| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Escena de 'bullying'
Escena de 'bullying'

Ni tanto ni tan calvo

| José Carlos Fuertes Opinión

Estamos asistiendo los profesionales médicos, y en concreto los de mi especialidad, la psiquiatría, a una cascada de noticias en los medios de comunicación, que, a mi entender, no encajan del todo con la realidad práctica del día a día que vemos en nuestras consultas y hospitales. Es, como si lo que nos cuentan en las redes y más media, aun siendo cierto, no entremos en más complejidades ni dudas, fuera más una caricatura (exageración), que un reflejo de la realidad.

En mi opinión profesional, y en la de otros muchos compañeros, ni hay tanto adolescente transexual que este sufriendo angustia y ansiedad insufrible; ni es la transexualidad (o dismorfia de género, denominación actual de la OMS) un problema tan acuciante ni extendido; ni el “Bullyng”, o acoso escolar en terminología española, es una práctica tan habitual ni mayoritaria; ni el “Moobing” o acoso laboral, obviando el anglicismo, existe en todas las empresas o instituciones y deja huellas indelebles en los trabajadores; ni el “estar quemado” (conocido en medicina como el Síndrome de Burnout), es el fin que nos espera indefectiblemente a los profesionales que atendemos y trabajamos con personas, ya que son estos los únicos que lo podemos sufrir.

Nadie pone en duda que todas estas lamentables y dolorosas situaciones existen, nadie se inventa nada, pero si me permito poner en cuestión la fiabilidad de muchos diagnósticos, comentarios y afirmaciones que se hacen un tanto a la ligera. 

Me permito en este sentido, llamar la atención sobre el rigor de algunos trabajos de “investigación” que llenan revistas técnicas, siendo hoy la cantidad de las publicaciones lo que se persigue por los autores noveles, más que la calidad de los estudios, para de esta forma cumplir los criterios de la llamada ANECA y conseguir un currículo mejor y más rápido.

Cuestiono también, como detrás de muchas de las noticias que aparecen en los informativos a bombo y platillo, hay una endeble solidez metodológica de los datos estadísticos, por muy llamativos e impresionantes que puedan ser, siendo manejados de forma sesgada e interesada, dando a entender que son “científicos”, y con eso es suficiente para callar a todo el mundo.

Antaño, hablo no más de 30 años atrás, había peleas en las aulas y algunos niños eran de aúpa, creando un malestar intenso que costaba controlar; también había ciertos trabajadores y profesionales que estaban hartos de su trabajo, pero no iban a tratamientos psicológicos externos y eternos, ni tenían bajas de meses y meses de duración.

También siempre ha habido y hemos soportado a “sujetos chinches” (ahora llamados tóxicos) que distorsionaban el ambiente donde estaban y creaban más de un quebradero de cabeza a los jefes y encargados, produciendo tensión y malestar por donde pasaban. Y, también hemos visto, muy pocas veces eso sí, personas con Disforia de Género (en terminología CIE 11), pero en modo alguno con las peculiaridades en su presentación como las que parecen existir hoy en dia (cantidad, presentación muy tardía y repercusión mediática intensa).

Soy consciente que mis afirmaciones son matizables y cuestionables, como todo lo humano. La verdad absoluta no existe y menos en el mundo de las ciencias, donde todo debe ser verificable y replicable, y, aun así, esa verdad puede cambiar con nuevas aportaciones y con otros paradigmas que van surgiendo con el paso del tiempo.

El problema surge, por ejemplo, cuando un pequeño y limitado estudio preliminar; una tesis doctoral, que por definición es un trabajo muy concreto y limitado sobre un tema; una aportación teórica y no bien definida en las llamadas ciencias sociales, o una entrevista por amplia que sea de un “experto” sobre un tema de actualidad, se transforman en noticia y sus datos se retuercen y se repiten hasta la saciedad, llegando a convertirse en verdad incuestionable, mantra indiscutible o, lo que es peor, un dogma de fe.

Los medios de información y las redes sociales son muy poderosas y tienen una capacidad no solo de informar, sino también de influir, manipular, seducir y persuadir. La persuasión e influencia no tienen de entrada nada negativo, pero la seducción y manipulación sí. Y eso es lo que está pasando con muchas de las “pseudoinformaciones” que cada dia inundan nuestros teléfonos de última generación, ordenadores superpotentes, iPad, Televisiones Qled y Oled y demás inventos de la llamada “sociedad del bienestar”.

Es muy útil e interesante estar informado. Ya lo dice el máxima: “la información es poder”. Pero también podemos añadir, sensu contrario, que la desinformación es un contrapoder que enturbia la realidad, crea fantasmas, cambia injustificadamente criterios, nos produce temor, e, incluso, a veces, pánico.

Según como se nos cuenten las cosas podemos entrar en una dinámica perversa y errónea, creyendo que casi todos los adolescentes hoy son transexuales o que sufren disforia de género. Que en el colegio el riesgo para mi hijo de ser maltratado es altísimo. Que el estrés laboral es una realidad inevitable para los empleados, profesionales y trabajadores. Y que la vida es un “asco” donde vivir es un tormento y el “maligno” está ganando la batalla como dirían los místicos del medievo.