| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Zapatero y Maduro, en uno de sus encuentros en Caracas.
Zapatero y Maduro, en uno de sus encuentros en Caracas.

El silencio, ya improrrogable, de Zapatero

El expresidente, tras lo que ha ocurrido en Venezuela en los últimos seis días, ya no puede considerarse mediador: ahora debe ser activista contra los excesos dictatoriales de Maduro.

| Fernando Jáuregui Opinión

Uno de los grandes errores en la cainita sociedad española está siendo considerar a Venezuela como un motivo más en las fricciones entre derecha e izquierda. Resulta increíble, y solamente deudas de gratitud pueden explicarlo, que gentes de Podemos quieran considerar aún al de Maduro como un régimen progresista, y que voceros desinformados –por ejemplo, un peculiar actor que siempre nada en estas salsas con desmesuras—difundan que la oposición, así, toda la oposición, al régimen bolivariano es 'la extrema derecha'.

Menos mal que una mayoría del cuerpo político español, desde el Partido Popular (y, claro, el Gobierno de Rajoy) hasta el PSOE, parece haber superado este, ejem, tópico interesado: no, el de Maduro no es un régimen del que la izquierda internacional pueda sentirse orgullosa, y mucho se equivocan Pablo Iglesias y sus asesores áulicos, empezando por Monedero, protegiendo la imagen del tirano.

En este contexto, sorprende el silencio, mantenido al menos hasta el momento en el que yo redactaba estas líneas, del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, mientras sus dos antecesores, Felipe González y José María Aznar, elevaban su voz contra los desmanes propiciados por los 'camisas rojas' bolivarianos, con Maduro y su increíble vicepresidente como cabezas visibles.

Creo, contra lo que algunos voceros españoles cercanos a la oposición venezolana han dicho, que Zapatero jugó un papel eficaz en el pase de la cárcel al arresto domiciliario de Leopoldo López; acusaron algunos al exjefe de Gobierno socialista español de 'excesiva proximidad' al entorno del presidente venezolano, olvidando quizá que un mediador ha de intentar mantener los puentes abiertos entre las dos partes en conflicto...mientras ello sea posible. Y, de hecho, la propia familia de López elogió su labor.

Pero ahora, lo que ha sido llamado el 'secuestro' de López para devolverlo a prisión, junto con el que fue alcalde de Caracas y también cabeza visible de la oposición, Antonio Ledezma, que estaba igualmente en arresto domiciliario, evidencia, como decía hace unas horas Alberto Ruiz Gallardón, abogado ocasional de López, que Zapatero fue engañado en su buena voluntad por los chavistas.

Hoy, Zapatero "es, por el papel que ha jugado, la persona cuya intervención, rotunda y definitiva, en favor de la libertad de Leopoldo, de Antonio y de todos los presos políticos, más puede ayudar a desenmascarar la mentira de la dictadura", decía el ex ministro de Justicia español.

Siempre dije, en los momentos en los que todos criticábamos tanto tantas cosas de la acción de Zapatero en La Moncloa, que será la Historia la que acabe valorando su tarea, que tuvo, entiendo, muchos valores positivos. En lo social y en lo tocante al fin de ETA. Fue un buen, aunque irregular, negociador con la banda terrorista vasca, aunque fueron muy pocos los que, desde el PP, desde las asociaciones de víctimas y desde muchos sectores de la sociedad, en general, lo reconocieron.

Ahora, el ex presidente español está ante la gran oportunidad de pasar definitivamente a las páginas más gloriosas de esa Historia que le aguarda. Tiene que alzar su voz, que tiene fuerza moral también en el 'otro bando' venezolano, para denunciar lo que ya es un enorme escándalo internacional, hasta el punto de que hasta la siempre demasiado cautelosa UE se prepara para designar sanciones contra el país latinoamericano, uno de los que más lazos tradicionales guarda con España.

Zapatero, tras lo que ha ocurrido en Venezuela en los últimos seis días, ya no puede considerarse mediador: ahora debe ser activista contra los excesos dictatoriales de alguien que, como Maduro y su camarilla, va, sin duda, a acabar muy mal. Y, esperemos, muy pronto.