| 05 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La gran apuesta de Pedro Sánchez: así jugará ahora con las cartas marcadas

Como si fuera una partida de naipes con trampas, el líder del PSOE juega sus bazas con las ideas muy claras y los mismos trucos que siempre le permitieron ganar. ¿Servirá esta vez?

| Antonio Martín Beaumont Opinión

Pedro Sánchez ha desarrollado la capacidad asombrosa de creerse dotado de convertir las crisis en oportunidades. Es un sobrado. Además, lo hace con toda naturalidad. Como si alguien, al margen de sectarismos, pudiese borrar de un plumazo que el coronavirus ha dejado por el camino más de 40.000 muertos, a España como uno de los países del mundo con mayor porcentaje de fallecidos en relación a su población, con casi cien días de pesado cautiverio y un cambio de vida cargado de sobresaltos.

Pues nada, ahí lo tienen: el presidente no deja de autojalearse e incluso alarga el paso para quitarse de encima las presiones que le piden alejarse de la “mala influencia” de Unidas Podemos y de los separatistas.

Olvídense: en ningún caso Sánchez va a regalar la imagen de una ruptura con Pablo Iglesias. No tiene intención alguna de buscar la vía 221: la que pasa por un pacto con Cs respaldado por el PP y dejando fuera a los extremos, para sumar ese número de escaños.

 

Desde la órbita de La Moncloa se insiste: “El acuerdo programático con Iglesias no está en cuestión, es el ‘pegamento’ que une el pacto de investidura”. Con todo, la supervivencia del sanchismo pasa a día de hoy por modular la entente de coalición para mandar las señales correctas al Ibex, a Bruselas y a las ayudas multimillonarias que están en juego, además de atraer al mayor número de fuerzas a la negociación de los nuevos Presupuestos.

Ni rastro, por cierto, de un intento razonable de aproximación al Partido Popular. El único deseo de Sánchez es arrinconar a Pablo Casado junto a Santiago Abascal. Esa es la estrategia de defensa del Gobierno. En cambio, el acercamiento a Inés Arrimadas, ensayado con las prórrogas del estado de alarma, lleva a Carmen Calvo -por ejemplo- a hablar en privado de sus “buenas sensaciones”.

Al fin y al cabo, los dirigentes naranjas ya han expresado su deseo de ser compatibles con los socios de la moción de censura. Además, estrechando esa mano meten una cuña en los lugares donde gobiernan en coalición con el PP y aceleran el proceso para dejar cada día más aislados a los populares. 

 

 

Ni siquiera le ha importado al presidente ratificarse sobre la mesa de diálogo con Cataluña. Intramuros de La Moncloa han colocado esa cita a mediados de julio. Desean mostrar a los de Oriol Junqueras que tienen buena voluntad.

De hecho, no se descarta que la delegación la vuelva a encabezar el mismo Pedro Sánchez para encontrarse de nuevo con Quim Torra. Y eso que los colaboradores del líder socialista tienen presente la dificultad de sacar réditos dada la proximidad de las elecciones autonómicas, cuya cuenta atrás activó el Tribunal Supremo al fijar el próximo 17 de septiembre la vista del recurso contra la condena de inhabilitación del presidente de la Generalitat.

“Cataluña carece de solución, pero tiene camino”. La frase del jefe de Gabinete del presidente, Iván Redondo, no tiene desperdicio y sigue vigente. Fue un anticipo de lo que sin duda está por venir. Seguramente, más intranquilidad para los españoles en general, pero sosiego político para Pedro Sánchez.

Al Gobierno no le importa regalar un escenario “constituyente”, que obligaría a recurrir a la ingeniería jurídica

Es también la expresión del deseo de una victoria de ERC en las urnas que permita un pacto con el PSC que apuntale a los republicanos en el Palau de Sant Jaume. A cambio, claro, los independentistas deberían plegarse a una alianza mucho más sólida en el Congreso de los Diputados. En definitiva, se trataría de un “canje” a imagen del acuerdo del PSE y el PNV en el País Vasco.

La gran jugada

Si tal carambola llegase a producirse, Sánchez, de una sola tacada, ganaría  un par de años de comodidad. Tal coyuntura está ahora mismo en el aire, sí, pero el papel lo aguanta todo. Porque la figura de Torra, por increíble parezca, está creciendo en el separatismo en paralelo con la pandemia y el desgaste de la marca de Junqueras.

Con tal de apuntalar a sus aliados secesionistas, al Gobierno no le importa regalarles un escenario “constituyente”, que obligaría a recurrir a la ingeniería jurídica para hacerlo legal. Significativo en este mismo sentido el mutismo del socialismo “oficial” ante los ataques a un referente como Felipe González por parte de los socios de la coalición Frankenstein. Para los sanchistas, insisto, el único interés que cuenta es el de su jefe.