| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Pedro Sánchez en el Congreso del PSOE
Pedro Sánchez en el Congreso del PSOE

Dónde está España

El abrazo de Sánchez y Felipe González fue realmente un acto de destrucción del legado del que fue presidente del gobierno durante 14 años.

| Fernando de Rosa Opinión

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El sanchismo acaba de celebrar el fin de semana pasado en Valencia, su congreso federal. Hemos podido comprobar cómo en el cierre del 40º congreso no se ha exhibido ninguna bandera de España, solo ondeaban cientos de banderas rojas que enmarcaban la fotografía de la España multinivel que Sánchez está negociando con sus socios comunistas y radicales.

La imagen de una marea de banderas rojas es el preámbulo de la oferta programática que el antiguo partido socialista ha presentado en sociedad. Esta oferta queda escrita en la denominación del nuevo cargo creado en el congreso a la imagen del nuevo Rasputín monclovita: Félix Bolaños, flamante nuevo secretario de “Reforma Constitucional y Nuevos Derechos”.

Por tanto, estamos ante la nueva España multinivel, en la que no se debe exhibir la bandera nacional, en la que es necesario cambiar la Constitución para obtener nuevos derechos. Ese es el resumen del Congreso federal sanchista.

Todas las demás propuestas, discursos, abrazos y mensajes han sido el envoltorio para que los españoles nos quedemos con los juegos de luces y lazos de colores y no nos demos cuenta que, en Valencia, se ha producido un hecho transcendental que condicionará la política en los próximos años: “La ruptura de la transición de 1978”.

El sanchismo ha apostado por la ruptura constitucional frente a la moderación que se pactó por las fuerzas políticas en 1977

Sin duda, el sanchismo ha apostado por la ruptura constitucional frente a la moderación que se pactó por las fuerzas políticas en 1977, en las que fue pieza fundamental el antiguo PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, dirigentes que apostaron por la socialdemocracia europea, frente al socialismo marxista heredero de la radicalidad de la segunda república.

La verdad que ha sido poco tranquilizador para los españoles constitucionalistas ver la rendición de Felipe González, y todo aquello que representaba, ante el nuevo socialismo sanchista. El abrazo que se dieron ante los cientos de compromisarios socialistas, fue realmente un acto de destrucción del legado del que fue presidente del gobierno durante 14 años.

Realmente, fue un acto de sacrificio público para satisfacción de los socios comunistas e independentistas del actual gobierno, que exigían ver la cabeza de Felipe rodando por las escaleras del congreso socialista celebrado en los pabellones de la Feria de Muestras  de Valencia. Esa cabeza fue exhibida por el propio Sánchez y reproducida por todos los medios de comunicación y ha sido la señal con la que el presidente del gobierno ha querido iniciar esta segunda parte de la legislatura.

El comunismo y el socialismo tienen un mismo proyecto: la ruptura frente a la reforma

El sanchismo va a provocar en las próximas semanas lo que, el también descabezado ministro de Justicia Juan Carlos Campo, denominó crisis constituyente, para así asegurarse poder seguir gobernando. Ha sido curioso cómo ha respondido la comunista Yolanda Díaz a las conclusiones del congreso sanchista, afirmando una coincidencia de objetivos, dejando claro que actualmente el comunismo y el socialismo tienen un mismo proyecto: la ruptura frente a la reforma.

Por eso es necesario la unión del constitucionalismo que evite la rendición de la moderación frente a la radicalidad, como se logró en la transición, época en la que toda una generación de conservadores, liberales, demócrata-cristianos y socialdemócratas se unieron para evitar que se abriera la puerta a los demonios históricos de los españoles y que el sanchismo no ha dudado en abrir.

Por cierto, es realmente curioso que el que fue presidente del gobierno, Zapatero, se haya dedicado a bendecir este cambio histórico del socialismo español del que sin duda sembró la semilla, que ha florecido en Valencia. Nadie le ha pedido explicaciones, dentro de su partido, sobre su presunta propiedad de una mina de oro en Venezuela, sus relaciones con la dictadura comunista y con la torturadora Delcy, con la que se iba a encontrar en un hotel de lujo en Madrid. Pero claro, este detalle no iba a enturbiar la felicidad de los militantes socialistas.