| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sánchez tiene unas ideas cambiantes.
Sánchez tiene unas ideas cambiantes.

El taxi de Churchill

Sólo el estadista Sánchez es capaz de conciliar el entusiasta reconocimiento del derecho de una Francia atacada a la legítima defensa, con la cobardía suicida de negarle toda ayuda.

| Marcial Martelo Opinión

@sanchezcastejon: "Vamos a apoyar a Francia y a solidarizarnos con un socio que ha sido atacado".

‏@elpais_espana: "Pedro Sánchez: `No apoyamos que las tropas españolas releven a Francia en África´".

 

"La buscan por aquí, la buscan por allá/ Los malditos franceses la buscan sin cesar/ ¿Estará en el cielo o en el infierno se ocultará?/ Esa maldita y escurridiza Pimpinela”.

Lamentable. Soy incapaz de recordar ni un solo poema completo de Borges y, sin embargo, por muchos años que pasen no logro olvidar estos versos ridículos de La Pimpinela Escarlata

Pero ocurre que es encender la televisión o la radio, y esta cancioncilla se repite como fondo musical de una pregunta que me hago una y otra vez: ¿Dónde está Pedro Sánchez?

Últimamente, ni se le ve, ni se le oye. Y para mayor angustia, el pasado domingo el mundo supo que había rechazado acudir a El Objetivo de Ana Pastor, esa magnífica entrevistadora de sí misma.

Quizás haya que reconocerle al bueno de Sánchez que a doña Ana le importan más bien nada las respuestas que pueda dar el entrevistado. Que su único afán es colocar sus propias opiniones, editorializando con la mirada, el ceño o la condescendencia. Todo esto tal vez sea cierto, pero ya que desde Rajoy el momento plasma no es una opción, ¿no hay otros platós o cadenas donde mostrarse y calmar la inquietud de unos ciudadanos ansiosos de su liderazgo?

Hace ya más de un año, dije en esta misma columna que Pedro Sánchez era un hombre de innumerables convicciones. Tantas, que las profesaba todas. Las unas y sus contrarias.

Dije también que su problema no era ya que construyese su discurso a golpe de ocurrencias, sino que no lograba completar ninguno porque sus ocurrencias nunca sobrevivían más de veinticuatro horas.

Fui duro. Por eso me alegra tanto tener hoy la ocasión de alabarle una virtud: la fidelidad a sí mismo. A lo que sea su mismidad (que yo sigo sin pillarla).

Así, si ayer se solidarizaba con Hollande y alababa su reacción enérgica ante los atentados, hoy se niega incluso a que tropas españolas releven a las francesas en el Sahel permitiendo su empleo en la defensa antiterrorista de Francia. Se aceptan apuestas sobre cuánto tardará en alinearse con Pablo Iglesias, que alerta sobre un Rivera belicoso, ansioso de revivir el selfie de las Azores; y todo por decir que Europa ha de unirse contra una barbarie que, antes o después, nos afectará a todos.

Naturalmente, sólo el estadista Sánchez es capaz de conciliar el entusiasta reconocimiento del derecho de una Francia atacada a la legítima defensa, con la cobardía suicida de negarle toda ayuda. Que mueran ellos defendiendo Europa, que nosotros ya les lloraremos desde nuestras casas (bien, pero ¿y cuándo nos las vuelen?, ¿quién nos ayudará entonces a nosotros?).

Era irremediable. Al final la cancioncilla ha terminado dando paso al chiste de Churchill: llega un taxi vacío al Congreso y de él se baja Pedro Sánchez.

Lástima de ese duelo Pedro Sánchez-Ana Pastor. No habría mejor espectáculo: ante la nada, la impotencia de la omnipotencia.