| 16 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez
Pedro Sánchez

Por qué este Gobierno va cuesta abajo y sin frenos

Tras las elecciones del 4-M, un nuevo escenario se dibuja en el que Pedro Sánchez tiene la titánica tarea de reflotar un país hundido con una oposición renacida en las urnas.

| David Arranz Opinión

 

A pesar de los esfuerzos que son dignos de reconocer por parte de la factoría de Iván Redondo, la relevancia de las elecciones madrileñas en las que el PP ha arrasado ha trascendido mucho más allá del Sistema Central.

Después del 4 de mayo, se han construido dos percepciones del imaginario popular en nuestro país respecto al Partido Popular. Una es que el PP actual no representa los casos de corrupción. Ayuso o Casado nos podrán caer peor o mejor, pero no es justo atribuirle a un hijo las maldades de su padre.

La otra fotografía de la sociedad española respecto del PP actual es la transversalidad de sus votantes. Este es un PP al que puede votarle desde el ex de VOX al ex de Sánchez, incluyendo a gente como Nacho Cano. Me refiero a ese “voto prestado” del que hablaba con enorme humildad Isabel Díaz Ayuso tras aplastar al PSOE de Gabisánchez.

 

Ese ciudadano que jamás pensó que acabaría votando al PP pero que cuyas reticencias hacia el partido de centro derecha eran menores que la posibilidad de perder la única institución política que actúa como contrapoder a la gestión del sanchismo. Si hasta Leguina y Redondo Terreros caben… imagínese.

Por otra parte, y dejando a un lado el caos en el que objetivamente ha estado envuelto este Gobierno en lo que a la pandemia se refiere, trasladando a las autonomías la responsabilidad de la gestión sanitaria sin dotarles de los medios médicos y legales, es ahora cuando llega lo peor.

La gestión de la crisis económica que va a generar el coronavirus va a obligar a este Gobierno a comerse sus propias palabras a cucharadas soperas. Ya se están dibujando pinceladas de las subidas de impuestos a la clase obrera y trabajadora y el peaje que supondrán los 150.000 millones de Europa.

Los fondos por los que el Consejo de Ministros aplaudía al narcisista de Pedro Sánchez en la puerta de la Moncloa, generan ya abucheos e insultos en cualquier parte del territorio nacional hacia su parapetada figura.

La gestión de la crisis económica que va a generar el coronavirus va a obligar a este Gobierno a comerse sus propias palabras a cucharadas soperas

Es tan sencillo como que el PSOE de Sánchez tendrá que hacer esos ajustes aunque le cuesten muchos votos ya que son los requisitos para recibir el apoyo de Europa. Estoy seguro de que si por él fuera, seguiría aumentando aún más la deuda que ya heredarán nuestros nietos pero afortunadamente esto es Europa y tenemos que hacer no sólo la Economía sino también el Estado sostenible. 

La única esperanza que tienen en Moncloa es si ese dinero le servirá para mejorar la imagen de pésimo gestor o si por el contrario, no será capaz de quitarse el traje de incompetente que arruina a un país y a sus gentes. En mi opinión será lo segundo, porque por mucha prosperidad que pueda traer el paquete de Europa, no le serán atribuidos a él estos beneficios sino a la Unión Europea, y lo que sí le serán atribuidos a él serán las subidas de impuestos y los rescates a las aerolíneas venezolanas.

El adiós de Iglesias

En todo este contexto, Pablo Iglesias ha decidido abandonar el barco el primero, tirarse por la borda, y cortarse la coleta para que no pueda ser traído de nuevo al barco ni por los pelos. A pesar de que me parece fuera de lugar atribuir a cualquier político la imagen de un roedor, al igual que otra peor como la que se le otorga al Alcalde Almeida, el símil en este caso es inevitable.

Iglesias ha sido el primero en irse de manera voluntaria de un ejecutivo que va cuesta abajo y sin frenos, algo que sin duda ha visto con premura para preparar su retiro dorado pagado por todos, bien en forma de pensión vitalicia, sí aquellas que tanto criticó con tanto cinismo, o bien a través de una puerta giratoria del tamaño de 251 millones de subvención a Roures, algo que, sorpresa, también criticó hasta la saciedad.