| 10 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La siempre fiel vicepresidenta de Rajoy.
La siempre fiel vicepresidenta de Rajoy.

Soraya se rebela: la vicepresidenta está harta de apagar los fuegos de Rajoy

La paciencia de la número dos llegó a su límite cuando el viernes a la salida de la no investidura le preguntaron por Soria sin estar al tanto. Con tablas salió sin mojarse del entuerto.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

Salía por el pasillo del Congreso, tras el debate de no-investidura de Mariano Rajoy, con cara de “puede ser mi gran noche”. Debió de pensar: “A mí jefe le han dado nones, pero yo ahora voy a tomarme la revancha poniendo a caldo al egoísta Pedro Sánchez, que tiene bloqueada España por su interés particular”. Soraya Sáenz de Santamaría dirigió sus pasos directamente hacia donde estaban apostadas las cámaras de La Sexta. Llegó en un santiamén. Era su gran momento. La cara es el espejo del alma.

Pero hete aquí que la pregunta de sopetón de Cristina Pardo la dejó descolocada. La periodista no le preguntó por el debate de investidura que se cerraba. Nada de eso: “¿Qué me dice de la propuesta del Gobierno de José Manuel Soria para director ejecutivo en el Banco Mundial?” ¡Tierra, trágame! La pregunta cortocircuitó su sonrisa. Hacía tiempo que el asunto venía revoloteando por los despachos de La Moncloa, pero la vicepresidenta no le había dado mayor importancia: ¿Cómo iba a imaginarse que alguien con dos dedos de frente pondría en marcha “una locura de ese calibre”? “Esta gente no tiene remedio”, dijo para sus adentros mientras pensaba la forma de salir del atolladero. Y, como a veces una retirada a tiempo puede ser una victoria, volvió sobre sus pasos balbuceando contrariada un escueto: “Eso no es de mi área de competencia y no tengo nada que comentar”.

Sáenz de Santamaría salió del Congreso de los diputados espoleada con la contrariedad y sin dar crédito a que desde Economía se hubiese maniobrado con tanto sigilo (tanto como para dejarla a ella al margen) para abrir de nuevo la puerta al corrosivo Soria a un puesto público de los  llamados de confianza del Gobierno. Luis de Guindos está de retirada y le traen al pairo ya las consecuencias de sus actos, pero ¿y el presidente? ¿Cómo ha podido Rajoy autorizar algo así en este momento? ¡No tenemos remedio! Era el reconocimiento que formulaban atormentados dirigentes populares. 

Pronto el teléfono de la poderosa “dos” del Gobierno empezó  a tronar. Ministros, ex ministros, destacados miembros del PP, gente de su plena confianza con mando en plaza le hacían la misma pregunta: ¿Nos hemos vuelto locos? Ellos mismos hallaban la respuesta en los años de Gobierno. En el abandono de la política. En el alejamiento de la realidad. En la peculiar forma de Mariano Rajoy de ejercer su liderazgo. Soraya, la que tantas veces ha dado la cara por Rajoy, sólo acertaba a decir: “Ya sabes, Mariano es así, amigo de sus amigos, y su lealtad a veces le pierde”. En la justificación va el pecado. Su enfado iba en aumento. Eso sí, desde el primer momento tuvo muy claro que, “al igual que se ha metido la pata, hay que sacarla: no queda otra que dar marcha atrás”. Así se lo transmitió a su círculo. Tan sólo algún “outsider” y esa gente del PP que lleva la reverencia al líder al extremo del absurdo se postraron ante el presidente sacando la cara por Soria.

Este martes, naturalmente, se deshizo el entuerto y se trató de despertar al PP de la pesadilla Soria. Se le había pedido al ex ministro mentiroso que volviera a salir y cerrase la puerta desde fuera. En realidad, las presiones gubernamentales sobre el ex ministro se desataron el domingo. "Es injusto, sí, José Manuel, pero reflexiona. Te toca renunciar". Mensajes de este tipo llegaron desde las más altas instancias al canario, según confesión de alguien que conoce bien el percal.

Naturalmente, la rectificación era lo más sensato dentro de la total insensatez que ha acompañado este tema desde el principio. No fue oportuno el nombramiento, tampoco la forma, ni el momento. Por supuesto, las consecuencias del error político han quedado ahí. Imborrables. Porque no se puede jugar siempre a desesperar a un gran partido al que desde hace cinco años se le lleva de susto en susto hasta el siguiente susto. Y porque la fiabilidad de Rajoy se ha visto comprometida otra vez. Además, en este caso pillando a contra corriente a sus mayores incondicionales. Pero no haber deshecho el entuerto lo hubiese convertido en un drama político. Una pregunta resta sin responder todavía: ¿Ha hecho la vicepresidenta de esta rebelión su último servicio a Rajoy