| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Si vis pacem, para bellum

Si Europa reniega de sus valores, ¿cómo va a saber defenderlos del desafío fundamentalista? Con la caída de Roma como hilo conductor, el autor reflexiona sobre el 'éxito' del terrorismo.

Roma cayó cuando perdió su identidad. Cuando los pueblos bárbaros dejaron de respetar las leyes del Imperio y pretendieron poco a poco imponer las suyas. Cuando las calzadas que servían para la unión y el enriquecimiento a base de intercambios comerciales, se convirtieron en sendas peligrosas donde ya no existía la autoridad de la gladius.

 (Guetos, Zonas no-go, atentados y ausencia de control en fronteras).

Roma murió también de opulencia. Ninguna otra parte del mundo era tan rica, así que los gobernantes comenzaron a despilfarrar en obras faraónicas a mayor gloria personal, y a ofrecer dádivas a sus gobernados para mantenerlos fieles y contentos, “panem et circenses”.

Roma cayó. También puede caer Europa si no sabemos defenderla… y de momento, no sabemos

Los alimentos se repartían gratis en Roma, y ésta veía cómo la gente dejaba de trabajar en el campo y se iba a la ciudad en busca de las ayudas sociales del Imperio, desestabilizando así la economía en la que cada vez había menos producción y más demanda, lo que llevó a que el metal de las monedas de plata comenzara a malearse para cubrir la necesidades porque la población de Roma no paraba de crecer, el dinero cada vez tenía menos valor.

(Renta básica universal, deuda e inflación).

La desestabilización económica trajo consigo otros muchos males. Se vivía peor, así que la gente tenía cada vez más problemas y dejó de ver en Roma ese modelo de civilización capaz de solucionarlos… los pueblos empezaron a renegar de la gran potencia.

(Brexit).

Roma es lo que somos, es nuestro preludio.

Civilización amenazada

La cultura, que exportaron de Grecia llevándose a sus filósofos a la gran urbe para que educaran a sus élites.

La ley, que crearon para que pueblos y familias no tuvieran que matarse cada vez que surgía un conflicto.

Las vías de comunicación, que abrieron para comerciar y entenderse.

Y el cristianismo, que forjó una ética común en la que cabían todos independientemente de su clase y procedencia, algo nunca visto hasta entonces.

Y eso seguimos siendo hoy, por mucho que le pese a algún iletrado. Y eso nos ha convertido en el lugar del planeta más libre y más prospero que jamás ha existido, hacia donde todos huyen… huyan de lo que huyan, siempre lo hacen buscando occidente.

Quizá deberíamos tener en cuenta lo que hizo caer a Roma para no repetir errores ahora que nuestra civilización está siendo abiertamente atacada, y muy mal defendida.

Si Roma cayó...

Cambiar la gladius por un piano de cola y una canción de Lennon contra un enemigo que está dispuesto a morir en la batalla no parece la mejor opción.

Repartir peces, sin enseñar a pescar, tampoco.

Roma cayó, y el mundo no había conocido un imperio tan grande y prospero hasta entonces. También puede caer Europa si no sabemos defenderla… y de momento, no sabemos.

 

La célebre Pietá, de Miguel Ángel, en El Vaticano

 

Los valores en juego

Renegar de nuestros valores es cavar nuestra propia tumba. Es abrirle el pecho a quién arremete con una daga. 

Los valores del humanismo cristiano han hecho de nuestro continente el lugar del planeta tierra donde se respira más libertad y tolerancia, no en vano los musulmanes que huyen de la guerra en sus países pasan de largo otros países musulmanes en los que no hay guerra y sí mucho dinero, y prefieren llegar a Europa.

Perder esos valores, porque yo no creo en dios o porque yo no soy católico es realmente estúpido.

La firmeza para quién no acepte nuestros valores debe ser proporcional al bien que protegemos con ellos: la civilización

Europa morirá por desconocer su historia de éxitos, y empecinarse sin embargo en su historia de fracasos con forma de monstruos totalitarios del S.XX, rojos y azules, malditos todos.

La democracia liberal, que no popular ni orgánica, es la única salida decente a nuestras aspiraciones política; el camino conseguido con sangre, sudor y lágrimas por nuestros abuelos que nos ha llevado a cotas de bienestar desconocidas en la historia, y que hoy es despreciada por niñatos malcriados con todo, que nunca pasaron hambre ni guerra.  

El bien supremo

Los que llegan de todos los lugares del mundo buscando el sueño de libertad de occidente deben asumir y aceptar ciertas normas; para empezar, la mejor manera que tienen de agradecer nuestro esfuerzo es respetar lo que somos, nuestras costumbres, e integrarse en nuestra cultura. ¿Pero en qué cultura les vamos a pedir integrarse si nosotros mismos renegamos de ella?

La firmeza para quién no acepte nuestros valores debe ser proporcional al bien que protegemos con ellos, y ése es un bien supremo: la civilización más prospera y libre que ha conocido la humanidad, defendámosla.