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Fernando Simón
Fernando Simón

Fernando Simón: no te mereces ser hijo adoptivo

El responsable de gestionar la pandemia fracasó con estrépito en la prevención desde marzo: hacerlo hijo adoptivo de Zaragoza hubiera sido un bochorno y por eso se ha frenado.

| Pedro Blasco Opinión

 

 

Camino es una joven médica zaragozana. El 19 de febrero de este año viajó a los Dolomitas en una excursión programada desde hacía tiempo. Su llegada a Italia coincidió con el inicio de la pandemia del coronavirus y durante su estancia pudo ver como se confinaban pueblos cercanos a su lugar de residencia. La movilización del Gobierno y ciudadanía era total. La situación se fue agravando poco a poco y hubo momentos en los que pensó que se tendría que quedar en cuarentena en su hotel de montaña. 

La primera señal que tuvo de la crítica situación del país fue cuando llegó a Milán. Al salir del avión le tomaron la temperatura y cuando comprobaron que no superaba los 36,5 grados fue autorizada a entrar. 

El 1 de marzo un grupo de estudiosos de la presencia de España en el Sahara viajamos a El Aaiún. La Policía de Fronteras Marroquí nos entregó un documento en el que teníamos que dejar claro que no teníamos el Covid 19. Después de entregar el papel, un agente nos preguntó, uno por uno, si éramos periodistas, si teníamos fiebre, habíamos viajado a China o pasado el coranovirus. Era lo único que les interesaba. 

El Gobierno español decidió el pasado día 31 de enero, con el asesoramiento del zaragozano Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, que los 19 españoles que habían regresado de Wuhan, origen del coranovirus, pasaran 14 días encerrados en el Hospital Militar Gómez Ulla de Madrid.

Simón ha sido el especialista en el que el Gobierno ha basado su política en esta grave crisis. El traslado desde Barajas al centro sanitario se hizo, como no podía ser menos, con un impresionante dispositivo sanitario con Guardia Civil y policía incluidas. 

Ese día la prensa ya informaba que muchos países estaban cancelando los vuelos a China, pero aún salían ciudadanos de ese país al resto del mundo. Es decir, cientos de personas contagiadas podían estar distribuyendo el virus. 

 

El Ministerio de Sanidad, siempre asesorado por nuestro Fernando Simón, montaba un gran dispositivo para la llegada de los españoles de Wuhan, pero cuando el bicho asesino ya paseaba por Europa no puso ninguna barrera ni filtro en las fronteras. Los que se montaron en Barajas fueron una burla a la inteligencia. 

Nuestra doctora Camino, médica que sabe lo que es un virus, quedó impresionada el 25 de febrero, ya de regreso a Zaragoza, cuando viajó a su hotel en Milán previo a tomar el avión para volver a España. 

Las calles estaban vacías, no había coches, era una ciudad fantasma. La plaza donde se encuentra el Duomo, siempre repleta, estaba totalmente vacía. Los restaurantes cerrados. Las tiendas también...Y Simón sin enterarse. 

Todos los ciudadanos llevaban mascarillas y Camino entró en varias farmacias a comprar una protección frente al virus. No había en ningún establecimiento y se cubrió la boca con ropa de esquí. 

Camino volvió a Zaragoza, vía Barcelona, al llegar al aeropuerto nadie le preguntó, como ya ocurría en El Aaiún (y en casi todo el mundo), si venía de China, Italia, tenía fiebre o tenía el covid 19. Naturalmente no le tomaron la temperatura. 

Su pasado

Sanidad, o lo que es lo mismo Fernando Simón, montó un importante dispositivo para los que venían de Wuhan. Pero mantuvo libre la entrada a España, también al virus, por todos los aeropuertos internacionales. No cesaron los vuelos hasta que las muertes se sumaban por cientos. 

Simón fue nombrado por el PP director del Centro de Alertas y Emergencias. Nadie duda de su valía técnica. Tiene un gran curriculum y su trabajo en el Ebola fue bueno, según dicen compañeros de profesión que lo conocen. “Lo que pasa que no es el mismo”, señala uno de los doctores que no entiende las imprudencias de un hombre prudente.  

Ser popular, tener una moto chula, y ser protagonista en el programa de Calleja, no es un mérito si has fallado el gol más importante de tu vida.

Según el diccionario de la Real Academia Española ‘alerta’ significa “atento, vigilante”. ‘Emergencia’ es una “situación de peligro o desastre que requiere una acción inmediata”. El trabajo de Simón es dirigir las alertas y emergencias, está claro. Simón, desde un principio, restó importancia a lo que venía y llegó a decir que vendría de forma marginal. No había problema. 

Los ciudadanos nos enterábamos de la catástrofe que estaba atacando Italia por los medios. El Ministerio de Sanidad tiene un departamento que se llama Sanidad Exterior.  Me imagino que este departamento incapaz, por falta de personal, de vacunar a los españoles que van al extranjero en un tiempo prudencial, tendrá un termómetro internacional para advertir de lo que todos los españoles leíamos que pasaba en el país casi vecino. No debió funcionar este mecanismo o lo peor: no existe. 

Pedir a las embajadas de China o Italia que informaran a su Gobierno de la gravedad de lo que ocurría en esos países es una utopía. Los embajadores no han sido capaces de contrarrestar la ofensiva informativa nacionalista catalana en decenas de países, como para pedir que contaran a su Gobierno la virulencia con la que atacaba el bicho asesino en esas naciones. 

En realidad España no necesitaba esas ayudas institucionales porque somos un Estado importante y tenemos un organismo de alerta y emergencia con una persona con prestigio al frente: Fernando Simón. 

Simón tenía, además de gran experiencia en epidemias, información internacional y parece que capacidad para dar buenos consejos al Gobierno. Por lo que hemos sabido luego, prácticamente era el único consejero.

Los primeros análisis de Simón televisados en directo fueron totalmente erróneos. No iba tener consecuencias, no habría muchos muertos, no creyó que hubiera que suspender las clases, no creyó necesario cerrar fronteras y llegó a afirmar que había material sanitario para todos y lo más grave: dijo que el virus “no se difunde de forma masiva (por ahora)”. 

Simón no debía salir de Moncloa. Mientras decía esto, los comercios chinos cerraban en España, Barcelona suspendió el Mobile y las farmacias agotaron sus existencias de marcarillas. Era la previa auténtica y popular de la tragedia

El colmo de sus meteduras de pata fue cuando llegó a afirmar que “no es necesario que la población utilice mascarilla”.  Semanas después, el Gobierno la hizo obligatoria y se aprobaron sanciones contra los que no llevaran esta protección. 

Si Simón tuvo un grave error de previsión con las mascarillas, peor fue la justificación cuando le recordaron sus declaraciones. “En una situación de escasez en el mercado de mascarillas -señaló- quisimos ser muy prudentes a la hora de hacer recomendaciones que no se pudieran aplicar”. Es decir engañó, mintió a la población a sabiendas de que lo que decía era falso. 

La declaraciones de los políticos en esas semanas, escuchadas hoy, deberían hacer a más de uno plantearse su futuro. Pero los ciudadanos lo olvidamos todo. Pero Simón no es un polÍtico. Era, es, un científico conocedor de que un virus es un ser traidor, capaz de entrar y salir sin pedir permiso, con capacidad para mutar y matar. Este virus era totalmente nuevo y ni los científicos más preparados eran capaces de saber cual iba ser su reacción y su futuro. 

Un prestigioso médico zaragozano, catedrático, con tanta sabiduría como Simón, pero mucho más sensato, me decía que la Medicina conociendo las dificultades de investigar los virus ha apostado por otras ramas con respuestas menos anárquicas que estos bichos asesinos. La rentabilidad me imagino que también habrá contado. 

Fernando Simón falló la ocasión de su vida en la que debía de ser más precavido. Y su fallo ha tenido consecuencias muy graves para España. No lo dice un modesto periodista. Se lo recuerdan muchos sabios. Sabemos de las dificultades, pero la prudencia es también un arma revolucionaria. 

 

Se emborrachó de cámara y mientras las ruedas de prensa se llevaron por delante a un alto cargo de la policía por decir la verdad y a un General de la Guardia Civil por pelotas (dijo que el cuerpo estaba para defender al Gobierno), Simón se creció, se vino arriba, y no se dio cuenta de que sus análisis, en una situación de crisis tan grave, eran palabra de Dios. 

El Gobierno lo ha mantenido en su puesto, aunque cada vez confía menos en nuestro paisano. Sánchez creó hace unas semanas una secretaría de Estado contra el Covid, que ha restado poder al jefe de las alarmas sanitarias. Ahora es un fantasma de lo que fue en esas primeras semanas en las que todos confiábamos en el que nos había librado del terrible ébola.  

No hay que recurrir a la ciencia, que también, para analizar el daño que ha hecho quien tenía que haber dado la alarma a tiempo y no lo hizo.  Sólo se hace necesario escuchar el programa que Carlos Alsina hizo hace algunos meses titulado “Cuando fuimos ciegos” en Onda Cero. Son tres tomas que ponen los pelos de punta. Alsina sólo cuenta hechos. Seguro que no le dan un premio. 

Pedro Cavadas, el famoso doctor milagro, se preguntaba hace semanas cuando le hablaban de Fernando Simón: “¿Ha habido alguien controlando la pandemia?”. Añadió que nunca ha habido al frente de la lucha contra el virus expertos reales. 

El ex ministro socialista Miguel Sebastián, que ha venido realizando un interesante análisis diarios sobre la pandemia, dijo sobre el científico: “Fernando Simón se equivocó y debería pedir perdón”.  Su figura  ha dividido a la sociedad española. Y ha roto la confianza que muchos tenían en los técnicos, en los funcionarios, cuando el prestigio de los políticos está bajo mínimos.  

Y a este hombre que ha provocado esta división en toda España, mi querida Zaragoza, quiso hacerle hijo adoptivo. Al mismo que decía en televisión que había medios suficientes para todos los sanitarios cuando los médicos se protegían con bolsas de plástico. 

Ganó la sensatez

La propuesta la hizo Pedro Santiesteve, de Zaragoza en Común, el alcalde anterior, y famoso por salir del edificio consistorial bailando el día que fue elegido. La retiró poco antes de debatirla cuando toda la izquierda había anunciado su apoyo.

Los doctores de mi centro de salud madrileño no sabían como eran las PCR, mientras que a alguna ministra le habían hecho hasta cinco pruebas. No se conoce la protesta de Simón por ésta y decenas de situaciones injustas que han tenido que soportar nuestros sanitarios, muy bien premiados por los españoles y también por los zaragozanos. 

La sensatez ha ganado en mi ciudad gracias al centro derecha, y a su alcalde actual, Jorge Azcón, y no hemos prostituido el premio de ser hijo adoptivo. Simón no se merece ese honor. No lo quiere la mitad de la población, quizá más. Ser popular, tener una moto chula, y ser protagonista en el programa de Calleja, no es un mérito si has fallado el gol más importante de tu vida. 

Bastante desgracia tiene. Si algún día tiene el valor de escuchar algunas de las afirmaciones que ha hecho en estos meses (en los que han muerto, no olvides querido paisano, cerca de 50.000 ciudadanos), se dará cuenta de lo que significa fallar el gol más importante para la vida de miles de personas. 

Pedro Blasco es periodista nacido en Zaragoza.