la que se nos viene encima. Medidas que se me antojan etéreas, abstractas y, en cierto modo, engañosas. Podría poner miles de ejemplos. A nivel macroeconómico puede que estuviéramos saliendo de la crisis, pero en la calle, en el día a día, la cosa no iba tan boyante.

¿Cuántas ruinas?

Y si no me creen, les recomiendo que pregunten en el metro, en esa ciudad subterránea por la que cada día caminan más de dos millones y medio de personas. Me vienen a la cabeza los millones de hogares que antes de esta pandemia global no tenían capacidad económica de responder a un gasto extraordinario, (entre los que como autónoma me incluyo) ¿De qué van a vivir si el consumo se paraliza y si sus ingresos menguan o desaparecen? ¿Cuántas ruinas económicas vamos a soportar? ¿Quién se va a enriquecer con todo esto?

Quizá sea el momento de recapacitar, de recuperar el espíritu de Fuenteovejuna. Ya habrá tiempo de análisis y de reproches, de aprender de los errores y darnos cuenta que la salud pública no puede estar bajo el mando de 17 reinos de taifas. Ojo, me refiero a la salud pública, no a la sanidad. Ha llegado el momento de la previsión sanitaria y económica. Ha llegado el momento de tomar medidas serias, factibles, reales. Como escribió Juan Rulfo: “Nos salvamos juntos o nos hundimos por separado”.