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Blesa, en marzo de 2015
Blesa, en marzo de 2015

Que se joda Blesa

Exigir justicia, reparación a los dañados y repudio al personaje no incluye lincharlo antes que los jueces ni reírse de una muerte cruel. El caso Blesa, como metáfora de una España extraña.

| Antonio R. Naranjo Opinión

 

"Antes de empezar un viaje de venganza, cava dos tumbas"

Confucio

La muerte de Blesa, probablemente por suicidio, tiene un indudable carácter simbólico de una época: en él se sintetizan todos los males de la crisis económica, de los perjudicados por ella y de la responsabilidad conjunta de quienes, en realidad, estaban para evitar problemas como los que sin embargo provocaron mientras ellos mismos se beneficiaban, en algunos casos black de manera especialmente vergonzosa.

El fallo de las instituciones, instigadoras y no sólo partícipes, explica mejor esta historia que un único sinvergüenza

Las Cajas de Ahorro, antaño modelo de 'capitalismo público solidario', están en el epicentro de algunas de las peores hecatombes financieras de España y sintetizan la participación transversal de partidos políticos y agentes sociales, iguales a la hora de adoptar decisiones suicidas con dinero ajeno y de repartirse jugosas canonjías en el trayecto.

Blesa es una de las caras -y de los caras- que ejemplifican ese fenómeno, por mucho que éste nunca hubiera sido posible sólo con él: el fallo en cadena del Banco de España, de las organismos reguladores, de las instituciones y de la totalidad de los dirigentes políticos de toda ideología, instigadores a menudo y no sólo partícipes de los desastres, explica mucho mejor esta negra historia que las andanzas de un único personaje.

Esto se entiende mejor al repasar la propia historia de Caja Madrid, que nunca hubiera salido a bolsa ni tampoco se hubiera concentrado con otras cajas ruinosas sin el permiso, cuando no el impulso, de las autoridades públicas: los Blesa, Rato o Narcís Serra tienen una gran responsabilidad, pues al fin y al cabo firmaron las operaciones, las refrendaron y quizá se beneficiaron de ellas; pero no conviene olvidar que todos ellos estaban tutelados, guiados e intervenidos si de verdad se quiere entender la historia y evitar que se repita: a Blesa le puso Aznar, pero le mantuvo Zapatero y le respaldaron los partidos de izquierda y los dos sindicatos. Y lo mismo ocurrió con Rato.

Justicia y piedad

Dicho lo cual, Blesa también era un ser humano, con familia y amigos, y su siniestra muerte de un disparo de escopeta merece una reflexión casi humanitaria. Sentir piedad y mostrar respeto no avalan ni legitiman sus posibles delitos ni, incluso si los tribunales no hubieran percibido al final ilícito penal alguno, le descargan de responsabilidad en un estropicio millonario para las arcas públicas y demoledor para cientos de familias que adquirieron preferentes.

Incluso desde el asco, si nada constructivo genera una imagen cruel, mantener las formas es una exigencia que tiene más que ver con los valores de uno que con los méritos del otro: hay gente que merece morir, tal vez, pero la oposición a la pena muerte nace de la asunción de que, hasta en esos casos, nosotros no podemos matarlos.

La crueldad

Por eso no se entiende la infinita crueldad con que algunos, desde cargos públicos hasta afamados periodistas o escritores, han tratado el fallecimiento de este ángel caído. Exigir justicia por los procedimientos reglados, reclamar indemnización a los dañados, repudiar al personaje público por lo que hizo, apiadarse del ser humano y lamentar la hegemonía actual de la pena de Telediario, ese linchamiento preventivo impropio de un Estado de Derecho sano, no sólo no es incompatible, sino que mejora la calidad de la democracia y garantiza la respuesta correcta a cada comportamiento. Aunque no sacie la sed de sangre de una sociedad que debe conocer, siempre, la diferencia entre justicia y venganza so pena de convertirse, poco a poco, en una jauría.

Ni impunidad ni hogueras: simplemente justicia. Y un poco de humanidad, esa característica del homo sapiens que nos distingue del resto de animales.