| 23 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Todavía quedan preguntas sobre los autores de la masacre de París
Todavía quedan preguntas sobre los autores de la masacre de París

La amenaza terrorista: ¿Qué hacer ahora?

Ni buenismo ni aislacionismo extremo. Tras la masacre de París se imponen varias necesidades, entre otras la de asegurar las fronteras por una cuestión de sentido común.

| Eduardo Arroyo Opinión

Los atentados de Paris han dado alas a los que aplauden la intervención militar en Siria. Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, ha aceptado la intervención militar terrestre si viene avalada por la ONU y, ya hablando en serio, el presidente Hollande ha exhibido su músculo ordenando ataques aéreos en aquél país, se dice que “contra el ISIS”, pese a no estar clara la autoría de los atentados. En Siria, miles de combatientes del ISIS no son sirios pero han acudido a aquél país para derrocar a Bassar el Assad, igual que pretenden los gobiernos de Francia, UK y los EEUU.

Esto resulta bastante irónico: los occidentales y el ISIS han estado, básicamente en el mismo bando que pretendía derrocar al presidente sirio. Por desgracia, el problema de armar a facciones de fanáticos como los del ISIS es que, una vez que abres la espita, ya no sabes donde va a acabar la cosa. ¿De verdad que pensaban que el flujo creciente de armas supersofisticadas a la “oposición moderada” siria no iba a tener consecuencias? Lo cierto es que muchos de esos “moderados” han acabado rindiéndose y entregando sus armas al ISIS o pasándose éste. Por mucho que les pese a los del “partido de la guerra”, a los adalides del “cambio de régimen” atrincherados en la prensa occidental, en aquella guerra no hay una diferencia entre la “oposición moderada“ y los “radicales”.

El resultado es que los combatientes del Estado Islámico lucen ahora armas occidentales de última generación. Esto agrava las cosas pero hay más: las voces que claman por la intervención en la región, con mandado de la ONU o sin él, olvidan que la situación actual es precisamente la consecuencia de una intervención militar occidental. Nadie parece darse cuenta de que las intervenciones en todas partes lo único que levantan es olas de sentimiento anti-occidental. Sería mucho mejor que el problema lo resolviesen los países de la zona directamente implicados en la cuestión: Turquía y, sobre todo, Irán, al que se le ha negado el pan y la sal simplemente porque no entra en los planes de Israel en la región. A este respecto, Rusia, aliada de Siria desde hace 35 años y con una gran proximidad geográfica a la zona, está también actuando de manera consecuente: Rusia defiende su interés vital y nacional.

Otra pregunta comprometedora para los adalides del pensamiento “políticamente correcto”: ¿Los atentados de París los han cometido combatientes del ISIS sirios o iraquíes desplazados a París al efecto o más bien “ciudadanos franceses” o “belgas”? Pues hay un poco de todo. Salah Abdeslam, “un joven francés de 26 años residente en Bélgica”, como pregona la prensa occidental, era hijo de una familia acomodada. Samir, del que las autoridades no han proporcionado el apellido, tenía un pasaporte sirio falso y parece que había pasado por las islas griegas en calidad de “refugiado”. ¿Será que lo que dijo el arzobispo Antonio Cañizares sobre que entre los refugiados no todo era “trigo limpio” no iba del todo desencaminado? ¿Dónde están ahora sus críticos? La pelota parece estar en su tejado.

Lo que está claro es que el pensamiento oficial intenta por todos los medios que nadie relacione terrorismo con multiculturalismo. Que las sociedades realmente multiculturales, aquellas “diversas” como le gusta decir a Manuela Carmena, son todas conflictivas y tienden al gueto y a la balcanización, no es ningún secreto. Pero que el multiculturalismo, además de restar cohesión a la sociedad, importa a terceros países los problemas de otros es una vía de investigación sociológica y política inexplorada, que para ser transitada necesita despojarse del férreo corsé de la ideología progresista y su policía político-ideológica. La mezcla se convierte en letal cuando al multiculturalismo se suma una política exterior completamente errada, manipuladora, ideológica y profundamente despreciativa con las realidades históricas, como es el caso de la política de “cambio de régimen” seguida por los países occidentales en Oriente Medio.

¿La solución? Entre el “partido de la guerra” y el aislacionismo extremo, hay una tercera vía que merece la pena explorar. Debe observarse tres asuntos esenciales: primero, no mezclarse en problemas más que cuando hay intereses vitales de por medio. Además, rechazar las políticas manipuladoras. Segundo, asegurar las fronteras. Se da por sentado que todo el que sufre un problema tiene el derecho de establecerse en nuestro país. El sentido común dice que en nuestro país solo debe establecerse aquél que nuestro país permita, del mismo modo que ninguno toleramos que en casa nos digan lo que tenemos que hacer. Por último, no dejar que las presiones de terceros o los devaneos mesiánico-doctrinales de ciertos grupos de presión, enturbien una política francamente amistosa con todos, que rechace inmiscuirse en casa ajena.

El caso de Irán es un buen ejemplo: el acuerdo con Irán, absurdamente criticado en la prensa española –desde ABC hasta El País- ha acabado con las “sanciones” de la ONU y ha abierto una ronda de acuerdos entre los gobiernos de Irán y Francia. Estas actitudes contrarrestan la violencia en gran medida. Más países han realizado acercamientos a la otrora apestada República Islámica de Irán, pero algunos intentan por todos los medios torpedear el acuerdo con Irán o bien se sienten totalmente libres para encizañar los ánimos en cualquier punto del planeta.

Pese a la evidencia, parece que no aprendemos.