| 10 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El tiempo de Pablo Casado

Casado ha apostado por la regeneración del PP sin ambages y mantiene un plan claro en las peores circunstancias. Nadie antes en su partido tuvo que lidiar con una fragmentación así.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

 

Es su tiempo. Lo tiene claro. Además, Pablo Casado es el primer presidente nacional del PP que tiene el respaldo del voto directo de una parte enorme de sus militantes tras unas primarias, así que nadie, ningún barón, puede osar ni siquiera “toser” a quien ha conseguido reunir, entre quienes son “los verdaderos amos del partido”, mayor legitimidad que cualquiera de sus “notables”.

El “marianismo”, pese a jalear eso de que “se han quedado para perder los que no sirven para otra cosa”, ha entregado sus armas sin demasiados ruidos, más allá del anuncio de sus salidas a otros cometidos fuera de la política.

Lógicamente, una forma distinta de entender el ecosistema político se ha apoderado de Génova 13. Sangre nueva. Una cúpula deseosa de imprimir su particular impronta. A  veces demasiado “cerrada”.

Una revolución en la que ha quedado claro que ya no existen “vacas sagradas”. Regeneración es lo que todo el mundo le ha pedido al líder popular. Es estúpido rasgarse las vestiduras para recordar a los políticos caídos

Tanto que, en una época donde predomina lo sentimental, se ha lanzado en tromba a azuzar el pragmatismo del voto útil, sin escuchar las voces experimentadas que advertían del error, tanto por afianzar de esta manera la sensación de victoria de Pedro Sánchez, como por ceder a Vox el discurso emotivo de la derecha.

Con todo, el círculo de hierro del líder funciona con la dureza de una prisión turca. Así lo ha demostrado con la elección de los números uno a las listas para el Congreso de los Diputados del 28-A. Un futuro grupo parlamentario que le sirve a Casado para la victoria y la derrota.

Una revolución total en la que ha quedado claro que ya no existen “vacas sagradas”. Ciertamente, renovación y regeneración es lo que todo el mundo le ha pedido al líder popular, ahora, cuando precisamente hace eso, es estúpido rasgarse las vestiduras para recordar a los políticos caídos.

Sus seísmos

Pablo Casado, naturalmente, quiere ser presidente del Gobierno. También, si alcanza La Moncloa, activar algunos seísmos con un auténtico proyecto de recuperación colectiva. Porque, hasta ahora, su mensaje de mayor calado va dirigido a acometer la honda crisis territorial.

Su arriesgada apuesta de Cayetana Álvarez de Toledo en Barcelona, más allá de cómo caiga a unos u otros dentro del partido (que no cae demasiado bien), envía un mensaje claro a Cataluña y al resto de España: “Si mando yo, se acabaron las Operaciones Diálogo”.

 

Jamás Aznar o Rajoy salieron a la batalla renunciando a obtener la victoria total. Casado, esta vez, debe conformarse con ser la fuerza más votada del centro y la derecha y esperar que la suma de PP, Vox y Cs le dé un acuerdo a la andaluza

El presidente popular ha podido arrepentirse -eso, al menos, insinúan sus próximos- de haber calificado a Sánchez de “traidor” y “felón”, pero tiene claros varios criterios: la aplicación de un nuevo 155 en Cataluña más prolongado y con competencias suficientes para intervenir las finanzas, los Mossos d´Esquadra, la educación y TV3.

En numerosas comparecencias, Casado ya ha insistido en su determinación de sacar adelante una ley de lenguas que relegue el uso de los idiomas cooficiales, como el catalán, vasco, gallego o valenciano, a su manejo opcional en la administración regional y local, la escuela o la señalización urbana. Es decir, el castellano es la lengua de todos los españoles en todas las comunidades autónomas. 

"Penaltis sin lanzar" 

A pesar de ser consciente del impacto de sus propuestas, el joven líder dice exactamente lo que quiere que se le entienda. No tiene inconveniente a la hora de evidenciar, en público pero aún más en privado, su determinación de hacer realidad cuanto propone. Al precio, incluso, de quemarse en el intento en una próxima legislatura donde en ningún caso habrá la más mínima concesión al independentismo. Sabe que esto es el ser o no ser de su liderazgo.

Así se desprende de una inquietud y una energía reformista que le llevan a mirar sin creer la tromba de sondeos de estos días, que no pintan nada bien para sus aspiraciones. “Son penaltis aún por lanzar”, repiten cercanos a Casado. Él mismo recuerda que la demoscopia se equivocó estrepitosamente en las predicciones de las andaluzas.

Su apuesta de Cayetana Álvarez de Toledo envía un mensaje claro a Cataluña y a España: “Si mando yo, se acabaron las Operaciones Diálogo”

No tiene otra opción que seguir con sus rutas agotadoras por todo el país. Sabe bien que está al frente de unas siglas arrumbadas por la corrupción y la antipática gestión de la crisis y, por ello, son su cara y la de sus nuevos acompañantes las que deben trasladar a los votantes la certeza de estar delante de un PP muy distinto. De ahí que vaya de sitio en sitio “vendiendo ilusión” con que el “bloque de las derechas” alcanzará la mayoría absoluta para formar Gobierno.

Y otra novedad, sin duda: jamás José María Aznar o Mariano Rajoy salieron a la batalla electoral renunciando de antemano a obtener para su partido la victoria total. Pablo Casado, esta vez, debe conformarse con ser la fuerza más votada del centro y la derecha y esperar que la suma de PP, Vox y Cs le permita gobernar España con un acuerdo a la andaluza.